Ni inglés, ni latín: EuroNet

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
24 julio, 2018
Editorial: 222
Fecha de publicación original: 4 julio, 2000

Revueltas andan las cosas: las ortigas con las rosas

La próxima ampliación de la Unión Europea hacia países del Este creará un espacio político, social y económico donde se hablarán 22 lenguas. ¿Cómo repercutirá esto en el desarrollo de Internet a escala europea? ¿Lograremos vernos a través de la Red? ¿Haremos algo entre nosotros a escala regional y local o, como sucede ahora, serán más fáciles las relaciones con ámbitos más «globales»? Hasta ahora, tanto fuera como dentro de la Red, el idioma de intercambio en Europa es el inglés. Sin embargo, en muchos países, con el aumento de la población conectada y el crecimiento del comercio electrónico, cada vez es más importante la publicación de contenidos en la lengua local. La Unión Europea sabe que gran parte del éxito de la Sociedad de la Información en el continente depende de que esta diversidad lingüística logre expresarse, de una u otra manera, a través de Internet.

La Comisión Europea convocó la semana pasada en París a una docena de empresas –entre las que se encontraba Enredando.com– para debatir cómo crear contenidos «pan-europeos». Los interlocutores cubrían un amplio arco de la producción de contenidos, desde Reuters y Havas a EurActive.com o Europeonline, proveedores de servicios lingüísticos como Berlitz o Softissimo, empresas de publicidad como 24/7Europe, además de expertos de la Comisión y de las empresas consultoras Equipe y Electronic Publishing Services (EPS). La Comisión reconoció que se encuentra ante un dilema bastante intratable, por lo menos en esta fase de crecimiento acelerado de los servicios de Internet en todo el continente. Por una parte, muchas empresas consideran, con razón, que lo «global» es más productivo que lo «europeo». Por la otra, no se sabe muy bien cuáles serían los negocios o actividades «traducibles» a otros países, por más que estos compartan un espacio político común pero de una innegable diversidad cultural.

La expansión del inglés como «lengua franca» –lo del «latín de la Edad Media» es un poco exagerado– es un dato incontrovertible en estos momentos. La propuesta de Chirac de que sea obligatoria la enseñanza de tres idiomas en todo el continente es un reconocimiento de este hecho, así como del temor por la pérdida de importancia del francés y el alemán en las transacciones europeas. Curiosamente, el Eurobarómetro de abril de este año señalaba que las lenguas más útiles –además de la propia– eran, por este orden, el inglés, el francés, el alemán y el castellano. Sin embargo, en la enseñanza, el castellano ocupa el tercer lugar (38%), muy por encima del alemán (28%). Y aunque es la lengua dejada de lado sistemáticamente en el funcionamiento de la Unión Europea, es también, junto con el inglés, la de mayor crecimiento potencial en la Red por la presencia creciente de América Latina y de las comunidades hispanas de EEUU.

Ahora bien, una cosa es el inglés como lengua de intercambio, negociación y comunicación cotidiana, y otra es la lengua en la que se solicitarán contenidos a través de la Red. A medida que aumenta la población conectada, también aumentará la demanda por contenidos en lengua propia. No es fácil leer materiales de una cierta complejidad e interactuar a través de las redes en otra lengua, sobre todo si hay que escribirla con el fin de obtener resultados. Previsiblemente, a medida que se hagan más complejas las relaciones sociales en la Red y el mundo de los negocios constituya tan sólo una capa más de una multiplicidad de actividades –como la educación, la salud, las redes ciudadanas, etc.–, las lenguas maternas irán emergiendo como el territorio natural de la interacción virtual. Fiarlo todo al inglés es desconocer que ya, en estos momentos, el predominio de este idioma se está convirtiendo en una barrera cada vez más importante para funcionar en Internet, por encima incluso del «analfabetismo digital» (escasa formación en el uso de las máquinas y las redes).

