Operación Delta

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
27 junio, 2017
Editorial: 109
Fecha de publicación original: 3 marzo, 1998

Quien de otro se fía, ya llorará algún día

La calidad del contenido de la información que encontramos en Internet es uno de los aspectos que más preocupa a sus usuarios. «Infobasura» es una expresión frecuente en boca de muchos internautas para designar algo tan etéreo como la calidad de la información que encuentran en la Red. Antes de meternos en honduras, no deberíamos olvidar la frase lapidaria de Robert Pirsig: «La calidad es una experiencia directa, independiente y anterior a cualquier abstracción intelectual» (Lila: An Inquiry Into Morals). Lo que para unos es una gema informativa que les puede llevar en volandas hacia una parcela específica del conocimiento, para otros puede ser «inforruido», contaminación destinada al vertedero digital. Si hablamos de un universo tan complejo como el del ciberespacio, al que llegamos cada uno con una carga personal concreta de lo que constituye ese preciado bien de la información de calidad, no debería ser difícil hacernos cargo de cuán complicado es establecer reglas generales al respecto. Complicado y casi imposible. Lo cual no quiere decir que no merezca la pena intentarlo. Sin duda, uno de los grandes proyectos que Internet está proponiendo –y que aún no se ha emprendido en toda su envergadura– es el de saber cómo estamos negociando el concepto de calidad de cada uno de los emisores de información y cuál es su resultado. Es decir, cómo nos comportamos a la hora de colocar y buscar contenidos en la Red. Este ejercicio debería resolver muchas de las incógnitas actuales sobre qué hacer y cómo en Internet.

En principio, está claro que el mundo de la información no es unívoco. Si damos un paso atrás y nos situamos en la era pre-Internet, las fuentes de información existente, sobre todo los medios de comunicación, son un claro ejemplo de esta constante dicotomía entre información de calidad e información basura. La Red ha magnificado este proceso. Ahora bien, ¿cómo podemos medir de una manera «objetiva» la calidad? ¿Basta su simple cuantificación desde el punto de vista del número de consumidores? ¿Se elige un jurado para premiarla y distinguirla del resto? ¿Usamos el baremo de los galardones, las clasificaciones o las encuestas, con todos sus inherentes defectos y perversiones, tal y como se ha hecho hasta ahora para potenciar un tipo de información frente a otra?

En EEUU ha comenzado un interesante debate al respecto en diversos foros y listas de discusión. Y algunas organizaciones han emprendido el camino de medir ciertos factores para averiguar «qué está sucediendo». Hay quien incluso ha desarrollado una matriz para evaluar y analizar el contenido de Internet. Este problema, en principio, puede abordarse desde dos puntos de vista: el del comportamiento del usuario y el de los emisores de información. Para analizar ambos aspectos tenemos muy poca información de referencia y, lo que sorprende aún más, pocos proyectos que traten de clarificar este importante campo. De lo que hay, merece la pena mencionar:

MSBNC encargó a Market Facts un estudio para determinar cómo los usuarios se procuran las noticias. El trabajo de campo –insisto, con todas las deficiencias de este tipo de encuestas– arroja algunos resultados sorprendentes. 20 millones de internautas utilizan Internet como su primera fuente de información para conocer y seguir las noticias (un 53% de la población total de usuarios de EEUU según los encuestadores). Los porcentajes son más altos para los consumidores de TV, periódicos y radio. Al referirse a algunas parcelas, sin embargo, Internet aparece en el primer lugar, como por ejemplo para las informaciones financieras. Los autores del estudio aseguran que las noticias más recientes, como el caso Lewinsky, los Juegos Olímpicos de Invierno y la crisis de Irak, han registrado un crecimiento espectacular en su seguimiento a través de la Red. Diversidad, fuentes alternativas, otros enfoques, actualización de la información y la interacción entre amplios grupos de emisores, son los factores que están en la base de este incipiente alud. Desde este punto de vista, concluyen –con el optimismo que se les supone, pues este era un punto que lógicamente querían demostrar– que el diario digital «continuo» parece tener un gran futuro. En el estudio no se hace todavía una clara distinción entre lo que es la búsqueda de noticias y la de informaciones sobre temas específicos, algo que, sobre todo en el último caso, determina en gran medida el comportamiento de los usuarios. Además, este es un factor de creciente importancia porque es donde reside gran parte del valor añadido de la Red.

