Cibercultura

Laboria, la ciudad del trabajo informatizado

Susana Finquelievich
31 mayo, 2016
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¿De qué maneras se puede ayudar a los trabajadores a surfear la ola del cambio tecnológico sin ahogarse? La recomendación más usual es que los ciudadanos inviertan más recursos (tiempo, dinero, energías) en su educación. Así lo han entendido las universidades, que ofrecen un enorme florecimiento de postgrados y especializaciones. También lo comprende así Thomas Pikkety, quien en su libro El capital en el siglo XXI, presenta una visión diferente sobre el impacto de la tecnologización en la inequidad económica. El economista plantea que en comparación con olas de innovación previas, como la máquina de vapor y la electricidad, la “revolución informacional” es menos disruptiva para los modos de producción y contribuye menos al incremento de la productividad.  También señala que la inequidad de riqueza se ha incrementado en Estados Unidos más que en Europa, a pesar de que el cambio tecnológico ha afectado a todos los países de ambos continentes en el mismo nivel. Los cambios en la productividad han sido los mismos a través de los países, por lo que debe haber otras razones además del uso de la tecnología informática para explicar la inequidad en USA.

Piketty describe la carrera entre la educación y la tecnología. El sistema educativo, dice, está formado por las políticas públicas, los criterios de selección para los diferentes caminos, el costo de los estudios para los estudiantes y sus familias, y la disponibilidad de educación permanente. En cambio, el progreso tecnológico depende del ritmo de la innovación y de la rapidez de la ejecución. En general, aumenta la demanda de nuevas competencias y crea nuevas ocupaciones. Esto conduce a la idea de la carrera entre educación y tecnología. Si la oferta de calificaciones no se incrementa al mismo ritmo que las necesidades de la tecnología, los grupos que poseen una formación menos avanzada serán relegados a tareas devaluadas, ganarán menos, y la desigualdad con respecto a la fuerza de trabajo se incrementará. Añadamos a esto que los cambios en el sector de la educación son de por sí estructuralmente lentos, a pesar de que los avances tecnológicos y el mercado los empujen a nuevas transformaciones. Para evitar esta falta de coordinación entre oferta y demanda, el sistema educativo debe aumentar y actualizar constantemente su oferta de nuevos tipos de educación y su producción de nuevos saberes y habilidades. Si la inequidad de salarios aumenta, la oferta de nuevas habilidades y saberes debe incrementarse aún más rápidamente, sobre todo para los menos educados.

Estoy leyendo en un artículo del diario I Profesional del 2013 que casi el 6% de las ofertas de empleo requiere postulantes con posgrado. En los últimos años, la demanda de este tipo de estudios se ha incrementado en más de un 250% en España, y son muchos los trabajadores que se plantean su utilidad como vía para acceder a un nuevo puesto de trabajo, actualizarse o reorientar su carrera laboral. La formación pasó de entenderse como una mera herramienta para la adquisición de conocimientos a contemplarse como una actividad continua, focalizada en el desarrollo de capacidades que garanticen la empleabilidad. Dicha transformación es evidente al analizar la evolución de la oferta formativa, especialmente en la de posgrado, donde este enfoque es el dominante. El mundo empresarial es el que concentra el mayor volumen de oferta de postgrados, y representa el 33% del total de programas en España. Le siguen las áreas de ciencias sociales e ingenierías, con el 16% y el 15%, respectivamente. Sin embargo, y a pesar de que los estudios de postgrado resultan redituables en el mediano plazo, no todos los que han terminado la educación universitaria pueden o quieren cursar un postgrado que les llevará de uno a cuatro años más.

La buena noticia es que los empleos que requieren educación media y que ofrecen salarios medios no desaparecerán: mientras muchos trabajos que requieren de habilidades medias pueden ser automatizados, otros requieren una mezcla de capacidades que necesitan de la flexibilidad del cerebro (y el corazón) humanos. Algunos ejemplos son las tareas paramédicas: técnicos en radiología, ayudantes de dentistas, técnicos enfermeros, terapeutas físicos, coachers, trainers en gimnasia, etc. En éstas y otras profesiones, en las que se necesitan interacción personal, adaptabilidad y capacidad de resolver problemas, se está llegando a la combinación de saberes técnicos y personales. Otros casos son los técnicos automotores, los técnicos informáticos, plomeros, electricistas, técnicos en aire acondicionado, que conforman una suerte de nuevo artesanado.

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