Cibercultura

Entre el amigo invisible y Gran Hermano

Isabel Troytiño
4 diciembre, 2012
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Reflexión sobre la conferencia “¿Cómo controlar a los nuevos intermediarios digitales?” impartida en Barcelona por Evgeny Morozov, autor de “The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom” (El engaño de la Red: Parte oscura de la libertad de Internet)”, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

Aquellos que de pequeños han tenido un amigo invisible, sabrán que el amigo invisible es único, no se relaciona con ningún otro ser humano que no sea uno mismo, siempre está dispuesto a hablar y se siente cómodo en la intimidad. Sabe escuchar y conversa, y aunque no es una persona real, a veces se convierte en visible a través de un peluche, un monigote o siendo un amigo invisible para adultos, en unas gafas con realidad aumentada o en un Smartphone.

¿Qué tiene en común un amigo invisible con Gran Hermano? Para los que no lo sepan, Gran Hermano, aparte de un reality show, en que un puñado de personas de su padre, de su madre y de su tierra se juntan en una casa para matar el tiempo y dejar que aflore su humanidad más primitiva, rodeados por cámaras conectadas a un canal de televisión es, además, un personaje de la novela “1984”, que George Orwell escribió en 1948. El Gran Hermano presentado por Orwell, y no por Mercedes Milà, es una fuerza superior que manda sobre la vida de todos los ciudadanos a través del control de lo que los ciudadanos hacen. Lo ve todo e influye en todo. En ese mundo de Orwell hay cámaras por todas partes, pantallas y altavoces desde los que se proyecta el rostro que todo lo controla y ordena, el del Gran Hermano. Nadie puede salirse del orden preestablecido, ni de ese control de la intimidad y la privacidad, porque, básicamente, no hay ni intimidad ni privacidad.

No se sabe si vale la pena tener un amigo invisible, es mejor tener amigos de verdad, pero desde luego sí vale mucho la pena leer la novela 1984. Por lo menos ayuda a entender el alcance de lo que dijo Evgeny Morozov en su conferencia “¿Cómo controlar a los nuevos intermediarios digitales?” y que impartió en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona el 4 de diciembre de 2012, dentro del ciclo de conferencias “Ciudadanía, Internet y democracia, ¿Una nueva esfera pública?”

Evgeny Morozov expuso, en media hora sin diapositivas, una serie de reflexiones sobre Internet y el control social que empresas y gobiernos practican con los datos que obtienen del uso de smartphones y ordenadores conectados a medios sociales. La ciudadanía está la mar de entretenida usándolos como para detenerse a pensar siquiera en qué se hace con el rastro que se va dejando en la Red a medida que se twitea, se cuelgan fotos, se envían localizaciones o se consulta el tiempo de una localidad o cuánto falta  para coger el siguiente metro.

Para Morozov, hay una parte de Internet que no estamos percibiendo en todas sus dimensiones, íntimamente relacionada con las compañías de tecnología basadas en Sillicon Valley, que están produciendo plataformas para el control de individuos, y que son usadas por los organismos de seguridad de Estados con estos fines. El valor real de Internet para gobiernos y empresas está en el control y el acceso al rastro que vamos dejando en la Red. A fin de cuentas, todo queda registrado.

A un gobierno puede interesarle los datos de los que se dispone sobre la ciudadanía, no únicamente de sus gustos, o de su red de amigos. También se puede disponer de los datos de qué rutas siguen para ir al trabajo, por dónde salen o en qué bar se toman unas cañas en la tarde, mediante la geolocalización del móvil que llevan encima. También a qué autobús subieron, gracias a los sensores que están invadiendo las ciudades para controlar el tráfico metropolitano y avisar, por ejemplo, de cuánto tiempo de espera queda para subirse al bus 24.

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