Cibercultura

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Noticias falsas (*)

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
30 junio, 2019
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Se acercaron las elecciones. Se fueron las elecciones. Se acercaron las fake news. Se fueron las fake news. Nos avisaron de que las fake news nos iban a cocinar las neuronas al votar. Como han hecho en tantas partes del mundo gracias a los rusos. O a Trump. Sin embargo, sin mayores explicaciones, como siempre, el gobierno ha dicho que esta vez no ocurrió. ¿Les patinó el calendario político a los malos? La alerta oficial (no hay otra fuente) nos intimidó con noticias tan falsas que ya las llamamos fake news por diversión, o viceversa, para que se sepa que, además de falsas, o fake, son malas de verdad, muy malas. Ya no sabemos distinguir si las fake, o las falsas, son las que nos cuentan cada día políticos, administraciones o empresas para engrandecer lo que tienen o disimular las ganas de vendernos lo que no tienen. Estas fake son, como sabemos, en su denominación científica, marketing, gracias a lo cual nos enseñan, entre muchísimas otras cosas, que si no fuera por las agencias del Estado, cualquier Estado, ojito, a saber qué habría sido de nosotros.

¿Podemos liquidar las fake news y/o las noticias falsas? Sí, es sencillo. Depende de lo que usted quiera, necesite, le interese o le preocupe y, en consecuencia, del camino que tome para resolver estos dilemas. Aportemos una posible solución (utópica, como siempre. O sea, irrealizable. No importa, es lo propio de la utopía y de la sustancia de la era de Internet): en vez de tratar de descubrir y de perseguir a los malos para contrarrestar sus infofechorías (añadiendo más falsedades), lo cual indefectiblemente nos hace depender de la autoridad de quien no conocemos, juguemos a favor de la dinámica de la información de calidad, que siempre fue, es y será de pago. De pago no significa que tengamos que enriquecer a otros sin devolución de riqueza, como sucede ahora.

Diseñemos espacios de todo tipo donde se pueda verificar abiertamente y de forma cristalina la calidad de la información que se aporta y se consume, pagada de diversas formas gracias a la gestión colectiva en red que garantiza su calidad. Los interesados o pagan su cuota por esta información que aportan ellos u otros, o se responsabilizan de la financiación aportada por esos interesados, o por esa preocupadísima administración que vela por nuestros intereses y necesidades, o por las corporaciones, o entidades beneficiarias de la calidad y la fiabilidad de esa información, etc.

Nótese que todavía no ha asomado la cabeza autoridad alguna que, por ancha o por manga, selle o determine quién es quien, o de donde procede la misteriosa calidad que ellos avalan. No es una tontería. Usted sufre engaños miles de veces al día (ni uno más, ni uno menos), ya sea directa o indirectamente, cara a cara o mediante millones de mensaje en todo tipo de soporte, donde esta autoridad, que, además, nunca es la competente, le advierte de qué no se fíe de los otros.

La información que aparezca ahí, en esos espacio creados y gestionados por los ciudadanos mediante el trabajo colectivo en red, lo cual supone una garantía que ahora no tenemos, será con la que jugaremos, porque sabremos de donde viene y qué se pretende con ella. La que queda fuera, ya sea porque el emisor prefiere que no le paguen, no sea que lo descubran, o porque los gestores de las redes explican públicamente las razones del rechazo, nosotros decidiremos entonces hasta donde la tragamos y para qué.

Dicho de otra manera y sin ambages: si queremos tomar decisiones como ciudadanos adultos sabiendo de qué va el asunto, incluso gestionándolo, tendremos que convivir con un epitafio: ¡Muerte a las plataformas de comunicación gratuitas en las que desconocemos a casi todos, y casi todo! Si seguimos jugando con ellas, si les prestamos atención sobre todo en asuntos que nos conciernen, nos interesan, nos preocupan o necesitamos ya sea resolver, o decidir si los resolvemos y cómo, es porque, en realidad, nos da igual que nos engañen. Lo hagan los rusos, Trump o el vecino de la punta del mapa. En estos casos, dejemos de rasgarnos las vestiduras de una puñetera vez porque nos mienten esos malditos malvados. No les queda otro remedio. Entre lo que a ellos les interesa y lo que a usted le preocupa, la distancia es simplemente sideral, o sea, de esas en las que no se adivina el punto de partida y es imposible saber realmente porqué somos el punto de llegada.

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(*) La primera versión de este artículo se publicó en el semanario L’Independent de Gràcia el 30/6/2019, con el título Fake News:  http://www.independent.cat/2019/06/30/noticies-falses/

Esta versión en Coladepez está ampliada al disponer de más espacio.

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