Las cinco esferas de la ciudad relacional
Miquel Lacasta
5 junio, 2013
Hablar de ciudad es hablar de absolutamente todo. No creo que sea necesario remitirse a las innumerables estadísticas que simplemente dibujan un presente cimentado a nivel global sobre una realidad urbana en todas sus facetas posibles. Dicho de otra forma, si algo ocurre de interesante en el planeta, la posibilidad que ese algo se dé en un contexto urbano es simplemente abrumador. En pocas palabras, todo es urbano, o como decía Manuel Vicent la raza humana es eminentemente una raza urbana.
La pertinencia de mezclar la idea de ciudad y las lógicas de lo relacional es tan básica como que en términos antropológicos hay tres modelos básicos de relación estructural, es decir, de maneras de relacionarse realmente fundamentales, la descendencia, la transcendencia y la co-residencia. La descendencia se instaura en la familia, el núcleo original de relaciones co-sanguineas y/o más contemporáneamente emocionales y que tantos modelos alternativos está suscitando actualmente. El segundo modelo, la trascendencia, se funda en los credos metafísicos y las iglesias, es decir en la voluntad inmanente de ser humano por trascender su propia naturaleza.
Por último está la co-residencia, y este modelo de relación estructural se fundamenta en la polis, es decir en la ciudad.
En el ámbito de la polis, se configuran varios modelos de relación que podríamos diferenciar entre el devenir y el acontecer.
Mientras que podríamos considerar que el devenir conlleva una lógica relacional ligada a un ámbito de relaciones programadas, extensas –ya sean en el tiempo o en la cantidad de individuos que acoge-, una lógica única y excepcional, el acontecer podría estar referido a las relaciones cíclicas de pequeño formato, repetitivas y domésticas. En este ámbito también podría incluirse el tipo de relaciones que acontecen de forma inesperada, sorprendentemente, sin mediación de los habituales poderes que operan en la ciudad.
Es decir, para que quede claro, en la ciudad cabe un devenir en forma de partido de futbol por ejemplo, es decir un espacio de relaciones extenso, masivo, programado, algunas veces único, y excepcional. A su vez, la ciudad también acoge un acontecer personal, intersubjetivo, micro como pudría ser un primer beso en un banco de una apartada plazoleta urbana, es decir algo no programado, pequeño, repetitivo y doméstico –aunque no por ello falto de grandeza en lo personal-.