Ministerio del Fomento de la Traducción
Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
22 agosto, 2017
Editorial: 126
Fecha de publicación original: 30 junio, 1998
La gaita del pueblo nunca hace buen son
El intento del Ministerio de Fomento de incrementar las tarifas telefónicas en España, fundamentalmente en los tramos que más afectan a los usuarios de Internet, es no sólo un acto de ceguera perpetrado con diurnidad y alevosía por el Gobierno de este país, sino una gran pedrada en el propio tejado con intención de agujerearlo seriamente. Todos los discursos sobre la trascendencia de la Sociedad de la Información, el papel de la innovación ante la revolución de las tecnologías de la comunicación, «la necesidad de no perder el tren el futuro», etc., se convierten en huecas zarandajas cuando se acompañan de medidas de este tipo. Los internautas de este país están a punto de pagar un aumento de sus tarifas telefónicas que superan el 150% después de los 10 minutos de conexión. El impacto de semejante asalto tendrá, por lo menos, un efecto paralizante sobre el pujante desarrollo que la industria de la información y el conocimiento ha experimentado hasta ahora. Y la decisión de asaetar de esta manera a los usuarios llega, como suele suceder con estas medidas administrativas, en el peor momento.
En los últimos meses hemos visto cómo comienza a cuajar lo que apuntábamos como una tendencia hace justo dos años. Decía en el editorial 29 del 23/7/96: «La industria del idioma», refiriéndome al mercado en España: «La masa crítica para ocupar un espacio privilegiado en el emergente mercado creado por la Red no es por ahora muy grande. Pero antes de Navidad ya estaremos hablando de dimensiones (y, por tanto, de cuantía de recursos) mucho mayores. Será entonces cuando descubramos que, otra vez, las empresas extranjeras, en particular las de EEUU, estarán dictando las condiciones básicas para que el mercado se desarrolle y se encontrarán mejor situadas para comenzar a volcar sus servicios en inglés al castellano o, directamente, trasladar aquí todo lo que ya están haciendo para la comunidad hispana en EEUU. Compraremos sus contenidos, desarrollados fuera, y serán, por supuesto, gracias a su potencia de marketing, omnipresentes y, por consiguiente, ahogarán en la cuna los intentos por cultivar servicios más próximos, más necesarios y más útiles. Disney (o America Online, que para el caso no son tan diferentes) nos volverá a colocar un Port Aventura en la mitad de la WWW, cuando lo que necesitamos son servicios propios que satisfagan necesidades sociales próximas. Ya nos llegará la hora de decidir por nosotros mismos en qué montaña rusa del ciberespacio nos montamos.».
Bien, como toda predicción, se colaron unas Navidades de más, pero no una traducción de menos. En las últimas semanas no cesan de anunciarse nuevos servicios que, tras su fase de maduración en EEUU, ahora se ofrecen totalmente en castellano (y también en catalán y gallego). No se trata tan sólo de la traducción de unas cuantas páginas, sino del vertido a otra lengua de operaciones comerciales completas. La penúltima, tiendas para PYME llave en mano con todas las soluciones tecnológicas de comercio electrónico y gestión del negocio a través de la web. La avalancha crecerá en dimensiones y variedad. Y la posibilidad de contenerla –la posibilidad de desarrollar contenidos propios a partir de una industria local– la estamos estrangulando con la política de tarifas telefónicas. El Secretario General de Comunicaciones del Ministerio de Fomento, José Manuel Villar, durante un acto público celebrado la semana pasada en Madrid, quitó importancia a que la conexión a Internet pueda aumentar en un 50% en las horas punta. El señor Villar participa, pues, de la idea de que son las grandes empresas las que sostienen el desarrollo de Internet y que a ellas no les hará mella el incremento previsto. El señor Villar evidentemente no sabe todavía, a pesar de sentarse en tan augusta Secretaría, que el desarrollo de la Sociedad de la Información es un producto, entre otras cosas, de la enorme capacidad de innovación desplegada por cientos de pequeñas empresas y, en particular, por decenas de miles de usuarios que no se sienten empresarios ni mucho menos empresas, a pesar de que actúan como tales. A este sector, la proyectada subida de tarifas les golpea de pleno. En caso de producirse, será interesante seguir de cerca las estadísticas sobre el crecimiento de la población internauta en el país para discernir el impacto de la cuenta de teléfono, dado que las otras variables, valga la contradicción, permanecen más o menos estáticas. Pero la mayor incidencia se registrará, sin duda, sobre los contenidos de la Red, porque cualquier disminución en la masa de participantes en este proceso abrirá las puertas a innovaciones servidas como paquetes cerrados desde el exterior. Eso sí, con una excelente traducción y, si es necesario, con un servidor por el Mediterráneo, para darle el toque tópico al asunto.
Mientras tanto, los internautas de este país seguimos esperando los frutos de la ruptura del monopolio de Telefónica. Si Internet está promoviendo el surgimiento de una nueva industria basada en la información y el conocimiento, nos gustaría competir con EEUU en pie de igualdad, por lo menos en lo que a tarifas telefónicas se refiere. Después, si es necesario, ya nos encargaremos de traducir al inglés nuestros servicios para que vean, comparen y elijan. Pero, por lo menos, tengamos una oportunidad, una tarifa plana a la altura (en baratura) de la importancia de este sector estratégico.