Redes de conocimiento

Prólogo de Manuel Castells a Enredando.com – Ediciones B. 1998

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
2 mayo, 1998
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En enero de 1996, Luis Ángel Fernández Hermana (LAFH) inició la publicación semanal de un editorial en Internet, una iniciativa personal con el objetivo de analizar y reflexionar sobre la evolución de la Red “en vivo y en directo”. Tituló a este ejercicio entre periodismo y ensayo como en.red.ando, una especie de dazibao que pegaba regularmente cada siete días en la cueva digital. En 1998, Ediciones B publicó el libro En.red.ando con los 100 primeros editoriales, con una introducción de Manuel Castells y un prólogo del autor. Aquel libro fue uno de los primeros que saltó desde un ordenador a una estantería, desde el bit al papel. Hasta el punto de que (entonces) no tuvo versión digital, solo apareció en papel. Como avisaba el propio LAFH a los lectores inadvertidos que se aventuraban en su lectura: “No se preocupe. No le pasará nada. No se trata todavía de un contagio peligroso. Pero no pierda de vista que estamos en los prolegómenos de una verdadera epidemia. En los próximos años, este tipo de brotes será cada vez más común… Será una de las tantas formas como Internet se integrará en el mundo de los átomos”.

El proyecto En.red.ando evolucionó como una de las empresas de Internet de finales del siglo XX, principios del XXI. en.red.ando se convirtió en una revista y persiguió los objetivos que se fijó desde el principio, ampliando su análisis y reflexión a la investigación y a los procesos necesarios para el desarrollo de redes de conocimiento, cuya investigación y diseño constituía la actividad primordial de la empresa. Finalmente, el rigor de los números se convirtió en el rigor mortis de la quiebra y la empresa cerró sus puertas atómicas en 2004. Las digitales subsisten hasta cierto punto en Coladepez.com. Siete años más tarde, en 2011, la Editorial de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) publicó Historia Viva de Internet, tres volúmenes que recogían los 430 editoriales que LAFH escribió cada martes durante los 8 años de vida de la empresa, junto a 23 entrevistas a diversas personalidades, desde el Director de la Agencia de Protección de Datos de España (1997), al ecólogo Ramón Margalef (2004).

HVI sí es un documento único de seguimiento de la evolución de la Red, de la reflexión y el análisis de su crecimiento social, político, económico, tecnológico, de su penetración y multiplicación en todos los ámbitos imaginables de la vida…, semana a semana entre 1996 y 2004 y contribuyendo también desde la actividad de la empresa al desarrollo de muchos de estos aspectos durante el período en que la Red creció vertiginosamente, maduró tecnológicamente y se asentó definitivamente como un rasgo distintivo de la sociedad global de finales del siglo XX y principios del XXI.

Manuel Castells [https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Castells] saludó la publicación del libro En.red.ando escribiendo la introducción. En aquel entonces enseñaba e investigaba en la Universidad de Berkley, era catedrático del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC, Barcelona) y formaba parte del Alto Comité de Expertos sobre la Sociedad de la información de la Comisión Europea, y ya era una autoridad reconocida en el despliegue e impacto de la nueva tecnología digital, que refrendó con obras fundamentales para entender lo que él denominó la Sociedad Red.

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El puente entre la Galaxia Gutenberg y la Constelación Internet

Manuel Castells Berkeley.

Mayo de 1998

La extension de Internet y la difusión exponencial de su uso representa un salto cualitativo en el desarrollo de la revolución tecnológica informacional y del tipo de sociedad que induce, la sociedad red. Con Internet, las tecnologías de información transforman la comunicación entre personas y organizaciónes, haciendo posible una red mundial interactiva para todo tipo de actividades y propósitos. Ciertamente, hoy por hoy, Internet pertenece a una élite tecno-cultural de unos treinta o cuarenta millones de personas (las estimaciones varían), con más de la mitad de los usuarios todavía concentrados en Norteamérica, y una proporción muy alta de hombres de las capas más educadas (y más utilización) de la población. Pero los ritmos de difusión del uso de Internet y la densidad de su utilización crecen de forma extraordinaria. La capacidad ya instalada de redes digitales permitiría acceder a Internet a unos 600 millones de usuarios. Y algunas proyecciones fiables de uso estiman entre 1.000 y 2.000 millones de seres humanos el número de usuarios potenciales de Internet dentro de unos diez años. Ninguna actividad, profesional o personal, quedará fuera de Internet para quien lo utilice. El acceso a la información, la comunicación horizontal de opiniones e informaciones entre ciudadanos, el correo personal, la organización de las empresas, la participación política, están siendo ampliadas y profundizadas a través del uso de Internet.

Es más, a diferencia de otros medios de comunicación (como la prensa, radio o televisión) Internet no puede ser controlado por quienes tienen el poder o el dinero. Ello es así porque la arquitectura de la red fue creada precisamente con esa idea en mente: que ningún poder pudiese interceptar o controlar la comunicación. Paradójicamente, fueron los tecnólogos del Pentágono los que tuvieron esa idea, para evitar el posible uso de una potencia extranjera (la URSS, obviamente) de las comunicaciones estadounidenses en caso de guerra. De ahí la idea de una estructura sin centro, en la que de periferia a periferia existen infinitos caminos que el mensaje busca automáticamente cada vez que encuentra una barrera de entrada. La única manera de controlar Internet es estar fuera de la Red. Y eso tiene un costo cada vez más alto. Esta arquitectura libertaria, individualista, está llevando de cabeza a gobiernos, a empresas (que no pueden vender mucho en Internet mientras no puedan garantizar la información de las transacciones comerciales) y a todos los cabezas cuadradas a quienes entra el pánico ante el caos de información que Internet representa. De ahí los ataques a Internet, aprovechando temas sensibles como la pornografía infantil, o el uso de Internet por grupos nazis o racistas. Pero Internet es real como la vida misma, y por tanto todo tiene cabida en la Red, lo bueno, lo malo y lo indiferente de nuestra sociedad. Pero tiene la extraordinaria ventaja de la transparencia y de la accesibilidad. Ciertamente que hay pornografía y racismo en Internet, pero también lo utilizan los zapatistas para organizar la solidaridad con la defensa de la dignidad de los indios de Chiapas; y unicamente a través de Internet, sin organización de ningún tipo, pudieron, en octubre 1997, organizar una manifestación de cientos de miles de mujeres negras en Filadelfia las estadounidenses que luchan a la vez contra el racismo y el sexismo.

