Cibercultura

Laboria, la ciudad del trabajo informatizado

Susana Finquelievich
31 mayo, 2016
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El temor al desempleo tecnológico

El temor a la sustitución de los seres humanos por máquinas, asociado al temor al consecuente desempleo, está presente desde la primera revolución industrial. Uno de los riesgos del reemplazo de personas por máquinas inteligentes está relacionado a la persistencia de una antigua pesadilla: la total evacuación del hombre de los procesos de producción y su reemplazo por robots, por máquinas humanizadas y de expertos-autómatas, dotados de inteligencia artificial. Esto plantea una paradoja: la substitución total de la mano de obra humana por el uso de mano de obra robótica no es compatible con el desarrollo del capitalismo como sistema mundial tal como se lo concibe actualmente. Si bien el capitalismo necesita del famoso «ejército de reserva» de trabajadores, la sociedad de consumo necesita que las masas obreras consuman; para consumir deben tener dinero, y para tener dinero deben trabajar. Si no trabajan, no consumen y el sistema, tal como está concebido actualmente, se derrumba.

En el “Manifiesto comunista”, Marx y Engels declaraban: “La división del trabajo y la extensión de la maquinaria, en la situación actual del proletariado, le quitan al trabajo todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, el desembolso que supone un obrero, se reduce poco más o menos, al mínimo que necesita para vivir y reproducirse. Pero el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo, equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún, cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también el trabajo para el obrero, bien porque se le alargue la jornada, porque se le intensifique el rendimiento exigido, se le acelere la marcha de las máquinas, u otras causas.”

Marx y Engels no consideraban a la burguesía como una clase conservadora, y aún menos reaccionaria, sino como la clase más progresista y revolucionaria que había existido hasta entonces, pues su existencia depende de revolucionar los medios de producción y por ello de revolucionar constantemente la sociedad. Tampoco rechazaban per se el uso de innovaciones tecnológicas. Marx lo expone en El Capital: “Para la industria moderna, la forma de un proceso de producción no es nunca definitiva. Por eso sus bases técnicas son revolucionarias, mientras que el fundamento técnico de todos los antiguos métodos de producción era esencialmente conservador. Por medio de la máquina, los procedimientos químicos y demás métodos de que dispone la industria moderna, al cambiar la base técnica de la producción cambian las funciones de los trabajadores y el régimen social de los procedimientos de trabajo.”

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