Zona de intersección

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
27 junio, 2017
Editorial: 110
Fecha de publicación original: 10 marzo, 1998

En la variedad está el gusto

Las zonas deltaicas son una de las más ricas del planeta desde el punto de vista de la producción biológica. Es el punto de encuentro de dos tipos diferente de aguas, la dulce y la salada, cada una de ellas con aportes distintos, donde la turbulencia de su encuentro genera las condiciones para un intercambio rico, prolífico, denso, de formas de vida e interacciones de ecosistemas únicos, desde los climáticos hasta los terrestres y acuáticos. Por eso, históricamente, alrededor de los deltas han arraigado sociedades humanas, a pesar de que tanta actividad tiene, por supuesto, sus inconvenientes: allí encuentran terreno abonado gérmenes e insectos de todo tipo no siempre muy dispuestos a facilitarle las cosas a los humanos, a quienes no les ha quedado más remedio que ingeniarse vías de adaptación –por drásticas que fueran– para poder sobrevivir en condiciones a veces extremas. Beneficio por perjuicio, la balanza pareció inclinarse casi siempre hacia el primer platillo.

Un entorno parecido comienza a emerger en estos momentos en el lugar más insólito: el mundo real y el mundo virtual, cuyo encuentro está recreando su propio delta, la zona de intersección donde confluyen ríos y océanos de información de características diferentes, pero de una riqueza extraordinaria. Como siempre, no todo es oro lo que reluce ni en sus riberas, ni en sus profundidades. Acechan peligros de todo tipo que, como antaño, vuelven a plantear la cuestión de la adaptación. A mí entender, nos encontramos metidos hasta el cuello en esta fase, en la de la apropiación de este nuevo delta. Cuánto durará es algo que depende, como siempre, de factores incontrolables. Pero todavía no hemos empezado la emigración hacia los nuevos territorios que se extienden más allá. Para que esto suceda se necesita, entre otras cosas, un incremento suficiente de la población que presione hacia la búsqueda de nuevos horizontes.

¿Quiénes conviven en esta zona de intersección entre el ámbito del átomo y el del bit?
Por una parte, están los emisores de información del mundo real, pertenecientes a una cultura basada en la estructuración vertical de la información y el conocimiento, que promueven por ahora la cultura del trabajo «hacia o desde la Red». Allí encontramos:

– Emisores tradicionales de información con medios propios en el mundo real (diarios, radios, TV, publicaciones generales o especializadas, etc.).

– Emisores tradicionales de información sin medios propios en el mundo real (empresas, organizaciones, operadores de telecomunicación, administraciones estatales y locales, ONG, etc.).

– Emisores nuevos de información con o sin medios propios en el mundo real (gabinetes de comunicación o de relaciones públicas, sistema educativo –desde escuelas a universidades y centros de formación–, colegios profesionales, ámbitos locales –barrios, ciudades– colectivos diversos, centros de investigación, entidades de todo tipo, etc.).

Por otra parte, están los emisores de información del mundo virtual, pertenecientes a una cultura basada en la estructuración horizontal de la información y el conocimiento a través de su capacidad propia de emisión de información y de la utilización integrada de los enlaces hipertextuales, la interactividad y una serie de herramientas tecnológicas de «amplio espectro» para diseminar sus mensajes. Son emisores que promueven la cultura de la actividad «en red». Allí encontramos:

– Los emisores tradicionales con medios propios, algunos de los cuales comienzan a producir información de acuerdo con el trabajo «en red».

– Los emisores tradicionales que no tenían medios propios en el mundo real y que ahora sí los tienen en el mundo virtual y descubren la potencialidad de la actividad «en red».

– Los emisores nuevos que, además de funcionar «en red» actúan como promotores de esta cultura.

Del encuentro de todos ellos surge una zona nueva de actividad alrededor de la información y el conocimiento. Una zona, por ahora, fundamentalmente de aprendizaje e investigación, un entorno definido por muchos como la Sociedad de la Información que, como veremos más adelante, no se reduce tan sólo al «Delta Virtual».

