El Soviet del cable
Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
28 febrero, 2017
Editorial: 75
Fecha de publicación original: 10 junio, 1997
Fecha de publicación: 10/6/1997. editorial 75.
En mi casa, el rey (o la reina)
Esta semana comienza en Barcelona una exclusiva prueba piloto de Internet por cable promovida por Cable i Televisió de Catalunya (CTC). Exclusiva por muchas razones: es una de las pocas (apenas cinco) que hay en el mundo de sus características, afecta tan sólo a unos cuantos afortunados usuarios que recibirán en sus respectivas viviendas un chorro bidireccional de 10Mb de información a través de un modem de cable (350 veces más rápido que un modem de 28.800 kb). Les bastará conectar el ordenador a un nuevo enchufe en la pared –el de la red de cable– y podrán ver Internet como todo internauta de buena familia siempre ha soñado: instantánea, con todos los javas danzando en pantalla a su ritmo «natural» como si aquello fuera una película de dibujos animados, con telefonía de alta calidad, o videoconferencia donde uno no parece el biznieto de Frankenstein incapaz de mover un brazo y guiñar el ojo al mismo tiempo. La experiencia es la primera de su tipo en España. Por el botón de muestra que tuve la oportunidad de disfrutar en un «pase privado» de la nueva tecnología, no me cabe la menor duda de que asistí a los primeros –y débiles– seísmos de lo que dentro de poco será un profundo terremoto en el ciberespacio catalán. La prueba se ajusta bastante a lo que ya había comentado en un editorial anterior sobre las posibilidades de las redes de cable. El usuario estará conectado a Internet nada más encender el ordenador de su vivienda sin necesidad de utilizar el teléfono. Si quiere puede dejar el cacharro encendido todo el día para que le llegue el correo-e en tiempo real, sin que su tarifa le suba por ello ni una peseta. Pero, sobre todo, será la primera vez que podrá utilizar aplicaciones de las que tenía referencia y nunca había osado lanzar so pena de quedar más colgado que una araña del techo.
El operador CTC mantendrá en caché las aplicaciones más costosas desde el punto de vista de ocupación de la red: vídeo y audio a petición, videoconferencia, realidad virtual (VRML), juegos en java, etc, así como servidores de telefonía por Internet. En la prueba que hicimos de esta última, la calidad de voz era estupenda, para sorpresa de un señor de Oviedo con quien nos conectamos a través de Internet Phone. Cuando le contamos que estábamos haciendo una prueba de Internet a través del cable dijo: «Sí, algo me suena de que están haciendo cosas de estas con la televisión». Los viejos rockeros nunca mueren. Cuando nos conectamos al servidor de videoconferencia, al principio parecía que lo habíamos cogido en frío. Pero apenas los bits comenzaron a entrar en calor, aquello se convirtió en una película. De todas las pruebas (y conexiones formales) de videoconferencia a que he asistido hasta ahora, nunca había visto una mayor fidelidad en los movimientos en pantalla respecto a los reales como en la de CTC.
Otro tanto puede decirse del vídeo a demanda. El usuario accede a una limitada base de datos de documentales y películas de TV3. La descarga de cada archivo de unas cuantas megas es visto y no visto. Y la calidad de reproducción excelente. Pero lo más espectacular quedó reservado por la Web: aquello parecía cine y eso que inmediatamente pudimos apreciar que poquísimas páginas estaban preparadas, como es lógico, para lidiar con un mundo de alta velocidad y banda ancha. Pero sus posibilidades son extraordinarias. La realidad virtual y los javas se ejecutaban prácticamente junto con el toque de la tecla o el click correspondiente. Yo, personalmente, nunca había visitado la página de MTV porque, aun por RDSI, aquello era peor que esperar un autobús en el desierto de Gobi. Ahora puedo decir que, los pacientes internautas que tratan con largueza a las compañías telefónicas no deberían perderse esas páginas. Por lo menos merece la pena visitarlas una vez, aunque sólo sea por el barroquismo de su programación, porque el contenido ya es otra cuestión.
Lo interesante de la red de cable de CTC es que tiene de todo, incluso cable. La empresa no ha dudado en aunar todas las tecnologías conocidas y adecuarlas a las necesidades de la propia configuración de la red. Así, en ésta convive la fibra óptica con ATM, microondas, FR, Ethernet, (no está el satélite por falta de tiempo, pero algún tramo se le encontrará), es decir, luz, aire y electricidad. La salida a Internet es a través de la compañía telefónica BT. Para ello, CTC ha tirado un cable de alta velocidad que se ha convertido en un anillo SDH (jerarquía digital síncrona) de 155Mb que une a BT, el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat, las universidades Politécnica y Oberta de Catalunya, la Caixa de Catalunya, el periódico La Vanguardia, Sillicon Graphics (que ha suministrado parte del equipamiento), y otras empresas, entre las que se encuentra VilaWeb. En esta potente Intranet, Internet es un parpadeo. Cuando debe salirse fuera del anillo para ir a buscar direcciones por esos mundos del bit, la velocidad decrece a los máximos que pueden deparar las porciones de red que se visitan, pero, de todas maneras, es como cambiar el Rolls Royce por un Mercedes: la calidad todavía se nota.
En la prueba que comienza mañana día 11 y que se prolongará durante un mes y medio en una pequeña zona de Barcelona, el operador probará, entre otras cosas, a reconfigurar el modem de cable desde la cabecera, dando opciones a recibir Internet a 10Mb, 1.1/2Mb o 128 kb, según las necesidades del propio usuario.
Aunque por ahora no está previsto avanzar mucho más allá de los escarceos con Internet, el ensayo es, sin embargo, de gran calado. A la vuelta de dos o tres años, prácticamente toda la ciudad de Barcelona y parte del área metropolitana recibirá todos los servicios de red a una velocidad impensable hoy día (y, con toda seguridad, en ese entonces). Una intranet de tales dimensiones a la que tendrán que venir a competir los proveedores de servicios de Internet (CTC se va a convertir en uno de ellos) y, por supuesto, supondrá un estímulo fenomenal para la creación de contenidos de todo tipo porque, en este caso, a la comunidad virtual se une que también lo será local. Si aparecen servicios para que los usuarios puedan elaborar sus propias páginas en la Red (de hecho, con ese ancho de banda, van a tener un servidor propio en casa) e incluso que éstas incluyan editores para estimular la cooperación entre los internautas, no cabe duda de que Cataluña contará con un fenomenal banco de pruebas para demostrar las verdaderas potencialidades de un entorno social imbricado con las redes de telecomunicación. Para explotar esa oportunidad, bueno sería que comenzáramos a pensar en cómo aprovechar un recurso tan privilegiado, como es el nadar en la opulencia digital en un territorio concreto y, a la vez, abierto al mundo.