Proyectos RSVC

Locomotora

Enredando
20 febrero, 2017
Fecha de publicación original: 20 marzo, 2017
Página 1 de 1

A finales de los años 90 del siglo pasado, una palabreja pasó a ocupar la atención de medio mundo: deslocalización. Este concepto describía un proceso que alcanzó rápida e inesperadamente proporciones de tsunami: la huída de las empresas de determinados sectores económicos hacia lugares del planeta más propicios a sus procesos de fabricación: mano de obra abundante y barata, menores costes de producción y distribución, materias primas a precios más bajos, etc. De la noche a la mañana, como aquel que dice, numerosas ciudades europeas se encontraron ante la inédita tesitura desde la revolución industrial de perder precisamente su base industrial, una sangría incontenible con una ristra de efectos colaterales insalvables: necrosis social, pérdida de capital humano, rápido envejecimiento de la mano de obra, cierre de negocios de todo tipo, disminución de la actividad socio-económica, búsqueda de otros horizontes por los jóvenes…

Mataró, una ciudad de base textil a 30 kilómetros de Barcelona, sintió en pleno pecho el impacto del éxodo hacia el sudeste asiático o, directamente, del cierre de empresas que no conseguían resistir las nuevas fuerzas competitivas que se habían apoderado del mercado. En poco tiempo, la ciudad comenzó a mostrar los síntomas de un serio declive. En esas circunstancias, el gobierno local arbitró un Plan Director para actuar sobre el territorio, y un objetivo que encajaba con el clima de aquellos años:la transformación de la ciudad industrial en una ciudad del conocimiento. Sin embargo, más allá del enunciado, pocos sabían en qué consistía en realidad una ciudad del conocimiento, qué políticas, procesos o alianzas eran necesarias para alcanzar semejante objetivo y, sobre todo, qué resultados eran los que se buscaban para superar la crisis.

El mayor inconveniente, pero sin alternativas para los que dirigían este proceso, era que el formato para acordar y decidir políticas de sociedad del conocimiento era típicamente industrial: reuniones periódicas con un selecto grupo de personas a quienes se les suponía la autoridad y conocimiento necesario para pilotar la iniciativa, elaboración de documentos y nuevas reuniones para comentar los materiales. El proceso no avanzaba a la velocidad necesaria dada la gravedad de los problemas a los que había que encontrar solución.

En esas circunstancias, los directores de la Fundación Tecnocampus, creada entre otros fines para conducir esta iniciativa, conocieron por casualidad los trabajos que estaba haciendo Enredando.com en el campo de las redes de conocimiento. Y así surgió la idea de encargar una red de este tipo, la primera red de conocimiento en Internet de la que tengamos noticia que trataba de establecer consensos políticos y socio-económicos para la gestión de un territorio urbano. El 29/9/2002 se abrió Locomotora, nombre que se le dio a la red en honor a que la primera locomotora de vapor en España se instaló en Mataró. La red funcionó durante casi un año y su membresía osciló entre 240 y 300 personas, la mayoría de la propia ciudad de Mataró, pero también aparecieron mataroninos que estaban en otras partes del mundo y que quisieron aportar sus puntos de vista, ya fuera interviniendo directamente en los debates o aportando documentos e informes que permitían delimitar el rango y alcance de los problemas que se estaban abordando. En muy poco tiempo, se formó un núcleo de personas interesadas en participar activamente en la definición de las políticas que pusieran a Mataró en el camino de una ciudad del conocimiento.

Al final de este proceso se realizó una síntesis de los materiales y las discusiones y se celebró un encuentro en el que se definieron los ejes políticos que debían guiar la recuperación de la ciudad, como la creación de un semillero de empresas de servicios, un plan de formación para la Escuela Politécnica basado en las nuevas tecnologías o la celebración de encuentros periódicos orientados a la diseminación de las tecnologías de la sociedad de la información que derivaron hacia ferias digitales anuales.

Locomotora dejó de funcionar, por una parte, por decisiones que tenían más que ver con el celo político ante la dinámica de un espacio virtual donde, en principio, los miembros de la red podían expresarse con total libertad y, por la otra, debido a la propia evolución del uso de estas tecnologías que propiciaba un cambio de rumbo con mayores implicaciones sociales. De todas maneras, la red Locomotora permanece como uno de los primeros ejemplos en el mundo en el que trataron de abordarse en un territorio urbano problemas socio-económicos de una gran complejidad mediante un trabajo colaborativo en red por personas que no se conocían, que no se hablaban habitualmente en el mundo presencial, pero que, desde sus diferentes posiciones, aspiraban a objetivos similares: la recuperación de la ciudad tras la gran crisis textil.

print