Cibercultura

El Siglo XXI. Un repaso histórico

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
4 agosto, 2017
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La Era de las Crisis

Vilalta había titulado “De la mano de Dante” una serie de capítulos que describían el estado de la cuestión a principios del siglo XXI, y “En el descansillo del Infierno” examinaba el desenlace de la Era de las Crisis, que ahora todo el mundo calificaba como la etapa más importante jamás vivida por la humanidad. El resumen de la primera parte de las lecciones tenía los siguientes apartados:

1. De la mano de Dante”. La primera década del siglo XXI

1.1 Todos juntos y sin ideas.-

La palabra más utilizada durante el paso al tercer milenio de la era cristiana fue “globalización”. El término adquiría tantos significados como intérpretes trataban de explicarlo. Pero todos coincidían en un punto: el mundo se había convertido en un espacio físico cada vez más pequeño y más compartido. La ciencia, la tecnología, los transportes, el comercio y sobre todo Internet –habitado por más de 600 millones de personas al comienzo del siglo XXI–, así como las múltiples redes de comunicación especializadas (educación, ciencias exactas y sociales, participación política, planificación urbana, medio ambiente, economía, ocio, deportes, etc.) había reducido sensiblemente el “tamaño” físico y espiritual del planeta. Esta cercanía alimentaba un acelerado y cada vez más desesperante proceso de búsqueda de ideas para salir del atolladero al que se dirigía la comunidad internacional.

Sucesivas crisis económicas y ecológicas de gran envergadura mantenían en estado de tensión a todo el sistema de relaciones internacionales, sin que se atisbara una solución a mano. El puente entre ambos mundos –la economía y la ecología– se estiraba como un elástico sin fin, como una cinta de Moëbius donde el encuentro resultaba imposible. Los países industrializados habían abandonado el sistema de cumbres ambientales que había promovido la ONU desde 1992. Los objetivos del tratado del cambio climático que comenzó a debatirse entonces habían quedado en el cubo de la basura.

Los países ricos querían que los países pobres asumieran las mismas cargas que ellos desde la entrada en vigor de dicho tratado. Los segundos hablaban de la “contaminación histórica”, el factor de riqueza que le había permitido a unos cuantos países (una quinta parte de la humanidad) distanciarse respecto a los demás al haber saqueado los ecosistemas del planeta durante casi siglo y medio sin cortapisa alguna. Los estados habían llegado al punto en que no eran capaces de negociar en nombre de los ciudadanos que se veían directamente afectados por un incremento constante de los riesgos (y los desastres) ambientales.

1.2 La era de los transgénicos.-

La modificación genética de las redes

Los esporádicos experimentos de finales de siglo en el campo de la biotecnología se convirtieron en la rutina de la industria más próspera –y concentrada– de los inicios del tercer milenio. Los derechos de propiedad intelectual sobre organismos modificadas genéticamente (OMG), primero en el campo de la alimentación y después prácticamente en la mayoría de los procesos agro-industriales, derivó en una lucha feroz por dominar mercados por parte de un selecto grupo de poderosas corporaciones. La reacción tomó la forma de redes internacionales para preservar, por una parte, el acerbo agrícola de vastas regiones del planeta, en particular América Latina y el Sudeste asiático, y, por la otra, para defender los derechos ancestrales de sociedades agrarias que se veían ante la tesitura de tener que pagar por recursos fitogenéticos propios, pero modificados genéticamente mediante técnicas de biotecnología en laboratorios lejanos.

Esta tensión, que se había manifestado de diferentes maneras durante las dos últimas décadas del siglo XX pero sin mayores repercusiones en la opinión pública de los países industrializados, adquirió de repente una forma nueva que vino a teñir toda la época. Por primera vez, el conflicto emergió en los países ricos con una virulencia inusitada a través de las redes telemáticas. Los bancos de datos de laboratorios y depósitos de germoplasma, así como los recursos informáticos privados de los propios investigadores, empezaron a ser el blanco de ataques continuos desde distintas partes del mundo. Al mismo tiempo, el debate se trasladó hasta el salón de estar de millones de hogares a través de sistemas de información que ocupaban todos los espacios disponibles en aquel entonces, como la televisión digital, las redes de cable, Internet, etc.

Gobiernos y empresas se vieron ante una situación nueva a la que diplomacia heredada del siglo XX pocos recursos podía oponer. Las medidas punitivas al uso repercutían inmediatamente en su propia casa mediante la reacción de una opinión pública cada vez más sensibilizada por el problema del hambre, a la vez que preocupada por la incapacidad manifiesta de los políticos para plantear soluciones imaginativas a un asunto que comenzaba a repercutir en sus propios bolsillos. El creciente gasto en seguridad industrial para evitar las incursiones virtuales se trasladó directamente al el precio de los productos donde intervenían procesos de biotecnología. El encarecimiento constante de la canasta alimentaria abrió una brecha en las bolsas financieras del mundo con catástrofes continuas en el suministro de alimentos a escala global. Muchos de ellos entraron en fase de escasez causando intensos estados de agitación social sin solución de continuidad. Finalmente, la ONU se vio obligada a crear un insólito foro tripartito entre las múltiples organizaciones descentralizadas que compartían conocimientos entre ellas para esparcir prácticas agrícolas propias exentas del dominio del puñado de corporaciones de la era de la biotecnología, los estados y las empresas. Era la primera vez que éstas participaban oficialmente en las deliberaciones de la ONU como protagonistas del problema que se trataba de resolver.

