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¿Quién está detrás? (Parte 1)

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
27 octubre, 2017
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De todos los adjetivos con los que se ha tratado de entender el procés independentista de Cataluña, o como queramos llamar a lo que está sucediendo en este pequeño retazo de la Tierra, me quedo con las dos primeras acepciones de la RAE de estrambótico. No solo me parece que este adjetivo es el que mejor define la sucesión de acontecimientos que nos están endilgando desde que nos pusieron este asunto en la mesa a la hora de desayunar/comer/cenar, sino que también es un excelente bisturí para destripar los discursos habidos y, sobre todo, los no habidos, encargados de explicarnos el azote de acontecimientos diarios que, al parecer, nos merecemos. Como con los habidos, de una u otra parte, ya hemos sufrido bastante castigo, así como con la consiguiente supremacía del márketing sujeto a un irrebatible relato, voy a tratar de exponer algunos de los personajes y acontecimientos de los “no habidos”. Ya sé que la pretensión de conseguir alguna claridad al respecto es tan inútil como especular sobre en qué piensa Puigdemont, por poner un ejemplo, cuando se sienta en el trono del retrete. Pero, como se suele decir en estos casos, merece la pena intentarlo.

Lo interesante de los no habido es que funcionan como una raspa en la garganta y, sin embargo, aunque duelan, los aceptamos con una ignorancia e ingenuidad enternecedora. Si el procés ocurriera en, digamos, Congo o Malasia, países con vastas reservas de coltán y petróleo, inmediatamente nos preguntaríamos: ¿Quién está detrás? De hecho, no hay conflicto conocido en el planeta, desde el siglo 18 hasta hoy, que no haya suscitado o suscite el interrogante. ¿Qué nos pasa en Cataluña, donde avanzamos por un sendero desconocido al que solo podemos mirar a través del cristal deforme de parangones de extraña resonancia, todo ello entre el jolgorio y el riesgo, entre el paseo multitudinario por el valle y la carrera a la pata coja por el borde del precipicio, para que no nos hagamos la maldita pregunta? Aceptamos con una simpleza extraordinaria, estrambótica, que vivimos en un mundo global, dibujado por intereses amistosos y hostiles, pero aquí eso parece que no. Aquí se trata tan solo de la legítima aspiración del reconocimiento de identidades trituradas por malditos conquistadores. Si hay buenismo en la historia, esto ya es la repanocha. ¿Si? ¿Es solo eso? ¿No hay nadie detrás?

Bueno, a lo mejor no, pero vamos a especular con los posibles intereses de unos cuantos. A fin de cuentas, la conspiración es lo único que nos puede decir cómo saltamos desde donde estamos hasta algo que desconocemos. Lo demás es pura profecía. Y eso, no, por eso me descargo de responsabilidad (disclaimer): a lo mejor todo es mentira y sí es cierto que tan solo nos estamos endulzando con un maravilloso ejercicio conspirativo. Vete a saber. Pero esto está escrito con ánimo de recordar que si, como dijo Ciro Alegría, el mundo es ancho y ajeno, entonces ese mundo, el nuestro, no empieza ni termina en los límites de la Cataluña pro o contra independencia. Por tanto, ¿quién está detrás?

Empecemos por el Rey Felipe VI. Sus dos últimos discursos son tan claros como los de Ricardo Corazón de León (conocido como “Òc e non” -‘sí y no’-.): ¡Oh, gran Saladino, o sales de Jerusalén o te tiro una tercera cruzada y pongo al frente nada menos que a mi madre, Leonor! Saladino, que realmente era grande, no solo entre los suyos, pero no necesariamente versado en el arte de las comunicaciones, no entrevió lo que se le venía encima, pero a Ricardo, entre el sí y el no, tampoco le quedó claro quién había ganado. Pues bien, el Rey Felipe VI le dijo claramente a la bicefalia catalana: se acabó el brócoli. O dais marcha atrás, o vamos a por vosotros. Sois los que habéis traspasado los límites, habéis sido desleales, habéis roto la ley y lo vais a pagar. Puigdemont, con ese desarmante candor provocador que le caracteriza respondió: No ha dicho nada sobre diálogo. Así no se vale.

Uno supone que al Rey no se le ocurrió lo que dijo en la soledad de su palacio. Estas cosas, a estas alturas, requieren de algún que otro consejo de los amigos, como la OTAN, por mencionar a algunos de sus posibles seguidores. SMS del tipo: “Si les vas, silba, y vamos contigo” deben haber llegado a su móvil procedentes de este tipo de organizaciones, u otras, o de alguna que otra de las monarquías europeas, apoyadas al mismo tiempo, claro está, por gente de juntas mayores, no necesariamente empresariales, preocupados todos, como Junker, por ese inesperado fraccionamiento del continente, empezando por esta pieza del dominó en el que vivimos.

