El paraíso tiene muchas puertas

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
22 agosto, 2017
Editorial: 125
Fecha de publicación original: 23 junio, 1998

Más discurre un hambriento que cien letrados

Como si de un sutil, pero imparable, corrimiento de tierras se tratase, el énfasis en la Red se ha ido desplazando en los últimos meses hacia el punto de partida: por dónde se entra a Internet y para hacer qué. De repente, los buscadores comienzan a alcanzar un protagonismo de tal calibre que, para muchos, esta es la gran lupa que permite discernir las tendencias de fondo del ciberespacio. Al respecto, no hay dudas: si el número de visitantes es el principal indicador de la actividad en la Red, nadie puede competir con los mejores buscadores. Sin embargo, ni siquiera por el hecho de que hasta Walt Disney se haya embarcado en esta marea, no podemos perder de vista un punto de vista fundamental: el buscador, aunque pareciera jugar el papel de certificar el nacimiento del flujo de información, en realidad es el producto de dicho flujo. El buscador, ya sea genérico o específico, textual o audiovisual, pone al internauta en un camino que viene, en gran medida, prefigurado por la propia organización de los datos por el motor de búsqueda. A partir de ese momento, es la actividad del internauta la que añade el elemento crítico de la comprensión de estos datos para convertirlos en información significativa.

En el último año, los rasgos elementales de los buscadores, ya sea que nos refiramos a los grandes nombres (Yahoo, Infoseek, Excite), como a sus expresiones más locales o especializadas, han experimentado una curiosa evolución, posiblemente como reflejo de la que venía ocurriendo entre la propia población internauta. A medida que esta crecía, era más diversa, alcanzaba masas críticas en diferentes países, culturas y lenguas, los buscadores han ido incorporando más servicios, tanto en sus contenidos como en las lenguas que los expresaban. Ahora nos encontramos en un punto en el que la propia búsqueda de información es a veces una actividad subsidiaria de otras que se ofrecen en estos portales de la Red. Este progresivo cambio apunta a una de las grandes cuestiones del ciberespacio: cómo es y cómo se comporta la información digital. El buscador enmascara estas preguntas con un buen eslogan de venta: su objetivo, aparentemente, reside en dilucidar cómo es y cómo se comporta el internauta.

El buscador, ya sea como puerta de entrada o como el pespunte que hilvana la actividad de los usuarios, no puede evitar el afrontar aspectos cruciales de la información digital: la información es esencialmente una actividad que desencadena múltiples relaciones y, finalmente, moldea una forma de vida. En otras palabras, interactividad, los matices de su calidad y su continuidad. Por ahora, son pocos todavía los buscadores que orientados a cubrir esta capa del acceso a la información y, en cambio, siguen aferrados a la cultura típica del área de servicio de autopista: contra más cosas se vendan allí, más tiempo permanecerá el viajero en el lugar. Me parece que esta visión no podrá durar mucho. Dentro de poco comenzaremos a ver buscadores que ofrecen exactamente lo contrario, es decir, una pasarela inmediata hacia los centros de información y la facilitación de relaciones con los autores de los contenidos. Cuanto mayor sea la calidad de la pasarela –más específica, mayor variedad de idiomas de acceso, más expeditiva y sistemas de ayuda lo más parecidos al lenguaje natural para la definición de las búsquedas –, mayor su posibilidad de éxito, aunque sus números no lleguen a tocar durante bastante tiempo los cielos de los buscadores generalistas.

Un apunte de esta tendencia podemos verlo en el Programa de las Bibliotecas Electrónicas (eLib, de Gran Bretaña), que acaba de abrir siete «puertas» hacia diferentes áreas que incluyen arte, diseño, arquitectura, medios de comunicación, biomedicina, negocios, ingeniería, historia, ciencias sociales y estudios de conflictos. El sistema es el producto de un trabajo de tres años por especialistas de los campos de la educación y la investigación. Aunque está fuertemente inclinado hacia la información de corte académico contenida en archivos y bibliotecas de Gran Bretaña (una reverencia anacrónica hacia el enciclopedismo y una forma de declarar su predilección por la información previamente manufacturada), es un modelo con una gran riqueza de matices que abre numerosas puertas cualificadas hacia el ciberespacio. Y, a la vez, plantea los límites de tratar a la información fundamentalmente como un producto previamente almacenado en soportes identificables, y no como un «proceso natural» de la mente humana.

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