Internet en el bolsillo

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
26 febrero, 2018
Editorial: 180
Fecha de publicación original: 14 septiembre, 1999

Cada uno extiende la pierna hasta donde llega la sábana

No estaban en la agenda de ningún gurú. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, los teléfonos móviles están modificando el paisaje de las redes y amenazan con derribar algunas de las verdades cocinadas al calor de los cambios experimentados en los últimos años. Ya no se trata sólo del crecimiento constante de la telefonía móvil en todo el mundo, superando en muchos países a la telefonía fija. Los móviles, en su diminuta carcasa, llevan la semilla de la Red y se aprestan a colocar Internet en el bolsillo de cada usuario y curarle, si padecía de ello, de su analfabetismo digital, sin traumas ni tratamientos de choque. No será la caída de este bastión el único que rasgará algunas de las predicciones más estimables de los últimos años. Mientras se prevee que Internet alcance los 500 millones de habitantes para el año 2002, en esas fechas habrá más de mil millones de teléfonos móviles en el mundo, la gran mayoría con acceso a la Red y a una multitud de servicios digitales. ¿A qué tipo de contabilidad deberemos acogernos para explicar este matrimonio entre telefonía móvil e Internet y calibrar su impacto?

La telefonía móvil superará a la fija sin remisión en casi todos los países europeos en los próximos tres años. En España esto sucederá a principios del año que viene, lo cual supone más de 19 millones de teléfonos móviles en circulación (a que acojona ¿eh? toda esa gente por ahí suelta armada con un chisme de este tipo y sin haber pasado un examen de aptitud psicotécnica). A finales de 1999, habrá 450 millones de usuarios de móviles en Europa y más de 600 millones al año siguiente. Una considerable mayoría de esta población, sobre todo los particulares, no tienen, ni preveían tener, una conexión a Internet por múltiples razones. De hecho, «por su culpa» siempre se ha dicho que el continente europeo iba muy a la zaga de EEUU en cuanto a la utilización y aprovechamiento de los beneficios de una sociedad enredada. Ahora, todos esos portadores de móviles se convertirán en usuarios habituales de Internet y casi sin darse cuenta. Pocos imaginaban que ésta sería una de las derivaciones más espectaculares del GSM, la tecnología de telefonía móvil digital que comenzó a funcionar en Europa hace apenas cinco años tras un largo y penoso proceso de gestación.

Mientras una buena porción de los analistas sostenía que la progresión de Internet tenía que ver con la alfabetización digital, entendida ésta como el manejo avanzado de todas las complejidades y funcionalidades antinaturales del ordenador, la tecnología ha vuelto a cambiar las tornas y ha reconducido el aprendizaje necesario para ser un ciudadano de la Sociedad de la Información al manual del móvil. Recibir correo electrónico, consultar la web y acceder a cientos de servicios dependen ahora mediante sencillas combinaciones de botones o, dentro de nada, de comandos de voz. Internet en un potente mando a distancia y sin televisor ni ordenador que intimide. La tendencia hacia la entronización del móvil como uno de los pivotes medulares de la sociedad de redes es similar en el resto del mundo, con la salvedad, por el momento, de EEUU por razón del alto grado de desarrollo de su telefonía fija y de los diferentes sistemas de telefonía móvil que traban su desarrollo.

¿Adónde nos lleva el móvil? Buena pregunta. Cada uno puede poner en la balanza tantas ventajas como desventajas, además de las fobias y filias que despierta el aparatito. Pero pocas cosas quedarán en su lugar, desde el trabajo hasta el ocio, pasando por multitud de aspectos que, en estos momentos, ni siquiera imaginamos que puedan convertirse en parte del intercambio y la interacción a través de las redes y, por tanto, del teléfono móvil. Hace un par de semanas pasé un fin de semana en Londres para visitar a mi hijo y recibí un saludable baño de lo que se viene. Lautaro y sus amigos gestionan sus vidas a través del móvil con una displicencia y cotidianeidad apabullante. A ninguno de ellos les fascina los ordenadores «clásicos», ni tienen cuenta de correo electrónico («Un rollo, tío, tienes que buscarte un ordenata para ver los mensajes»). No son raritos, sino que han preferido otras opciones del planeta virtual. Han navegado por Internet en la Universidad, pero sin la fidelidad digital que normalmente se le atribuye a su edad (menos de 24 años).

Eso sí: salen a la calle con pantalones sólo porque tienen bolsillos para guardar el móvil, de lo contrario ni se darían cuenta de que están desnudos. Sus números de teléfono, convertidos en direcciones de correo electrónico (xxxxxx@vodacom.com), llegan a cualquier rincón del planeta, desde donde rebotan las respuestas hasta la pantallita del diminuto teléfono. Los servicios de mensajes entre móviles son su chat preferido. Organizan fiestas, se citan, comentan películas, se pasan datos vitales para supervivencia urbana, etc., con una velocidad propia de Billy el Niño, sólo que el Colt es ahora un Nokia. Nadie les ha instruido sobre la Sociedad de la Información, pero llevan Internet en el bolsillo con una gran naturalidad. Es más, si se les pregunta qué hacen ellos con Internet, contestan que nada, que no les interesa pasarse la vida sentados ante un ordenador. La Red se les está volviendo tan transparente a través del móvil como un viejo mueble de la casa que ya ni se le ve.

¿Cuál será la repercusión de la telefonía móvil+Internet+redes inteligentes, en general, y en los países en desarrollo, en particular? La respuesta más evidente al respecto es que no hay respuesta evidente. Pero lo que se atisba es bastante diferente de los análisis al uso sobre los condicionantes sociales de acceso a la tecnología y el fatalismo de que a los pobres analógicos no les queda más remedio que apechugar con ser pobres digitales. La versatilidad del móvil está apenas en sus inicios. A pesar de que en el lenguaje de las operadoras telefónicas se les denomine terminales a los aparatitos, los teléfonos móviles serán en realidad vehiculares: permitirán captar información, almacenarla, modificarla y retransmitirla a donde uno desee, ya sea un televisor, un ordenador, un asistente personal, o cualquiera de los electrodomésticos conectados a la Red. La ventaja «competitiva» del ciudadano de la Sociedad de la Información estribará, como hemos dicho muchas veces, en su capacidad para crear redes humanas a partir de la gestión de la información y el conocimiento. Y la constante simplificación de la carcasa tecnológica le está dejando cada vez más, sin mayores excusas, ante esta eventualidad.

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