Redes de conocimiento

El Agujero Negro Digital (AND) (*)

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
12 julio, 2013
Página 2 de 3

Cuando se examina a la Red desde esta perspectiva, nos aparece un panorama mucho más útil para comprender un fenómeno tan extraordinario como Internet y las múltiples formas como nos desenvolvemos en el universo digital. Al observar la Red desde un “telescopio profundo” para desentrañar sus estructuras más discretas, lo primero que nos sorprende es que nunca antes se haya abordado la Historia de Internet (del universo digital) desde el punto de vista de las extinciones de conocimiento e información producto de las convulsiones que, en mayor o menor medida o trascendencia, sacuden constantemente al ciberespacio desde su creación. Según la más elevada de las diferentes mediciones que se han hecho al respecto, se estima que cerca de las 4/5 partes de la información y el conocimiento generado en Internet desde su creación ha desaparecido. El AND se ha encargado de aliviar semejante carga y borrarla del mapa virtual, casi sin dejar rastro.

 

Las razones de estos cataclismos son muchos y de origen muy diverso. Lo mismo sucede con sus dimensiones y alcance. A veces son auténticas “grandes extinciones”, en otras lo que desaparecen son estructuras tecnológicas de diferentes tamaños, o agrupaciones de infotopos muy concretos o de algunas de las especies que los pueblan, como las organizaciones que dependen de estas regiones. Lo que se mueve en el fondo de este agitado escenario son acontecimientos poderosos, frecuentemente difíciles de prever o de torcer, a veces con la apariencia de eventos de fuerza mayor, otros promovidos por los propios internautas, donde juegan un papel preponderante, sobre todo, lo que podríamos denominar los cuatro jinetes del Apocalipsis digital, lanzados constantemente al galope desde el primer día que empezó a conformarse lo que hoy llamamos Internet y que, constantemente, bit a bit, van transformando lo que, ante nuestros ojos, parece como un universo digital relativamente manejable:

1.- la dinámica de las poblaciones conectadas. Desde su creación, Internet dobla su población aproximadamente cada 12-16 meses. Dicho de otra manera, en cada momento, los conectados formamos parte de una población en la que el 30% convive desde hace menos de 24 meses en la Red y el 70% lleva más de dos años moviéndose por sus entresijos. Y, lógicamente, a cada momento, la composición de esta población va cambiando, aunque no lo notemos, o no tengamos forma de notarlo. Y su actividad oscila entre lo absolutamente impredecible y lo aproximadamente previsible, lo cual es un dilatado arco repleto de sorpresas.

2.- la evolución de las tecnologías informacionales. Esta es una experiencia cotidiana que cada uno cuenta según el lugar que ocupa pero que afecta a todos por igual porque conforma el sustrato tecnológico de la Red: desde las listas de distribución, a la web, los blogs, las aplicaciones para móviles, las innovaciones que aparecen en el horizonte…

3.- la constante expansión de los procesos de virtualización: antes se trataba de la vida en los ordenadores, ahora vamos a por las máquinas y los espacios físicos (y el espacio sideral).

4.- como corolario de los tres anteriores, la aceleración apabullante de la velocidad de giro de la información y el conocimiento, llegando en muchos casos a 0: la creación y consumo parecen formar parte del mismo acto. Por tanto se refuerza la vigencia de lo efímero (información de usar y tirar), ante lo perdurable (información susceptible de ser transformada en conocimiento).

 

El resultado de la acción combinada y desigual de estos jinetes es que empujamos constantemente las fronteras del espacio virtual y abrimos nuevos territorios de los que desconocemos su relieve, sus estructuras, sus funciones y, sobre todo, las implicaciones de ocuparlos sin el conocimiento que usaríamos, por ejemplo, en acciones parecidas en el mundo presencial. Además, cada nueva creación/invasión de estos espacios se suele corresponder con cambios en la dinámica de población, acompañados de saltos en la evolución tecnológica y la diseminación de innovadores procesos de virtualización. Por tanto, se acelera la velocidad de giro de la información, lo que incrementa exponencialmente la necesidad de conocimiento nuevo para negociar los retos emergentes. Pero no es fácil resolver este dilema, porque para ello habría que sortear al agujero negro digital. Y, a la vista está, que este cometido no nos resulta fácil.

 

print

Páginas: 1 2 3