El 4º Poder está en obras
Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
23 mayo, 2017
Editorial: 100
Fecha de publicación original: 30 diciembre, 1998
Cual es la campana, tal es la badajada
Bienvenidos al editorial de en.red.ando número 100. El último de 1997. Si lo hubiera calculado no habría salido tan redondo. El mes de vacaciones estivales de este año –la única vez que la revista no cambió sus contenidos durante cuatro semanas– ha contribuido a satisfacer nuestro cariño hacia los números rotundos plagados de ceros o de fechas significativas. Quiero agradecer de corazón a todos los que me han enviado mensajes electrónicos para darme ánimos, comunicarme el disfrute de recibir la entrega semanal de este editorial o puntualizarme sus discrepancias sobre los puntos de vista que he ido avanzando durante estos dos años. Algunos, incluso, han elaborado sus ideas para convertirlas en colaboraciones que se han publicado en en.red.ando. En los 30 años de periodismo que llevo sobre las espaldas, nunca había tenido una relación tan viva y directa con los lectores. Ya sé que el sistema es así y esa es una de sus grandezas. De todas maneras, estamos en sus inicios y estoy convencido de que todavía no hemos visto lo mejor. De hecho, me parece que en 1998 vamos a ser testigos de un cambio importante desde este punto de vista: la emergencia de sistemas de información que le darán todo su sentido a la denominada Sociedad de la Información.
Hasta ahora, hemos explorado algunas de las posibilidades que ofrecen las diferentes herramientas de Internet, en particular el correo electrónico y las páginas web, además de la combinación entre ambas, para comenzar a forjar los cimientos de sistemas de información de nuevo cuño. No obstante, la capacidad de emisión que ofrecen estas aplicaciones en manos de diferentes colectivos no ha cuajado en centros de comunicación con entidad propia (salvo excepciones), sobre todo por autoconsiderarse como complementarios de la labor que desempeñan los medios de comunicación tradicionales, a los que se les concede un alto valor de impacto por razón de su cabecera, prestigio social, personal especializado y archivo organizado. Esta postura timorata, a mi entender, está cambiando sobre todo a partir de ciertas organizaciones profesionales, las cuales comienzan a descubrir que ellas mismas pueden actuar como medios de comunicación en todo el sentido del término, compitiendo con el tradicional cuarto poder. Esto no quiere decir, por supuesto, que sus áreas informativas se solapen –que sólo lo hacen puntualmente–, sino que los nuevos medios abren enormemente el campo de la información y, de paso, de la demanda por parte de los usuarios. Como ya he dicho en otras ocasiones, el rasgo fundamental del ciberespacio es que crea una densa trama comunicativa almacenada en ordenadores que se autoalimenta, incrementa y diversifica el espectro de la información y, al mismo tiempo, exacerba «el gusto» por ella.
Dicho de otra manera, la Sociedad de la Información no consiste en multiplicar la información que procede de las fuentes conocidas (cosa que no está sucediendo desde hace bastante tiempo), sino en la multiplicación de estas fuentes y en nuestra participación en este proceso. Una persona informada hoy es aquella que accede a un amplio abanico de servicios donde encuentra las noticias, las informaciones y los conocimientos que requiere para gestionar los aspectos multifacéticos de la vida moderna. Periódicos, radio y televisión no bastan para este cometido. Hacen falta más medios de comunicación y de cariz muy diferente. Esto es lo que viene sucediendo en Internet. Cuando estos medios se convenzan de que realmente desempeñan el papel de nuevos medios que vienen a cubrir necesidades informativas existentes o creadas por ellos, la Red empezará a cumplir algunas de las funciones que se le achacan en la Sociedad de la Información. Será el momento en que escuelas, colegios profesionales, barrios enteros, centros de educación, etc, emitirán la información necesaria empaquetada como un canal de comunicación interactivo que modificará sus relaciones con sus «audiencias naturales» y crearán otras nuevas que, a partir de entonces, dependerán considerablemente de estas nuevas fuentes.
