Privacidad y Datos

Creced y multiplicaos, les dijeron a las ristras de bytes

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
16 septiembre, 2016
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Eso es lo que llaman big data. Según la UIT, que ahora le resulta más fácil calcular cuantos habitantes del mundo no están en Internet, el 53% de la población mundial no está usando la Red. No dice que no esté conectado, sino no usando. Desde este punto de vista, puede ser que no lo use, pero como sucede en muchas áreas del planeta, sí está conectado a través de l boca a boca, o de móviles comunitarios, como en las cabinas de teléfono de Bangladesh. El 47%, casi 4.000 millones de personas, ya somos una ristra de números que deambula por la Red. Números que, como dijimos, se encuentran los unos a los otros, se husmean, se tocan, se acarician, procrean, se dispersan (hijo/a, todos los bytes hasta donde alcanza la numeración infinita, son tuyos ya. Y los que vendrán, también, le dijo el bit a sus bytes descendientes) nadie sabe hacia donde, ni siquiera por qué. O sea, ¿resultaría iluso pensar que esos 4.000 millones de ristras de números, posiblemente procreen un par de billoncitos más solo a partir de los rebotes en un día de tu correo electrónico?

Esto es big data. Por eso siempre hay alguien ahí fuera esperándote. No saben a dónde ir, ni dónde encontrarte, ni por qué te están esperando, ni lo que haces y ya no digamos por qué. Pero ahí están, no vaya ser que este mensaje, esta compra, esta fiesta, este agravio, produzca algo de interés. Sean la NSA o la KGB y sus respectivas subsidiarias menores nacionales, los grandes buscadores o las hiperpobladas platafomas de comunicación. o los extraordinarios supermercados que asoman como cornisas de los grandes centros de producción, todos están interesados en lo que no ves: tú convertido en una inocente ristra de números de incalculable valor.

Si pescas ahí, no te hace falta anzuelo ni señuelo. Picamos porque no tenemos otro océano al que huir. O eso es lo que nos han hecho creer. Como las comunicaciones no están encriptadas (ya explicaremos qué es esto y por qué no lo están), no hay forma de mantener discretamente lo que sea que estás haciendo. Y la discreción no es una indicio de culpabilidad, es simplemente una señal de buena educación. A nadie debe interesarle lo que estoy haciendo. Menos aún, incriminarme porque trato de ser educado.

Hemos quedado a las puertas de explicar por qué ningún estado, organización, corporación, empresario -por más bien intencionado que sea-, etc., etc., etc., puede garantizarte la privacidad de tus relaciones o la seguridad de que tu identidad seguirá siendo tuya. Bien, tenemos que abrir esas puertas para ver si entre todos nos aclaramos un poco y encontramos soluciones.

Acompaño este artículo con un ligero vermut sin soda que nos permitirá entender mejor de qué diablos estamos hablando cuando hablamos de privacidad y seguridad en la era de la sociedad de la información, del conocimiento o del apellido que más te guste. Cada trago está fechado, así podemos aquilatar mejor de donde venimos, donde estamos por ahora y cuán tumefacto nos ha dejado el cerebro este cruce entre redes de información que llevamos en el bolsillo y los que han aprovechado la circunstancia para meterse en él. Por más que más de uno se empeñe en convencernos de que esto no tiene solución porque “las cosas son así”, sí, la tiene, aunque nos dolerá encontrarla y aplicarla. Lo bueno de este caso es que nadie ha dicho todavía que sería así. De modo que puedes seguir mientras tanto montado en la ilusión de que no hay nada que hacer. Para que no te sobresaltes cuando veas que sí hay salida.

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