Los países nórdicos, donde la penetración del inglés es sin duda la más alta del continente (100% de los estudiantes secundarios de Suecia y Finlandia se pueden expresar en esa lengua), y donde las cifras de población conectada son las más altas de toda Europa (superan incluso a las de EEUU), apenas son visibles a través de la Red para el resto de UE. Y lo mismo se puede decir de los otros países miembros. La vasta mayoría de servicios online apuntan, de una u otra manera, hacia EEUU, incluso aunque se hayan diseñado con una innegable estrategia local. En otras palabras, todos «vemos» más lo que sucede en la Red en Oregón y California que en Estocolmo o Copenhague, a pesar de que en todos los casos se utilice el inglés como denominador común.

El valor de esta lengua, como ya sabemos de sobra, no es igual para todos. Su potencialidad sube muchos enteros cuando pasa por el tamiz del poderío mediático y cultural estadounidense. Queda en un segundo plano su indudable valor de comunicación entre el resto de países que la adoptan como propia. Pero cuando descendemos a la Red, donde habitan millones de personas, decenas de miles de pequeñas y medianas empresas, en el medio de una sopa cultural cada vez más diversa y condimentada, las cosas cambian dramáticamente. La relación entre el inglés y la lengua local para expresar servicios online de uso cotidiano, ya sean informativos, comerciales o de conocimiento, chirría y atora la circulación de estos contenidos en el contexto global.

A la existencia del espacio pan-europeo no le corresponde necesariamente la emergencia de un mercado virtual de contenidos pan-europeos. El peso de las audiencias locales es determinante e impone sus diferencias. Hay productos que no sirven para todos por igual. No es lo mismo una página de vinos en España, que en Alemania, Dinamarca o Grecia. O de antigüedades e incluso de deportes. La lengua «localiza», crea su propio mercado y establece los mecanismos de distribución. En otras palabras, actúa como el factor crucial en el diseño del negocio. Europa todavía no ha logrado resolver este obstáculo en Internet. La dificultad para crear contenidos en diferentes lenguas tiende un tupido velo sobre el propio desarrollo de la Sociedad de la Información. En realidad, ni siquiera sabemos qué nos estamos perdiendo.

La solución debiera venir, en primer lugar, de los sistemas de traducción automática que permitan publicar en diferentes idiomas simultáneamente y que, a la vez, suponga una ventaja competitiva y comparativa para las empresas europeas. Pero este es tan sólo un primer paso y, por ahora, no el más importante. Como se expuso en el debate de París, hay una serie de puntos que deberían guiar la acción de las empresas de contenidos y de la propia Comisión para abordar la cuestión de hacer local los contenidos en un espacio multilingüe. En un breve resumen, estos fueron:

– Decidir cuál es el negocio y después decidir los idiomas,
– Definir la dimensión cultural de los productos y traducir sólo lo necesario a otras lenguas,
– Incluir la traducción automática como parte del proceso de edición,
– Elaborar información «multipropósito» a través de una variedad de medios de distribución (Internet, TV Digital, WAP, asistentes personales digitales, etc.),
– Actualizar la información en todas las lenguas empleadas,
– Funcionar con divisas locales hasta que llegue el euro,
– Si se publica en otras lenguas, desarrollar los servicios en esas lenguas,
– Acordar procesos de estandardización en un vasto arco lingüístico: patronímicos, toponímicos, términos médicos y científicos, etc.

La Comisión Europea está promoviendo la elaboración de una serie de estudios con el fin de establecer un marco de actuación para las empresas de contenidos. Uno de ellos es «eContent Localisation in Europe» (Hacer local el contenido electrónico en Europa), que preparan conjuntamente EPS y Equipe. Estos trabajos están respaldados por el programa de la Sociedad de la Información Multilingüe MLIS, desarrollado por la Dirección General de la Sociedad de la Información con el fin de promover el multilingüismo en las redes. Según los funcionarios de la Comisión, a la reunión de París seguirán otras para seguir explorando una estrategia en esta cuestión fundamental para el desarrollo de las redes a escala europea.

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