Del arroz al chip

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
19 junio, 2018
Editorial: 211
Fecha de publicación original: 18 abril, 2000

Buey viejo, surco derecho

Vinai Deshpande no es un nombre que agite los titulares de los medios de comunicación en Occidente. A lo mejor, nunca ha producido ninguno. Pero en la India es considerado como una especie de Bill Gates. El padre del equivalente al Valle del Silicio en el país asiático. Ingeniero educado en Stanford, Deshpande levantó en los alrededores de Bangalore un parque informático al que ahora miran con envidia y codicia los países ricos. Tras haber sorteado todo tipo de dificultades, sobre todo la opinión contraria de sus conciudadanos y colegas, su empresa se convirtió en la primera que fabricó un PC que compite con las marcas tradicionales de EEUU y Japón. La orientación estratégica que le imprimió a la aventura electrónica en un país «a priori» fuera de los circuitos mundiales de este mercado, cristalizó finalmente en el Centro Nacional de Tecnología del Software, dedicado a la investigación, la formación y el desarrollo de programas informáticos. Ahora, India es una exportadora en estos tres campos. De enviar paquetes de programas por la Red solicitados por países industrializados, un negocio en el que ha destacado en estos últimos cinco años, ahora ha pasado a enviar expertos a EEUU, Alemania, Australia o Sudáfrica. Es la emigración de la Sociedad de la Información.

Los expertos consideran que los medios de comunicación le han puesto mucha literatura a la historia de la industria del software de la India. Por ejemplo, el país asiático no ha conseguido colar en el mercado un producto informático propio. Su potencial reside, esencialmente, en la industria de servicios de software, en particular la adaptación de programas informáticos a las necesidades del cliente y la resolución de problemas o demandas de la industria («outsourcing»). En este terreno, la India tan sólo poseía un pequeño mercado doméstico a principios de esta década. Ahora, se estima que ha capturado el 16% del mercado mundial de programas «clientelizados». Esta industria ha crecido a un ritmo del 50% en los últimos cinco años –los de la explosión pública de Internet–. Si esta tendencia persiste, el software puede representar el 25% de las exportaciones del país, lo cual significa un cambio notable en un tiempo récord y en clara competencia con la principal actividad económica del país, la agricultura.

No va a ser un camino de rosas. Si bien la India está en una posición excelente para convertirse en un proveedor privilegiado de estos servicios de software en el mercado mundial, sus vecinos están prendiendo la lección, y rápidamente. Es el caso de China o Filipinas. La diferencia, durante un tiempo, la marcará la fuerte inversión realizada por el gobierno indio en la educación superior desde finales de los años 80 con el fin de apoyar sectores estratégicos, como la industria nuclear y la espacial. Estas han sido las dos patas que han permitido el despegue de la industria de la programación. La tercera vino de fuera y no estaba en los libros: EEUU se convirtió en su mejor cliente a medida que las empresas incorporaron las tecnologías de la información a sus procesos productivos. El hambre se juntó con la necesidad, los bajos salarios de la India con la escasez de mano de obra en Norteamérica. Antes de que nadie comenzara a mirar lo que estaba sucediendo en el país asiático, sus programadores ya estaban doblando cada año el rendimiento económico de una industria que maduró mucho antes de que el fruto se cayera del árbol.

Aunque la mayor parte de la industria india del software es nueva, el conocido Instituto Tata de Investigación Fundamental construyó su primer ordenador a principios de los 50, muy poco después de que EEUU encendiera por primera vez el ENIAC. Durante 30 años, sin embargo, el paisaje de la electrónica estuvo dominado por las grandes firmas del sector, como IBM, DEC o ICL. Hasta que en los años 80 comenzó a surgir un nutrido batallón de desarrolladores de software y de empresas dedicadas a dar servicio doméstico con algunos pinitos en la exportación. Los beneficios económicos de este minúsculo sector atrajo inmediatamente inversiones sustanciales que multiplicó en poco tiempo el tamaño de este mercado de trabajo. Además, muchos programadores se marcharon a EEUU para formarse.

El regreso de algunos de ellos, como Vinai Deshpande, fue providencial para crear una estructura estable en un sector tan volátil y frágil. La combinación de parques industriales, fuertes inversiones en educación superior y una estrategia diversificada –desde la clientelización de software, al empaquetamiento de programas, productos para industrias concretas o para planificación empresarial– crearon un caldo de cultivo que le ha permitido a la India convertirse en una pieza importante del mercado mundial de la Sociedad de la Información, como reconoce el último informe dela OECD sobre tecnologías de la información. Lo que empezó como una experiencia de dudoso futuro en Bangalore, ahora tiene sus réplicas en Bombay, Madrás, Pune, Hyderabab, Calcuta y Bhuvaneshwar. Los centros más recientes, como los dos últimos, ya no se limitan al servicio de software, sino que están incursionando en campos más complejos. El sistema operativo de los «ordenadores en red» (network computers) de Oracle se ha desarrollado en la India, así como el diseño de algunos chips de Texas Instruments.

El principal cliente de las exportaciones de software de la India es EEUU (58%), seguido de Europa (21%), el Sudeste Asiático (8%) y Japón (4%). Esta estructura, según los analistas, se mantendrá ahora que se plantea la necesidad no sólo de importar los servicios de esta industria, sino incluso de hacerse con una parte significativa de su mano de obra. La máquina de absorción está engrasada. Los salarios de EEUU están casi cuatro veces por encima de los de la India por el mismo tipo de formación, especialización y experiencia. Esta «aspiradora» puede afectar seriamente al futuro de la propia industria en India, por más que, a primera vista, represente un incentivo añadido a su expansión. El incremento de la emigración especializada en los dos últimos años –todavía en cifras relativamente bajas– ha disparado los salarios en un 20% el año pasado y, aún así, este sector del mercado laboral ya no es suficiente para satisfacer la demanda local.

Mientras los países ricos diseñan una política de inmigración socialmente aceptable a fin de atraer contingentes de trabajadores indios de las TIC, la propia India está desplegando una variedad de ofertas para retener a sus especialistas y traer de vuelta a casa a los que se hayan marchado. El mercado laboral clásico de la revolución industrial, con marcados tintes coloniales en favor de la metrópolis, adquiere ahora una dinámica diferente donde de aquel flujo masivo de mano de obra se pasa casi a la oferta personalizada basada en la información y el conocimiento de cada trabajador. Y esto está apenas comenzando.

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