En el trasfondo de este proceso descansa el desarrollo de una política informativa, algo de lo que carecemos en términos generales. Por una parte, hemos labrado una cultura en la que la información no ha sido considerada un bien social tangible. Por la otra, hemos fiado a otros que la hicieran por nosotros. En la nueva situación, esta postura es absolutamente insuficiente para explotar todas las capacidades de los sistemas digitales. Pero, para hacerlo, tendremos que adquirir nuevas habilidades, trabajar talentos inéditos hasta ahora, aprender a comunicar, a intervenir en debates sociales –por más sectoriales que parezcan– mediante la diseminación de información, a elaborar noticias y trabajarlas, a buscar las audiencias y, en suma, a crear redes: los fieles compradores de la información que suministren los respectivos sistemas.
La formación, por tanto, aparecerá como un objetivo estratégico en este paisaje. Esto es algo que, entre nosotros, apenas comienza a despuntar. Las administraciones, empresas, organizaciones e individuos empiezan a comprender que, para autoproclamarse emisores en el nuevo medio y tener un impacto como comunicadores, no basta con tener una cuenta de correos y 2 megas de memoria para fabricarse una página web. La cuestión, efectivamente, es más compleja y requiere un arduo proceso de aprendizaje y, al mismo tiempo, de desarrollo de aplicaciones que permitan representar la información y el conocimiento aprovechando todas las posibilidades del ciberespacio, desde el hipertexto hasta el multimedia en un contexto caracterizado por la interactividad entre los usuarios. Esta es una tarea que deberán emprender escuelas, colegios, centros universitarios y las innumerables instituciones que abrazarán el camino de la formación como el apoyo indispensable para desarrollar sistemas de información maduros que cuajen como verdaderos medios de comunicación digitales.
En Cataluña, la Universitat Politècnica (UPC) acaba de crear uno de estos centros de referencia, el CANET (Centre d’Aplicacions de Internet), cuyo objetivo es la promoción y la investigación de las aplicaciones avanzadas para la Red. En el documento de creación se definen a estas aplicaciones como el conjunto de herramientas y servicios desarrollados sobre redes de ordenadores interconectados (internos o externos) para sistemas de trabajo en grupo, sistemas de información hipertexto e hipermedia, agentes inteligentes de red, etc., que puedan ser utilizados en diferentes contextos, ya sean empresariales, sociales o institucionales. Este centro pionero en España abre, a mi entender, un camino que indica a las claras el marco de las nuevas necesidades de la comunidad internauta en nuestro país.
Por otra parte, comienzan a aparecer también algunos de estos sistemas que apuntan al nacimiento de una política informativa en ciertas áreas, pero con un alto grado de ejemplarización para ser trasladados a sectores diferentes. Me refiero, por ejemplo, al estupendo directorio Guiame! desarrollado por Alfons Cornella, de ESADE (Barcelona). Este sistema, cuyo uso ha crecido espectacularmente en los dos meses que lleva funcionando, nace para satisfacer una demanda concreta de información de un sector específico, el empresarial, pero rápidamente ha evolucionado para penetrar en otros sectores que lo han adoptado como propio. El otro día me decía un colega, medio en broma medio en serio: ¿Cómo puede ser que no haya existido el Guiame! hasta ahora? ¿Qué hacía yo antes de poder consultar este sistema?
Sobre estos pivotes, pues, girará el proceso de maduración de las redes en los próximos meses:
– la percepción de poseer una capacidad de emisión equiparable a la de un medio de comunicación tradicional siempre que se adapte a las necesidades de cada colectivo.
– el desarrollo de una política informativa para concretarla.
– la formación para adquirir las nuevas capacidades necesarias para ejercer el papel de comunicadores dentro de dichos sistemas.
– el diseño y desarrollo de los nuevos medios con implantación en el complejo entramado de la Sociedad de la Información;
– el aumento de la participación social a través de estos medios.
Este un desafío por el que merece la pena un brindis de Año Nuevo.