La otra parte de la ecuación la constituyen los propios medios de comunicación, que en estos trabajos de medición del comportamiento de los usuarios respecto a las noticias son tomados como los puntos de referencia. La encuesta «Media in Cyberspace» asegura basar sus resultados en entrevistas con editores y periodistas de 6000 diarios y revistas. Hay dos conclusiones significativas. Por una parte, el 50% de los profesionales encuestados asegura que busca diariamente noticias en Internet para escribir sus artículos. Por la otra, el 20% de los diarios revela que sólo 5% de su contenido en la Red es original. Aunque las cifras vayan en aumento respecto a estudios de los años anteriores, éstas descubren que los medios de comunicación todavía no han iniciado el tránsito hacia la publicación de contenidos propios en el ciberespacio. La mera transposición de los contenidos publicados en el formato habitual sigue siendo la regla. Lo cual se da de cabeza con la actitud de sus propios periodistas y con la de los usuarios que, de manera creciente, también buscan en el ciberespacio su primera fuente de información.

Estos y otros trabajos muestran, al mismo tiempo, el divorcio entre las redacciones de los formatos habituales y las dedicadas a alimentar la edición online. No se conocen todavía medios que hayan iniciado el gran «experimento deltaico» que propone la Red: publicar allí las historias que no tienen cabida en el formato habitual. Las pocas experiencias que existen al respecto fían la tarea a las redacciones online, pero no son ellas las que buscan y desarrollan noticias e información, sino el periodista de la redacción. La redacción online, por lo general, o mejora la información que procede del formato habitual o apuntala algunas noticias con los teletipos de las agencias de prensa. Pero no aporta contenido propio, es decir, no eleva la calidad del producto que el propio medio elabora a través de la actividad de sus profesionales de la redacción.

El «experimento deltaico» que propone la Red debería seguir una serie de pasos:

– Abrir páginas en la Red a las secciones más potentes del medio por la naturaleza de su audiencia (local, nacional, internacional, economía, ocio, etc.), las cuales pueden mantener la misma estructura respecto al proceso de toma de decisiones de política editorial sobre el material que se publicará allí.

– Preparar a los periodistas para que aprendan a publicar en Internet.

– Una vez que se decida la composición del medio en su formato habitual, escribir las historias «desechadas» para su publicación en la Red con los enlaces que requieran.

– Establecer interacciones con otros emisores relacionados con la información del caso. Es decir, anclar la versión digital en su entorno natural dentro del ciberespacio.

– Crear mecanismos para evaluar la información online y proceder a su trasvase al formato habitual cuando ésta lo requiera por su impacto (una medida imposible de realizar si sólo se procede a su desecho por falta de espacio u otras consideraciones en el formato habitual).

– Evaluar los resultados del experimento desde el punto de vista de formación de la redacción, de la organización necesaria para conseguir los objetivos fijados, de la naturaleza y las relaciones con las nuevas fuentes, del alcance real de las informaciones emitidas online y de su peso en los contenidos habituales del medio.

El experimento, pues, debe conducir a la creación de un área de negociación donde se decidirá la relación concreta entre la información habitual del medio y la que éste sólo coloca en la Red. Esta zona, la que intersecciona entre el formato habitual y el nuevo, es la que todavía no han creado las empresas de comunicación, ni, por tanto, han probado sus propios profesionales. Y es en esta zona deltaica donde posiblemente se decidirá la calidad de los contenidos digitales que proceden del mundo real y, de paso, el tipo de producto informativo global (mundo real/mundo virtual) que sostendrá a los actuales medios de comunicación en un paisaje modificado por las publicaciones electrónicas nacidas en la Red y los nuevos hábitos de los internautas.

Agradezco la crítica del amigo Javier Creus al contenido de los editoriales de en.red.ando. A él debo la idea de estimular a los lectores de la revista para que emitan también su opinión al respecto y colaboren en elevar la calidad de la revista (siempre que pueda y sepa cómo). Espero extraer de vuestros descarnados comentarios una orientación sobre los contenidos que os llegan semanalmente. Algunos ya lo hacen mediante mensajes privados en los que, sin embargo, prima más el gesto de ánimo que el examen puntilloso. No os privéis. Internet lo permite y merece la pena utilizar los recursos de la Red con este fin.

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