Invitación al diseño de la vida

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
15 agosto, 2017
Editorial: 124
Fecha de publicación original: 16 junio, 1998

Ninguna vela alumbra hasta que la ponen en el candelero y la encienden

A vueltas con la nueva versión que estamos preparando de en.red.ando (la 3.0, según la denominación de la era digital), han comenzado a surgir muchas de las cosas que hemos venido debatiendo en estos editoriales y, en particular, en el Congreso de la Publicación Electrónica. La revista tiene ahora un bagaje suficiente como para apoyarse en dos tipos de archivos: uno, el visible para todo el mundo, donde se almacena todo lo publicado hasta ahora. Otro, el invisible para el lector, donde se almacena la experiencia acumulada durante estos casi tres años y que, entre otros soportes, está contenida sobre todo en correos electrónicos. La combinación de ambos es un nuevo elemento en el diseño de publicaciones electrónicas que, prácticamente, no existe fuera del ciberespacio. La posibilidad de sistematizar esta relación, directa y sin intermediarios, con la audiencia y darle cauce a través del diseño de nuevas formas de relacionarse con ella, de descubrir nuevas áreas informativas que no estaban en el concepto original, o de establecer ámbitos innovadores de cooperación con sectores que tampoco aparecían en un primer horizonte, abre un campo nuevo del conocimiento que, a la vez, es una construcción histórica de la Sociedad de la Información: el del diseño (ingeniería) de la publicación electrónica.

Diseño, en este sentido, no se refiere tan sólo, ni tan siquiera, a los aspectos gráficos o más formales. La cuestión (perdón por el lugar común) es bastante más compleja. Es ahora cuando tenemos en nuestras manos la suficiente experiencia, los incipientes conocimientos y una cierta capacidad de síntesis como para comenzar a expresar el contenido de esta nueva disciplina. Que esto haya sucedido en los apenas tres o cuatro años de vida de la web es un testimonio de la celeridad de los procesos de generación de conocimientos en la sociedad digital y, a la vez, una muestra de las oportunidades que ésta genera en un abanico de actividades humanas que apenas estamos comenzando a explorar.

Muchas de las cosas que hemos expresado a nivel teórico en estos años, comienzan a concretarse gracias a la experiencia acumulada entre todos y a la posibilidad de que ésta haya quedado registrada en formatos desde los que se puede sistematizar y desarrollar metodologías de trabajo. Y ahora vemos con mayor claridad, también, cómo empiezan a converger áreas de conocimiento muy diferentes, pero no para establecer meramente relaciones entre ellas (multidisciplinareidad), sino para encontrar los puntos de síntesis a partir de los cuales generar nuevos conocimientos, nuevas áreas de saber. Por poner un ejemplo, la explosión de las publicaciones electrónicas ha creado un ámbito de comunicación en un entorno artificial (el ciberespacio), donde ya venía trabajando toda la ingeniería del diseño y desarrollo de mundos simulados. El punto de encuentro entre ambos, me parece, no estribará desde luego tan sólo en «inyectar» el componente de comunicación a los entornos simulados, sino el de crear una nueva área del saber basada en el diseño, las aplicaciones y el desarrollo de publicaciones electrónicas –creación y gestión de flujos de comunicación– en ambientes artificiales creados ex-profeso. Cuando esto suceda, descubriremos que muchas de nuestras ideas actuales sobre lo que constituye la comunicación, originadas en el proceso «natural» donde dicha comunicación ocurre –el mundo presencial–, variarán sustancialmente al trasladarlas al «proceso artificial» que nos proponen los entornos digitales.

Desde luego, todo esto comporta una fuerte conmoción para los sistemas actuales de investigación y docencia, donde, ya sea abierta o solapadamente, se enfrentan distintas formas de conceptualizar el conocimiento, según que éste esté firmemente anclado en dichos procesos naturales o, por el contrario, progrese hacia la comprensión del mundo que propone la Sociedad de la Información, que es mucho más que 500 canales de televisión en cada hogar o los contenidos habituales de un periódico o una radio metidos en Internet.

En esta reformulación del conocimiento, el factor de la interactividad aparece como una faceta distintiva, propia,, quizá reconocible en algunas de las actividades adheridas a los procesos tradicionales de la comunicación, pero, de hecho, radicalmente diferente cuando se la toma como el eje del diseño de la actividad social en el ciberespacio. La interactividad, en cuanto faceta del conocimiento en la era digital, se ha enriquecido notablemente en los últimos años y comienza a emerger como el hilo que hilvana la nueva realidad que se construye en las redes de ordenadores ocupadas por los humanos. A través de la interactividad se aprende a vivir de nuevo, pero en un mundo muy distinto del que conocemos, con una dinámica regida por leyes tan nuevas como las que habría que inventar para construir y gestionar una colonia en la Luna. Las pasarelas entre la ciencia y la tecnología para dar cuenta de esta recién estrenada realidad apenas comienzan a perfilarse. Ni siquiera tenemos todavía una cultura de apropiación del nuevo saber, aunque los indicios emergen por doquier. Como siempre, la vieja cuestión es dónde desde dónde participaremos en la construcción de estos nuevos entornos y con qué finalidades.

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