Los comentarios que suscitaron los dos discursos del Rey me parecen impropios de los llamados analistas políticos -muchos de ellos europeos y estadounidenses- que con inmisericorde raciones diarias, saturaron y saturan con tenacidad y empeño una parte considerable del espectro electromagnético. Escuchándoles, a veces uno desearía que el espectro tuviera piedad de nosotros y les metiera el electromagnético por alguna parrte que les obligara a reconsiderar sus reputados análisis, dicho esto, claro está, sin ánimo alguno de apoyar la tortura como respuesta a las barbaridades que nos hacen soportar, hora sí, hora también. No nos despistemos: El Rey, pues, ¿está detrás? ¿Interesado en que esto de la independencia prospere? ¿Hay negocio, reafirmación, algo más que prestigio?

Seguimos. La derecha. ¿A qué juega la derecha española y, ya que estamos, la europea? Artur Mas, president impuesto por el corrupto Pujol en primer lugar, después electo, neoliberal de insignia, peluquero de la salud, la educación, etc., de Cataluña, abre la fiesta y nombra president con su dedito sonriente a Puigdemont, después electo, digno afiche de la derecha y sin ni un solo recauchutado social mencionable en su haber. De repente, sin avisar “agua va”, se pone al frente de uno de los movimientos sociales más extraordinarios de los últimos 40 años en España, y se lanza con el paracaídas cerrado contra la otra derecha que gobierna el Estado Español, es decir, España, contra la que tiene en su propia casa y, como no le queda más remedio, contra la que se sienta en el Parlamente Europeo.

Notable. Pelea de derechas. Ha sucedido muchas veces veces en otras partes del mundo. Pero, en este caso ¿qué quieren conseguir? ¿que es lo que todavía no les hemos dado aparte de una cacho considerable de nuestra miseria? Si nos lo dicen claramente, a lo mejor resolvemos este estrambótico laberinto de una manera más civilizada, que es lo que hacíamos antes de que ellos irrumpieran en el escenario atropellando hasta al apuntador.

¿Está la derecha detrás de este ejercicio de implosión controlada? ¿Por qué y cómo? Por soltar otra tontería: ¿quiénes son los que se benefician de esta estrategia de gestión de la psicología de masas mediante la búsqueda de un coitus interruptus nacional: ahora te doy, ahora te quito, ahora vamos con la puntita, ahora te amenazo con toda de golpe, ahora como no me demuestras que gozas, vida, te vas a enterar de la que te suelto…? ¿Quién está detrás, quién orienta, gestiona y se beneficia de los resultados? ¿Los veremos alguna vez en Nature?

Esto nos conduce a otro universo de problemas. Muchos, no sabemos cuantos (no nos dejan hacer sondeos, ya sabes), tenemos la impresión de que, desde hace muchos años, sufrimos una despolitización galopante, entre jóvenes, mediana edad y adultos. Y lo estamos pagando, no solo ahora con el procés, sino con el tipo de vida que nos permitimos, en general.

Los de mediana edad y los adultos, sin exagerar, a veces suelen saber de qué se habla. A veces. Pero esto de la edad da para desfilar en la calle, no para subir al púlpito. Tienen experiencia, entienden bastante de lo que está pasando, pero solo les dejan decirlo cuando aparece el tontaina de turno con la alcachofa de una TV. No es fácil en esas circunstancias, ni en el día a día, articular socialmente un conocimiento y experiencia válidos. Hacerlo a través de los partidos actuales representa, en muchos casos, renunciar a posiciones vitales que se han defendido contra viento y marea y han cimentado una vida. Y no estamos en condiciones de dar semejante paso en las circunstancias actuales, aunque la argolla cada vez apriete más.

Pero ¿y los jóvenes? Desde hace años tengo la costumbre de que, cuando hay follón en las calles, voy, miro, me meto en la rebelión de las masas que diría el otro, hablo, me hablan, tanteo el calor de la piel. No es un trabajo científico ni mucho menos. Tan solo vale lo que vale el interlocutor. Empecé esta costumbre en Argentina, cuando un día de 1966, regresando a casa, casi me atropella un tanque que participaba en el golpe de estado del general Onganía contra el presidente Arturo Illía. ¿Adónde vas? le pregunté al tanquista en plena Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. “No sé, nos han dicho que viniéramos aquí. Parece que hay un golpe de estado. ¿Vos no sabés nada?”

Depuré este hábito en Perú en los años de Velasco Alvarado (empezaba una guerrilla castrista y varias ciudades andinas comenzaban a aplicar el principio de Ciro Alegría), en el Chile de Allende, en las huelgas mineras contra los conservadores en Inglaterra, que el primer ministro Heath trató de calmar con leña en las calles por parte de la policía y poca leña en los hogares para calentarse. De ahí podemos saltar, para abreviar, al 15-M en la Plaza Cataluña, donde, por estar mirando, casi me rompe la cabeza  uno de los nuestros vestido de Mosso d’Esquadra, mientras otro de los suyos arrastraba a una mujer de los pelos hacia el furgón.

