El mapa de la comunicación humana

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
20 marzo, 2018
Editorial: 186
Fecha de publicación original: 26 octubre, 1999

Nadie diga bien estoy, sin añadir:»hoy por hoy”

Internet ha modificado sustancialmente el proceso de producción de la información que habíamos conocido hasta ahora. Por una parte, pone los instrumentos y el contexto para crear nuevas formas de generar contenidos y difundirlos entre audiencias que, en muchos casos, brotan de la nada. Por la otra, favorece la invención de nuevos modos de relación entre los productores de estos contenidos. Asume, también, el modelo tradicional de comunicación, que coexiste con los nuevos, aunque estos permean a aquél cuando se despliega en la Red. Nuevas formas y nuevos modos de comunicar se vertebran sobre organizaciones cortadas a la medida de los modelos emergentes de comunicación digital, en los que prima la creciente horizontalidad de las relaciones sociales, la constante descentralización de los centros de información y la globalidad de su alcance. Internet ha puesto del revés el viejo oficio de informar y, al mismo tiempo, está produciendo una interesante conmoción en la formación de periodistas y comunicadores, sobre todo en el ámbito universitario.

Si, como hemos visto en los artículos anteriores, estamos en una fase de multiplicación de los modelos de comunicación y, por tanto, apenas se están dibujando los nuevos perfiles profesionales (y empresariales), es lógico que la formación en ciencias de la comunicación refleje las incertidumbres del momento. El solapamiento del modelo tradicional de comunicación, basado en potentes y selectos centros emisores de información que transmiten a vastas audiencias una imagen de la sociedad, con los modelos emergentes, basados en la acción recíproca entre múltiples emisores y receptores, tiñe en gran medida el tipo de formación que se imparte.

De ahí que la oferta actual, sobre todo en el ámbito universitario, se corresponda más con la constatación de que el modelo vigente de comunicación ha entrado en crisis (aunque frecuentemente ni siquiera se formule de esta manera), que con las características de los modelos alternativos que están surgiendo en Internet. La dificultad de compatibilizar ambos aspectos estriba, en gran parte, en la compleja tarea de encajar las nuevas necesidades que plantea la comunicación digital con los conocimientos adquiridos para trabajar en el marco de los medios tradicionales. La investigación en este campo apenas está en sus primeros balbuceos, pero es cada vez más necesaria.

No debería resultar extraño, pues, que nos encontremos en un momento de «aguda disparidad» en el mercado laboral de la comunicación. Los nuevos modelos de comunicación digital no logran satisfacer su demanda en la «sección de periodistas». Y a estos cada vez les cuesta más adaptar sus conocimientos a las exigencias de un contexto dotado de una dinamismo inabordable. Lo que les han enseñado hasta ahora en la universidad no parece suficiente, ni la nueva situación aparece cabalmente reflejada en la proliferación de cursos especiales y «másters» que tratan de resolver las dificultades de la formación actual.

Las principales disparidades, a mi entender, se podrían desgranar, sin pretender confeccionar una lista exhaustiva, en estos puntos:

– Así como los medios tradicionales trasladan a la Red sus contenidos y sus formas de hacer hacia la Red, de la misma manera prevalece en la formación una cierta transposición de los conocimientos que corresponden al modelo tradicional de la comunicación hacia la comunicación en Red. Esta mezcla de experiencias, conocimientos y técnicas de comunicación convierte a lo nuevo en un recetario, más o menos bien formulado, de fenómenos dispersos y difíciles de sistematizar.

– Crear y diseñar sistemas de información en red, generar y producir información en red, organizar flujos de comunicación para «fabricar» nuevos productos informativos, etc., que son algunas de las posibilidades que faculta Internet, quedan opacadas por la repentina entronización de la tecnología. La comunicación queda frecuentemente reducida a una cuestión de diseñar bonitas páginas web, bien enlazadas y dotadas de herramientas que «faciliten el contacto con los usuarios», desde vídeo y Javas a las infaltables listas de distribución, los foros o los chats. Rara vez se aprende a gestionar estos instrumentos, a moderarlos, para aproximarse a la experiencia de perfilar los patrones de comunicación que permiten convocar audiencias.

– Las facultades de ciencia de la comunicación preparan a comunicadores y periodistas para que ingresen en el mercado laboral fundamentalmente como asalariados. El egresado sale preparado –dentro de ciertas y, a veces, considerables limitaciones– para ejercer la profesión en un marco periodístico «estable», hegemonizado por los medios de comunicación de referencia y por multitud de emisores corporativos de información. En este mapa, la estructuración jerárquica de la producción de información no ofrece alternativas. Ahora, ésta es una de las posibilidades. La Red potencia la multiplicación de emprendedores de la comunicación, de gestores de sistemas de información de nuevo cuño. Y la formación debería recoger esta diversificación del mercado laboral.

– Una consecuencia de lo anterior reside en la posibilidad, como hemos dicho antes, de crear nuevos flujos de comunicación, de organizar la producción de la información con nuevos productores y, sobre todo, de diseñar tecnologías conceptuales (blandas) para que la oferta y la demanda de información y conocimientos se encuentren en un contexto preparado para generar contenidos. Este es uno de los rasgos esenciales de la comunicación digital, fundamenta a los nuevos medios y se convierte en su seña de identidad: la parcelación organizada de la información y el conocimiento en busca de la satisfacción de demandas personales. O sea, en vez de producir para los demás, producir con ellos a partir de herramientas de comunicación nuevas. Aquí, la formación vuelve a necesitar una mano de la investigación.

– El nuevo profesional de la información, por tanto, entre otras posibilidades, está dejando de ser un observador que da testimonio de los acontecimientos (que suceden en una esfera fuera de su control), para convertirse en un diseñador y constructor de realidades informativas, en un explorador y un cartógrafo de la información y el conocimiento. Así como en el ámbito de la biología y la bioinformática se está confeccionando el mapa del genoma humano, salvando las distancias, en el ámbito que nos ocupa se trataría de elaborar el mapa de la comunicación humana (global, regional, local, personal). Para cumplir con esta tarea se necesita beber en disciplinas y áreas del saber que están próximas a la ingeniería del conocimiento, la cual todavía no ha entrado a formar parte de la formación de la comunicación digital.

En síntesis, hasta ahora la formación del periodista se basaba un perfil profesional enfocado hacia un modelo de comunicación. Ahora, la multiplicación de los modelos de comunicación perfilan a los periodistas. La formación necesita adquirir los elementos diferenciadores propios de cada destino, sin suponer que cada uno de estos tiene un carácter finalista, de estación término, so pena de quedar obsoletos otra vez ante su rápida evolución. Nos resultaría ahora más fácil pronosticar un huracán para dentro de seis meses, que trazar el curso de la evolución de estos modelos de comunicación en los próximos años. A pesar de la creciente potencia de nuestras herramientas predictivas, la experiencia nos indica que conseguimos equivocarnos en estos pronósticos con una tenacidad digna de encomio. Tema éste al que nos referiremos la próxima semana.

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