La opacidad de los nuevos medios

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
5 septiembre, 2017
Editorial: 130
Fecha de publicación original: 28 julio, 1998

Mucho sabía el cornudo, pero más el que se los puso

Las recientes encuestas sobre la decreciente confianza en la información de los medios de comunicación tradicionales se ha visto confrontada últimamente con algunos casos donde estos medios e Internet se han encontrado cara a cara. El caso más notorio ha sido el reportaje de la CNN y la revista Time sobre la «Operación Viento de Cola». Ambos medios aseguraron que en 1970 el gobierno de EEUU había utilizado en Laos el letal gas sarín para exterminar desertores del ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam. Un asesor militar de la CNN, Perry Smith, ex-mayor del ejército de EEUU, renunció a su puesto periodístico en la cadena de televisión en desacuerdo con el reportaje y recurrió a Internet para demostrar la falsedad de las alegaciones de la «exclusiva». Según Smith, en tres días consiguió más y mejor información que la autora del reportaje, April Oliver, en ocho meses. Ahora, cualquier internauta puede consultar todos los detalles de la operación en la página de los Boinas Verdes, el cuerpo que estuvo involucrado en las maniobras militares de aquel entonces. El caso arroja una ilustrativa luz, por una parte, sobre la conducta de los grandes medios respecto a la consecución de «grandes exclusivas» y, por la otra, sobre la forma como la información se organiza en la Red a través de una redacción difusa altamente efectiva. Sin embargo, quedan en el aire algunas cuestiones que, sin duda, irán adquiriendo una creciente importancia a medida que la información segmentada de Internet sea capaz de competir cotidianamente con la proporcionada por los medios generalistas del mundo real. Desde este punto de vista, surgen, al menos, dos problemas de trascendencia: quienes son los que proporcionan esta información en red y cuáles son los derechos de uso de los archivos que se están confeccionando en el ciberespacio.

En el caso de la Operación Viento de Cola, los datos e informes más relevantes procedieron de los propios Boinas Verdes, veteranos de Vietnam, oficiales jubilados y medios de comunicación afines a su causa, muchos de los cuales se han creado en los últimos tres años en Internet. ¿Cuál será el destino de estos medios de interés tan específico y de otros parecidos cuando se demuestre que en ellos se encontrarán las informaciones de mayor interés para los internautas? ¿Mantendrán una propiedad diáfana o resultará cada vez más difícil saber quién es el verdadero suministrador del contenido? Estas preguntas no son banales a la luz de la reciente profusión de compras de nuevos medios y de buscadores de éxito por parte de grandes corporaciones que, sin embargo, no aparecen mencionadas en los créditos de estos lugares. El despliegue de muchas de estas compañías suele venir arropado por un nutrido conjunto de medios tradicionales y de nuevos medios que forman un intricado entramado informativo sin aparente relación con la empresa-madre.

Mientras en muchos lugares, dentro y fuera de la Red, se habla de una cierta «crisis de contenidos», la agitación económica reciente parece apuntar a que estamos entrando en una especie de «impasse» antes del lanzamiento de una nueva oleada de iniciativas basadas en los portales, los lugares de visita obligada para los internautas. Estos portales, construidos alrededor de un buen buscador, ofrecen un amplio abanico de servicios donde los nuevos medios desempeñan un papel fundamental para atraer a los visitantes. En junio, Walt Disney le hincó el diente al 43% de la compañía Infoseek, propietaria del buscador del mismo nombre, mientras que la NBC se hizo con el 5% de CNET y el 19% del buscador Snap, propiedad de esta última misma compañía. Una de las empresas más activas en este alto consumismo mediático es la japonesa Softbank, que se ha quedado con la mayoría del gigante Ziff-Davis, que además de una serie de interesantes publicaciones electrónicas también es propietaria de 80 revistas incluyendo PC Magazine Macworld y Yahoo Internet Life.

Muchas veces, detrás de estas compras operan compañías que compiten en otros terrenos, no necesariamente en el mediático, pero donde es fundamental contar con un sólido apoyo de los grandes medios por la envergadura de las inversiones comprometidas y por su carácter efímero, como ocurre con la organización de conferencias y exposiciones. Es el caso, por ejemplo, de International Data Group y Miller Freeman, ambas propietarias de cadenas de periódicos, revistas y publicaciones electrónicas, muchas de las cuales no especifican esta relación. No hace falta mencionar a otros grandes jugadores en esta liga, pues su fama les precede, como Intel, Microsoft o Vulcan, todos ellos muy activos en el mundo de los nuevos medios.

Para complicar un poco más este panorama, en los últimos meses ha aparecido un nuevo actor en el ciberespacio: el intermediario de contenidos que se apropia de trabajos periodísticos sin pagar los correspondientes derechos. No sólo esto, sino que además cobra por vender material que no ha adquirido, ni solicitado permiso para venderlo. Es el caso de Northern Light, una empresa inglesa que tampoco revela el grupo al que pertenece. Su archivo atesora en estos momentos más de cuatro millones de artículos, la gran mayoría de ellos de firmas conocidas en el periodismo anglosajón. Además de reportajes de periódicos de renombre (The Guardian, The Independent, The Economist), también incluye material de revistas científicas y técnicas de todo tipo y temática. La lista de medios de su base de datos es bastante espectacular, como lo es su buscador que no cesa de deparar sorpresas a los inadvertidos periodistas que de repente encuentran cómo sus artículos están en venta sin que nadie les haya avisado de antemano.

Internet por primera vez comienza a funcionar como un gigantesco archivo periodístico capaz de competir con el de los grandes medios tradicionales, algo que muchos expertos descartaban sin la aportación decisiva del material almacenado por dichos medios. Pero, al mismo tiempo, tras este apreciable giro en el carácter del contenido en la Red se comienza a vislumbrar el perfil de problemas de gran calado que hasta ahora se han tratado fundamentalmente desde un punto de vista teórico. Quién está detrás de la información en red, qué tipo de instrumentos se desarrollarán para alcanzar el necesario grado de transparencia en la propiedad de los nuevos medios y cómo se tratarán jurídicamente informaciones etiquetadas con nombre y apellidos, serán algunas de las cuestiones que definirán el grado de credibilidad e influencia del mundo de las publicaciones electrónicas. Y las soluciones, como todo lo que tiene que ver con Internet, no serán sencillas porque no sirven las recetas al uso.

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