Bien, en estos días de marchas multitudinarias he cumplido de sobra con mi ración diaria de varios kilómetros de caminata. Particularmente interesante la del 3 de octubre, el día de la huelga general convocada por el gobierno catalán (¿estrambótico dije?). Salí de casa a las 10 de la mañana y regresé a las 20:30. Tenía cansancio hasta en la lengua. En la Plaza Universidad me senté (¡por fin!) con varios corrillos de estudiantes. Y tuvimos algunas discusiones muy interesantes. Por ejemplo, la independencia había desaparecido del horizonte reivindicativo. La cuestión central era la salida de los cuerpos represivos «españoles» de Cataluña. Si se iban, la felicidad, o la paz, o el nosaltres, o incluso la civilización, regresaría. Es curioso los efectos estrambóticos que produce esto de la derecha contra la derecha.

Entonces, allí, sentados en la plaza, entramos en materia. Ante los sucesivos requerimientos, expliqué que yo hablaba en castellano porque ejercía mi derecho a decidir, algo que el artículo 3 de la Constitución me reconocía expresamente. Por tanto, les dije medio sonriendo, estaba dentro de la legalidad. Y vosotros, ¿habéis leído a Josep Plá en catalán, por citar a un autor de referencia, algo como el Quadern Gris? 7 u 8 no le conocían, otros sí, pero no lo habían leído. Otro había leído dos libros de la colección completa que había en casa, pero no el Quadern Gris. ¿Y tú, lo has leído en catalán? Sí, claro, me gusta la literatura y el ensayo, si puedo leo en la lengua original, cosa que afortunadamente puedo hacer en catalán, si no, pues a por la traducción. Pero, bueno, esto tiene tanta importancia como que me guste leer este tipo de cosas.

Josep Pla

Las charlas solían ser tranquilas hasta que llegábamos a asuntos ligeramente inquietantes. ¿Qué pensais de que la UE no parece admitir el procés y menos los resultados del domingo 1 de octubre? Respuesta casi unánime en todos los corrillos visitados (4, un total de 20 personas, más o menos). Los que declararon que fueron a votar Sí en el referendum: No importa, tendremos nuestro país, seremos los dueños de nuestro destino, lo cual nos hará muy felices y seguro que saldremos adelante (palabra de más o de menos). Los demás, dudas.

¿Y si las empresas se van? (en ese momento se hablaba de esa posibilidad y no se había producido todavía el aluvión de traslados de sedes del final de esa semana) ¿Y si se llevan incluso la producción a otra parte de España o del mundo? ¿Qué haríais? Volvía a repetirse el no importa. Vale, ¿pero sabíais que algo parecido a esto ya sucedió otra vez en Cataluña, que hubo cese o abandono de instalaciones productivas y se plantearon soluciones por gente que a lo mejor eran vuestros padres o abuelos? ¿Lo sabéis?

Esta pregunta, en el tono imperativo de un examen, no cayó bien. Sobre todo porque ninguno, ni uno, se atrevió a avanzar una respuesta. Pues hubo organizaciones, como la CNT, entre otras, que plantearon la toma de fábricas para continuar con la producción… ¿Esos, la CNT, no eran anarquistas? Hasta ahí llegamos. Estábamos sentados en Plaza de la Universidad, de Barcelona, a un par de manzanas de la Plaza de Cataluña, a tres del edificio de la Telefónica… No es que tengan que conocer hechos históricos como si fueran dinastías monárquicas, eso no sería cultura política, sino buenos ejercicios de memoria. La cuestión es que el contenido crítico de una visión política local y universal en el eje del independentismo de los que, por ahora, constituyen la reserva espiritual del procés, o no está, o está poco para ser justos. Cabe preguntarse, como en las instancias anteriores, ¿quién está detrás? ¿quién lo ha permitido o promovido, o ambas cosas? ¿quien sabe, como parte de este ejercicio de psicología de masas, que si tocas o refuerzas determinados sensores la respuesta  prácticamente, o bastante, está neutralizada de antemano? ¿Está pasando algo así en el caso de la política independentista en Cataluña?

Repito que estas incursiones no representan encuestas con valor significativo. No existe tal cosa en el procés. Ni antes, ni ahora. Todavía no sabemos quiénes somos, ni donde estamos. Se tome la deriva que se tome, o se quiera tomar, nadie sabe cuánta gente se podría subir al barco, o si lo hace para llegar a algún puerto, o si es para hundirlo, incluso aunque no lo pretenda. Por eso, más que nunca, ante esta persistente negativa a saber quiénes somos, cabe no solo preguntarse, sino gritar: ¿¡¡Quién está detrás de esta ingeniería del sí o del no!!?

En la próxima entrega pasaremos al otro paisaje, que es adonde conduce la pregunta de marras: el escenario internacional ¿Quién está interesado, no sólo precisamente como simpatizante, sino como apoyo operativo integral, en que el independentismo de Cataluña funcione y, por ende, provoque las fracturas y recomposiciones que anida en su huevo? Tratar de responder a esta pregunta significa pasar a otra escala. Tenemos que examinar y analizar quiénes se beneficiarían directamente de la ruptura y entonces, por tanto, su apoyo no es solo telefónico o de agitación de banderas, sino material. Este es un intercambio de cromos que sí permite asegurar a jóvenes, mediana edad y mayores: No os preocupéis, está todo asegurado.

Si es así, entonces, lo urgente es saber ¿quién está detrás?

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