En Estados Unidos, en 1996, un tribunal federal anuló las leyes de control de Internet propuestas por el gobierno estadounidense, amparando la expresión en Internet como forma última de la libertad de expresión, e incluso afirmó que Internet es el caos informativo y que los ciudadanos tienen “un derecho constitucional al caos”… Es aquí donde la revolución tecnológica de la información muestra su potencial de desbordamiento de las categorías políticas y culturales con las que hemos vivido hasta ahora y a las que se aferran desesperadamente las élites políticas y mediáticas, temerosas de perder el más importante de los poderes: el del control de la comunicación. El potencial de Internet se desarrolló por minutos porque toda una nueva industria de software tiene por objetivo esencial el proporcionar instrumentos de navegación y comunicación en esa red universal, por lo que Internet pasa de ser un simple instrumento de comunicación a constituir el sector industrial más dinámico de la nueva economía global. Y en la medida en que los nuevos productos vayan llegando al mercado, su utilización va a explotar a niveles poco sospechados en estos momentos. Internet es la infraestructura básica de la sociedad red, nuestra sociedad.

Ahora bien, la difusión de Internet se encuentra con tres problemas fundamentales. El primero es la desigualdad económica, social, cultural y tecnológica entre países, personas y grupos sociales. Se trata de un elemento fundamental de democracia nacional e internacional que debe recibir la atención preferencial de gobiernos e instituciones internacionales, nacionales, regionales o locales. El acceso a Internet, y a sus posibilidades, es tan importante, en nuestra sociedad, como el acceso a la educacion.

El segundo problema es el de los contenidos. Es esencial que la riqueza cultural, personal, artística y política que existe en nuestras sociedades, por ejemplo en la sociedad catalana, se exprese enteramente en Internet. Solo así se podrá evitar la colonización cultural (involuntaria) que las temáticas propias de Estados Unidos ejercen en Internet. No hay que rechazar mensajes, hay que poblar la Red con todas las culturas y todas las individualidades: la Red tiene capacidad para ello y los programas que se van desarrollando van a permitir seleccionar información y navegar con efectividad.

Pero hay un tercer obstáculo, yo diría tal vez el más serio a corto plazo, y es la ignorancia que tiene la inmensa mayoría de la población (incluida la norteamericana) en relación con Internet. Navegar en Internet es elemental, está al alcance de cualquier niño (pero no de cualquier adulto de más de 40 años…), pero la barrera principal es de orden psicológico y cultural. El miedo a lo desconocido, al vacío. A ese miedo contribuyen, por un lado, los futurólogos, como Toffler, Gilder etc., que cuentan historias fabulosas sobre la nueva sociedad que no tienen nada que ver con lo que la investigación empírica demuestra (por ejemplo, que las ciudades no desaparecen sino que, al contrario, la concentración urbana aumenta en la sociedad red – aunque las ciudades se interconecten en todo el mundo). Por otro lado, el mundo de ficción de películas, novelas y reportajes mal informados, en los que la tecnología siempre aparece como revelando atroces desequilibrios que alimentan el pánico ancestral del hombre a perder el control de las maquinas.

De ahí que explorar seriamente la realidad de Internet, hacer vivir a la gente (a través del medium alfabético) la vida en la red, y ser capaz de comunicar, con rigor y con amenidad a la vez, cuál es nuestro nuevo medio de comunicación, es una tarea social, política y tecnológica de extraordinaria importancia. Por eso, el libro de Luis Ángel Fernández Hermana, escrito desde la frontera de la comunicación electrónica, es importante, es útil y es ejemplar. Establece el puente entre la Galaxia Gutenberg y la Constelacion Internet y nos permite adentrarnos por esos nuevos caminos de la mente con humor, inteligencia, informándonos, conmoviéndonos y haciéndonos reflexionar. Sin resabios publicitarios, sin segundas intenciones, simplemente enredándonos para que no nos enreden desde fuera de la red. Es un libro escrito desde dentro del nuevo mundo de la comunicación para quienes sienten la curiosidad, pero también el temor, por adentrarse en ese mundo. Y, de paso, nos permite a quienes, con distinta intensidad, circulamos por los flujos de ese hiperespacio, contrastar ideas, opiniones e informaciones.

El libro que tiene entre sus manos es un puente cultural y un aprendizaje personal entre su medio y su mensaje, entre la belleza del libro como medio y el mensaje de que ya forma parte de un hipertexto de comunicación que constituye nuestro nuevo entorno mental.

Manuel Castells

Catedrático del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Barcelona); Miembro del Alto Comité de Expertos sobre la Sociedad de la Información, de la Comisión Europea.

Berkeley, California. Mayo de 1998

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