La tecnología en Ortega y Gasset

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
25 septiembre, 2018
Editorial: 241
Fecha de publicación original: 14 noviembre, 2000

Una generación «en forma» puede lograr lo que siglos sin ella no consiguieron
José Ortega y Gasset

Esta semana se celebra en Madrid el Congreso Internacional «Arte, educación y sociedad en Ortega y Gasset» (1883-1955), con el fin de conmemorar el 70º aniversario de la publicación de tres libros fundamentales del pensador español: «La deshumanización del arte», «La rebelión de las masas» y «Misión de la universidad». Nadie que hoy lea, por ejemplo, las conferencias que integran esta última obra sería capaz de adivinar sus siete décadas de vida, tal es la actualidad que se desprende de sus líneas. Ortega y Gasset defendió en los años treinta la necesidad urgente de emprender una reforma de la universidad para adaptarla a sus tiempos y trazó, con argumentos vigorosos, el paisaje sombrío en caso de no alcanzar esta meta. Hoy, al recorrer esas páginas, pareciera que el filósofo hablara de la universidad actual y de las patologías endémicas que le impiden adecuarse a una «[Historia] que, contra lo que se suele creer, cambia a brincos y no sólo ni tanto en lentas evoluciones».

Este es el hilo que orienta sus reflexiones en otra obra fundamental, «Meditación de la Técnica» (*), donde expone una avanzada y esclarecedora concepción sobre la tecnología que todavía no ha calado ni en nuestro mundo académico ni, por lo tanto, ni mucho menos, entre el gran público. Ortega realiza un vigoroso ejercicio de anticipación, que se inscribe en las corrientes filosóficas europeas de la época, para desentrañar la forma como el ser humano se modifica a sí mismo a través de la técnica. «Sin la técnica el hombre no existiría ni habría existido nunca», es la contundente frase con la que inaugura el curso que impartiera en la Universidad de Verano de Santander en 1933 y que después recopiló en un ensayo que, lamentablemente, no logró abonar el pensamiento filosófico español. Todavía lo estamos pagando.

De todas maneras, «Meditación de la técnica» debiera ser de obligada lectura para quien quiera comprender la compleja relación que mantenemos con la tecnología. Ortega y Gasset se adelanta varias décadas a trabajos como los de Herbert Simon para explicarnos que: «Hoy el hombre no vive ya en la naturaleza, sino que está alojado en la sobrenaturaleza que ha creado en un nuevo día del Génesis: la técnica». Esta sobrenaturaleza implica un diseño específico para adaptar el entorno –no nosotros– a la satisfacción de nuestras necesidades relacionadas con el bienestar, un concepto éste cambiante y determinado siempre por las particulares circunstancias históricas de cada época.

La forma como Ortega arremete contra la actitud pacata de la Universidad en relación con la enseñanza de la tecnología no ha perdido un ápice de actualidad. «En las escuelas especiales se enseña a algunos hombres una técnica en especial. Pero ni aún en ellas se enseña lo que la técnica representa en la vida humana, su trabazón con otros factores de ella, su génesis, su evolución, sus condiciones y sus peligros. En cuanto a las Universidades ni siquiera se habla de la técnica –es más, se hizo constitutivo de la Universidad el ser el cuerpo docente que excluye de sí la técnica, dejándola centrifugada y como relegada a aquellas escuelas especiales. Parece implicar esto la convicción de que la técnica afecta a los servicios particulares y secundarios de la vida en que, ciertamente por fuerza, tienen que ocuparse algunos hombres pero que no atañen al hombre como tal». La consecuencia de esta ceguera intelectual, según Ortega, es que los conflictos cogen invariablemente por sorpresa a los individuos educados en la universidad, «entre otras razones, porque no tenían contacto verdadero con la técnica y no incluían en sus previsiones y cálculos los resultados económicos de ésta, no hablemos ya de sus resultados sociales.»

En los años sesenta y setenta, a raíz de la creciente importancia de las universidades tecnológicas y de su dependencia con respecto a las de extracción «humanista», en EEUU se abre un profunda reflexión, encabezada por Herbert Simon, sobre el papel de la ingeniería en una sociedad cada vez más fundida con el desarrollo tecnológico (véase la entrevista con Artur Serra en en.red.ando). Sus trabajos sirvieron para fundamentar la concepción de la «naturaleza artificial» creada por las máquinas y, al mismo tiempo, supusieron un intento –fallido– de aliviar las tensiones generadas en la educación superior por esa rama específica del saber impulsada por la ingeniería. Casi cuatro décadas antes, el filósofo español decía al respecto: «En suma, la separación radical entre la Universidad y la ingeniería es una de las grandes calamidades que ha acarreado la increíble torpeza que el hombre de hoy está revelando en el tratamiento de sus grandes angustias presentes. Esta separación es funesta, por razones diversas pero complementarias, para la Universidad y para la ingeniería.»

Ortega –cuya edición definitiva de sus Obras Completas aparecerá en breve– pareciera hablarnos al oído, hoy y aquí, a medida que desarrolla su compleja y rica concepción sobre la tecnología (técnica en su lenguaje). Aunque lógicamente sus argumentos están ilustrados con ejemplos propios de la época, no pierden ni un ápice de su agudeza –todo lo contrario– si se los apoya con el abrazo globalizador de la tecnología digital. A pesar de colocar a la tecnología como el eje organizador del ser humano, Ortega no alimenta ningún servilismo ante la idea de progreso. Al contrario, su discurso se encrespa contra esa formulación unívoca de la dirección de la historia que hoy parece iluminar, precisamente, a los supuestos «cazadores» del pensamiento único: «La idea del progreso, funesta en todos los órdenes cuando se la empleó sin crítica, ha sido también fatal. Supone ella que el hombre ha querido, quiere y querrá siempre lo mismo, que los anhelos vitales han sido siempre idénticos y la única variación a través de los tiempos ha consistido en el avance progresivo hacia aquel desideratum. Pero la verdad es todo lo contrario: la idea de la vida, el perfil del bienestar se ha transformado innumerables veces, en ocasiones tan radicalmente que los llamados progresos técnicos eran abandonados y sus rastro perdido. Otras veces -conste-, y es casi lo más frecuente en la historia, el inventor y la invención eran perseguidos como si se tratase de un crimen. El que hoy sintamos en forma extrema el prurito opuesto, el afán de las invenciones, no debe hacernos suponer que siempre ha sido así. Al contrario, la humanidad ha solido sentir un misterioso terror cósmico hacia los descubrimientos, como si en éstos, junto a sus beneficios, latiese un terrible peligro». No se pierdan este librito, les ayudará mucho en estos agitados tiempos.

(*) Meditación de la Técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía. José Ortega y Gasset. Revista de Occidente en Alianza Editorial, 1998. Madrid. ISBN: 84-206-4121-9

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