Privacidad y Datos

¿Mentiroso yo? (*)

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
22 diciembre, 2017
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Durante siete meses, los investigadores invadieron la red Internet Relay Chat (IRC). Posiblemente usted o no la conozca, o le suene como un eco lejano, o estuvo en ella hace muchos años, cuando insultar en la red todavía alarmaba a las almas sensibles de la época, como la de Bill Clinton. Pero las cosas ya habían cambiado definitivamente en la Red, sobre todo a partir de 2004. Los pescadores de Carnegie-Mellon lanzaron sus redes, en otras palabras, sus herramientas informáticas propias diseñadas para detectar bancos de peces comportándose de manera sospechosa. ¿Resultado? Una pesca de unos 13 millones de mensajes.

De esta manera confeccionaron un mapa preciso de ese mercado, lo cual les permitió medir amenazas potenciales, adelantarse en el diseño defensas y, en última instancia, decidir dónde había que introducir agentes propios cuyos estudiados mensajes – psicología social, contrapropaganda, avalancha de calumnias… – crearían desconfianza, desviarían la atención hacia objetivos falsos y desestabilizarían el mercado. Por si no fuera suficiente, también estudiaron y propusieron saturar con mensajes falsos algunos de los foros que constituían la columna vertebral del IRC, con atacantes preparados para impedir que funcionaran los sistemas de verificación de las transacciones, lo que se llama en inglés “el ataque de Sybil”. Entre la batería de medidas incluidas en el artículo final de la investigación, destaca el “ataque con calumnias” a fin de arruinar la reputación de los delincuentes.

Los autores, algunos de los cuales pertenecían al Ministerio del Interior de EEUU, recomendaron que o se ponía en marcha esta «política» de inmediato, o se haría más adelante para comprender mejor los mercados ilícitos que crecían en Internet.
Estas propuestas alarmaron a muchos de quienes las conocieron, a pesar de la ignorancia supina sobre sus consecuencias. Hubo empresas que al conocer la investigación y los resultado obtenidos a escala experimental, señalaron de inmediato los riesgos, sobre todo porque en aquel entonces se preparaban para desembarcar en Internet con sus flamantes tiendas online. Acciones de este tipo suponía no solo “alertar al enemigo”, sino poner en tela de juicio el valor real del mercado de la Red.

Dicho en pocas palabras, hay muchos poderes fuera de la Red que saben perfectamente de qué hablan cuando acusan al vecino de lo que hace en la Red. Fundamentalmente porque lo hacen ellos también, que es una de las pocas formas, sino la única, de tener una idea de lo que sucede en el territorio virtual. Sobre todo desde el punto de vista de la vigilancia y de la creación de torbellinos de confusión en momentos concretos de la vida de las sociedades. Y no hablamos solo de elecciones, sino de asuntos más graves, como ese juego de golpear aquí, para que ellos se maten allí. Las razones pueden ser múltiples, pero la crema estimulante prácticamente en todos los casos es la codicia, para la que no hay forma de encontrar por lo menos un remedio que la suavice.

Otra cosa, insisto, es cómo tratamos estos fenómenos de malabarismos con la información que llevan camino de convertirse en parte del cambio climático virtual. En su momento, y fue solo un momento, nos avisó Snowden, pero casi nadie se acuerda de que todavía sigue vivo, y neutralizado.

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(*) Este artículo es una ampliación del publicado por LAFH en la contraportada del semanario L’Independent de Gràcia el 24/11/2017

Algo más sobre propaganda sumergida o vigilancia subvirtual:
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Las orejas del lobo
Carrusel de identidades
Crisis de identidad virtual
El mercado sumergido de la Red
Una red con demasiados agujeros
El ojo del correo electrónico
El espía indiscreto
Vigilar al vigilante

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