La novedad de esta región es que los roles no están definidos como en la fase anterior (o actual, si los puristas prefieren no adelantarse a los acontecimientos). Esto es así por varias razones, todas ellas típicas de los deltas. El concurso de quienes participan en la producción biológica en la zona de intersección se produce de manera:

– Aleatoria. No hay una forma preconcebida de regular el acceso, más allá de las posibilidades de cada cual de arribar al remolino deltaico.

– Continua. El flujo no tiene un horario preestablecido para su llegada al delta.

– Simultánea. No hay una prelación ni una secuencia programada.

– Multilocalizado. Se produce desde todos los puntos habilitados del sistema.

– Multifuncional. Cada uno que accede al delta viene a convivir en un ecosistema común –lo cual aboga por equilibrios hacia la similitud– pero para hacer cosas distintas (dentro del desorden).

El acceso ocurre por todos los puntos del delta, pero al ser éste virtual no tiene la configuración tradicional de un torrente que se adentra en el mar en un punto específico, sino que existe allí donde concurren las condiciones para formar parte de él. Todo lo cual contribuye a la creciente turbulencia del sistema, a multiplicar la riqueza –y los riesgos– de su producción y, por ende, a incrementar las tensiones propias del proceso de adaptación.

En el fondo, lo que está ocurriendo en la zona deltaica virtual es, hasta cierto punto, una amplificación de lo que ya sucedía (o viene sucediendo) fuera: un aumento constante de la información de referencia propia, aunque en un contexto tan estricto que alimentaba (o alimenta) una conflictividad extrema entre las posibilidades reales de absorberla (airearla) y su significación política como forma de expresión de vastos sectores sociales.

Ahora bien, hay una diferencia notable entre la forma de producir y gestionar la información en el mundo real y en el ciberespacio. En primer lugar, y sobre todo, cabe destacar el proceso participativo a escala del propio ciberespacio (aunque cada uno se lo corte a su medida). Esto conlleva, entre otras cosas, a pasar de asumir la labor de recoger, procesar y emitir información en una estructura verticalizada y altamente profesionalizada con tal fin, a realizar esta tarea junto con colectivos nuevos de emisores profesionalizados para cumplirla en el nuevo contexto. O sea, de decir aquí estoy y esta es mi visión de las cosas, a decir con quién estoy y cómo para ver qué visión es la que emerge. Este es un salto que se produce no sólo por «pasar» del mundo real al ciberespacio, sino incluso dentro de éste último ámbito, una diferencia que no es meramente formal: es la que discurre desde trabajar para la Red o desde la Red, a trabajar en red. (Y aquí añadiría un mensaje nada subliminal: es la distancia que separa el póster virtual, donde cada uno canta sus propias virtudes, de la publicación electrónica interactiva).

Finalmente (desde el punto de vista de este editorial, porque volveré al tema desde otros ángulos: tómalo como promesa o amenaza), lo que sucede en la zona deltaica no es muy diferente de lo que sucede en muchas comunidades reales, en nuestra propia sociedad. El trabajo «en red» no es una propiedad exclusiva del ciberespacio, sino una forma de organización que lo trasciende, aunque allí alcance un sentido más rotundo. Los múltiples procesos que proliferan en el delta, por tanto, no discurren en una dirección única hacia el «interior», hacia el ciberespacio. Simultáneamente se orientan hacia el mundo real y tratan de establecer su lógica en ese otro lado de la ribera, donde crece una parte importante de la Sociedad de la Información. O sea, que la zona de rozamiento, de intersección, es y será cada vez más amplia y alcanzará a todas las orillas. El proceso de adaptación, desde esta perspectiva, afectará no sólo a quienes incursionen en el nuevo territorio, sino también a quienes divisen «desde fuera» (si esto es posible) lo que allí sucede con la pretensión de no mojarse los pies.

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