La ciudad en Red

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
22 mayo, 2018
Editorial: 204
Fecha de publicación original: 29 febrero, 2000

El que compra caro, vende barato

En esta época en que pareciera que todo Internet, qué digo Internet, todo el mundo virtual se lo están comiendo entre operadoras de telecomunicación, bancos, grandes superficies comerciales y poderosas empresas de capital riesgo, habría que preguntarse, como en el chiste de la mano salvadora de Dios, «pero, ¿hay alguien más?». Sí, por supuesto hay muchísimo más, pero vivimos en medio del riesgo de que no se desarrolle a tiempo por la cortedad de miras de quienes deben tomar decisiones, por la presión arrolladora de estos grandes capitales, por las ganas de tanta gente de involucrarse en la locura que ellos están desatando en vez de buscar una metodología propia para hacer las cosas de otra manera, etc. Entre los actores alternativos se encuentra, en primer lugar, la ciudad, un ámbito con una riqueza enorme de relaciones que todavía apenas se ha comenzado a explorar en el entorno virtual. Ni siquiera da la impresión de que los municipios, grandes o pequeños, perciban el capital que tienen en sus manos, un capital equiparable al que manejan las grandes operadoras.

En primer lugar, el principio que guía este asalto concertado a Internet por parte de todos estos grandes arquitectos de la virtualidad vertical es la clientela. Mejor dicho, la posibilidad de volver a clientelizar a su clientela y a ver si, de paso, pican algunos nuevos. «e-banking», «e-commerce», «e-business» y todos los «e-» que se quieran añadir, buscan crear los guetos particulares por donde se mueva el tráfico, ya sea de personas o de dinero. Los listados de clientes, pertenezcan a las operadoras de telecomunicación o los bancos, a las eléctricas o las empresas de transporte, son la fuerza motriz de este proceso. Listas de clientes es igual a tráfico y por el tráfico en Internet hay muchos dispuestos a irse a dormir con el machete entre los dientes. Este sólo hecho –las listas, no el machete– ya crea unas expectativas enormes con repercusiones, a corto plazo, en la Bolsa.

¿Dónde están los listados de clientes de las ciudades? Evidentemente, en el padrón municipal. Resulta cuando menos sorprendente que todavía no hayan surgido iniciativas municipales que basen su acción en la Red en este hecho. La idea de conceder correo-e gratuito a cada ciudadano con el dominio de la propia ciudad, una forma de anclarlo localmente en un mundo global –como bien señala Ester Schiavo en la entrevista que publica en.re.dando esta misma semana–, se ha convertido en un motivo de mercadeo político, más que de una estrategia que oriente la presencia de la ciudad en la Red. Si tomamos Barcelona, por ejemplo, estamos hablando de dos a tres millones de usuarios, una carta de presentación que ya quisieran para sí más de uno de los nuevos Másters del Ciberespacio. Y una moneda que debería imponer su ley a la hora de negociar desde el tipo de conexión de la que disfrutarán esos ciudadanos, hasta la extensión de los servicios necesarios basados en criterios de interés público.

¿Dónde están los principales inconvenientes? A priori, uno se siente tentado de señalar al mismo demonio de siempre: la carencia de una visión cultural que permita aprovechar las oportunidades de Internet en todos los terrenos. No sólo en cuanto herramienta que mejore el funcionamiento de municipios (con ser esto un paso extremadamente necesario), sino como plataforma que coloque a la ciudad, a sus habitantes y a sus administradores en el mapa global. Esto requiere, como mínimo, una serie de planteamientos desde el gobierno local y que podríamos sintetizar en estos puntos:

.- Garantizar el acceso universal a todos los ciudadanos como un servicio público fundamental relacionado con el bienestar de la sociedad urbana.

.- Convertir a Internet en una herramienta capaz de asignar recursos en el contexto de la ciudad. Los servicios de información nuclean población, actividades, servicios. E Internet puede hacer esto con una eficacia superior a los sistemas utilizados habitualmente.

.- Desarrollar una política de planificación urbana (educativa, sanitaria, social, etc.) a partir de la configuración de las redes virtuales y los servicios que vehiculan. La famosa exclusión social será, en gran medida, una responsabilidad política si las autoridades no entienden este factor esencial de Internet. La gente se moverá hacia las zonas de la ciudad donde se registre una mayor densidad de servicios virtuales (colegios en red, tiendas, redes locales de distribución, servicios de atención a la tercera edad por la Red, etc.). Y las autoridades disponen ahora de esta herramienta para reequilibrar el territorio, agregar actividades, recuperar núcleos de población y descentralizar la burocracia acercándola al hogar.

.- Comprender al ciudadano como un interactor, no como un mero «usuario». Las iniciativas municipales deberán ser corroboradas, tarde o temprano, por las propias acciones de los ciudadanos, por las redes ciudadanas, que serán quienes, a la postre, se apropiarán del uso y las oportunidades de las redes. Sus demandas y necesidades, por tanto, no siempre coincidirán con las políticas municipales. Todo lo contrario: la Red pone en sus manos una herramienta para ejercer la crítica y actuar como fuerza correctora.

.- Finalmente, lo fundamental en toda ciudad es la relación entre los ciudadanos. Tarde o temprano esta emergerá como el factor determinante de cómo una ciudad se muestra en la Red, qué lugar ocupa en el esquema global y qué tipo de relación mantendrá con otras ciudades. Es sorprendente que ni siquiera este punto forme parte del debate público sobre la Red en el contexto urbano.

Posiblemente todos estos aspectos dependan en gran medida de la forma como Internet se utilice dentro de un municipio. La inercia hacia un uso «instrumental» de la Red es inevitable. Internet permite racionalizar numerosos procesos que, hasta ahora, eran tan engorrosos que se convertían en verdaderos obstáculos entre los ciudadanos y los administradores locales. Pero el salto fundamental es la conversión de la Red en la palanca para impulsar la reorganización interna del ayuntamiento con un objetivo estratégico central: desarrollar la capacidad de responder al ciudadano. Y esto no se consigue sólo con páginas web, mucho correo electrónico o chats con personalidades. Supone, en primer lugar, implantar sistemas de relación entre los administradores orientados a alcanzar los consensos necesarios para forjar una política pública en las redes virtuales. Y, en segundo lugar, que estos sistemas progresivamente integren a redes ciudadanas con el fin de generar medidas concretas y tangibles en las relaciones con los ciudadanos. Hasta ahora, todos vivimos esta tensión entre administración virtual y ciudadanos del mundo global como un considerable choque cultural. Pero es en la resolución de esta tensión, en la forma como se consiga, donde las ciudades se están jugando en gran medida su lugar en la Sociedad de la Información.

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