Educación XXI

Educación: ¿de quiénes son las TIC?

Rafael Martín
22 abril, 2013
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En muchos de los cursos que impartimos a profesores y maestros sobre el uso y la aplicación de las Nuevas Tecnologías en el aula, me veo explicando de forma casi exclusiva cómo utilizar herramientas digitales que son propiedad de Google: Blogspot, YouTube, Drive, o el difunto Reader.

Es cierto que las herramientas de Google ofrecen muchas posibilidades a la hora de desarrollar actividades en el aula. Son relativamente sencillas de utilizar y con un solo nombre de usuario y una contraseña el estudiante accede a un entorno virtual muy extenso, con una nutrida oferta de herramientas digitales para utilizar en clase. Algo muy importante para los profesores ya que resulta una pesadilla tenerse que enfrentar diariamente con la gestión de cuentas y contraseñas de alumnos olvidadizos o despistados, –se olvidan de las claves, de los nombres de usuarios, de las url–. Sin embargo debemos tener muy claro que cuando trabajamos nos damos de alta y, ¡atención!, arrastramos a los los estudiantes a que se den de alta, dejamos nuestros datos en los servidores y bases de datos del gigante californiano: datos personales, fotos, vídeos, textos, creaciones o archivos de cualquier tipo. Es documentación que deja de estar en nuestro poder, aunque tengamos su gestión –durante el tiempo que tenga a bien Google–, pasa a ser de su propiedad e incluso está regida por los derechos de copia y reproducción que la empresa impone y uno acepta en los términos y condiciones de acceso cuando se da de alta.

Cuando impartimos este tipo de cursos de formación a profesores tratamos de mostrar nuevas dinámicas de enseñanza que tienen un apoyo tecnológico y digital. No nos centramos en explicar los botones y la configuración de las herramientas, al fin y al cabo eso es lo más sencillo. Lo importante es pensar y analizar las posibilidades que ofrece el instrumento digital para hacer cosas, más aún, para que los estudiantes hagan cosas, en clase o fuera de ella, con el objetivo de aprender. Cómo se abre un blog, qué programa se utiliza para hacer una película en stopmotion es de una utilidad muy relativa cuando estamos pensando en la integración de las TIC con objetivos didácticos: las marcas cambian continuamente la usabilidad de sus herramientas, las características y sus procesos de gestión. Siempre habrá herramientas alternativas susceptibles de ser mejores o tener unas características que se adapten más a los objetivos de las actividades que el profesor quiera desarrollar en clase.

Además, otro elemento importante para no centrarnos solo en el funcionamiento concreto de una herramienta digital: las empresas cierran y con ellas desaparecen las aplicaciones que desarrollan y ponen a disposición de los usuarios –el penúltimo caso el de Posterous–, cambian de entorno gráfico y de gestión, –como ha ocurrido en varias ocasiones con Delicious— o deciden aplicar un precio por el uso de sus servicios, como hizo Ning en el 2010 vetando el acceso a aquellos que solo tenían cuentas gratuitas.

Resulta esencial tener claros estos dos aspectos: por una parte, los riesgos que implica la googleización de la educación por el uso intensivo de las aplicaciones de esta marca en el aula y, por el otro, la dependencia de herramientas digitales desarrolladas por compañías con objetivos esencialmente empresariales, en la mayoría de las ocasiones con fines totalmente ajenos a la enseñanza y a la educación.

¿Hay una moraleja para esta historia cotidiana en la que participan millones de personas, de educadores y alumnos de los cinco continentes? Desde luego: la primera, y más importante, es que ministerios de educación, consejerías, centros educativos, empresas orientadas hacia los sistemas de aprendizaje, etc., deberían desarrollar el tejido industrial necesario para que emerjan herramientas y plataformas tecnológicas propias, que satisfagan la demanda de los profesores en función de objetivos y necesidades claramente establecidas en relación con la utilización de instrumentos digitales en los procesos de aprendizaje y que, de paso, protejan los aspectos de la privacidad de profesores y alumnos que tanta preocupación causa pero que no se resolverá con monsergas basadas en la “precaución personal”.

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