1.3 Hundimiento de Rusia.

“Mafias sin fronteras”.–

El colapso de Rusia, anunciado durante muchos años, finalmente acaeció el 2008. Las dificultades de sucesivos gobiernos para “pacificar” las mafias había derivado en una economía dual, en la que los barones del mercado sumergido negociaban directamente con los organismos financieros mundiales la salida de la crisis. El colapso se produjo cuando el gobierno perdió completamente el control sobre el arsenal nuclear y éste quedó en manos de bandas que gobernaban regiones enteras de la antigua URSS. A partir de aquél momento, el principal producto de exportación de Rusia fueron las propias mafias, que coparon importantes mercados internacionales financieros e industriales, a pesar de tener una escasa base industrial en su propio país.

1.4 La era de las megalópolis.

El viaje en coche a ninguna parte.–

Al final de la primera década del siglo XXI, Europa, Japón y EEUU alcanzaron el fatídico promedio 1:1. Un coche por persona. Tan sólo 10 años antes, esta meta se habría considerado como la cumbre del progreso social y del crecimiento económico. Ahora, los gestores de las ciudades la consideraban como un remedo metálico de la plaga de la Edad Media. Las redes urbanas se habían extendido como tentáculos inalcanzables hasta ocupar territorios antiguamente denominados regiones. La descentralización política de los municipios no bastó para detener el creciente deterioro del entorno físico y social de las ciudades.

Mientras se planificaba con el coche como protagonista, los ciudadanos tomaban sendas diferentes que obligaba a proyectar servicios y viviendas de un signo muy distinto. El crecimiento de la industria de la información y el conocimiento, basada en el movimiento de bits, tenía difícil acomodo en un entorno diseñado para el movimiento de bienes físicos. Estas tendencias contradictorias emergieron como una fuerte presión social para crear vastas zonas peatonales alrededor de nuevos núcleos de servicios y habitacionales en el centro de las ciudades. La búsqueda de soluciones para la movilidad del ciudadano no como individuo, sino como el factor social determinante del funcionamiento de la ciudad, colocó en el centro de su objetivo la liquidación del transporte individual. Muy pocas urbes estaban preparadas para favorecer un giro tan radical.

1.5 La era de las catástrofes climáticas.

El señor Tifón.–

La ciencia no resolvió –ni entonces, ni hoy y, posiblemente nunca lo hará– el debate sobre si se podía discernir más allá de toda duda la huella humana en los cambios globales, en particular en el cambio climático. Pero la comunidad internacional no pudo resistir la cadena de catástrofes que comenzaron a asolar regiones enteras del planeta con una regularidad alarmante. En contra de todas las previsiones, que apuntaban a los deltas de Bangladesh, las islas del Pacífico Sur, el Asia de los monzones y el sur de Siberia como las primeras y más indefensas zonas del planeta ante el cambio climático, de hecho este “premio” cayó en EEUU. A principios de la segunda década del siglo, sus costas orientales fueron permanentemente evacuadas al ser barridas asiduamente por tifones de una fuerza devastadora.

Las compañías de seguros utilizaron al país más rico del mundo como su mejor anuncio para un cambio de política de imprevisibles consecuencias: no aceptarían pólizas de ningún tipo frente a los denominados “desastres naturales”. Millones de familias quedaron en la ruina de la noche a la mañana y el sistema financiero –y la ya debilitada cohesión social del país– quebró en varios estados. Como dijo Richard Black, a la sazón presidente de EEUU: “Es la primera vez que perdemos una guerra contra los [tifones] invasores, pero ni siquiera Hollywood ha logrado indicarnos qué gesta habría sido necesaria para derrotarlos”.

Por primera vez desde 1992, EEUU aceptó sentarse a discutir “una política para remediar los peores efectos del cambio climático”. Para ese entonces, los Países Bajos habían desaparecido del mapa. Millones de holandeses buscaban refugio en el resto de Europa y en EEUU.

1.6 El fin de la era de las migraciones.

Soluciones aquí y ahora.–

A finales de la primera década de este siglo, la tasa de natalidad de población mundial comenzó a estabilizarse. Pero ese no fue el factor determinante para que las grandes migraciones desde el Sur al Norte se convirtieran en un pequeño goteo. Lo fundamental fue el cambio en la política internacional (véase más adelante “Una nueva forma de hacer política”) y la exigencia universal de que se resolvieran los problemas de las poblaciones afectadas por el hambre y el deterioro de ecosistemas físicos, políticos y sociales en sus propios lugares de origen. Brainpeace fue instrumental en ese sentido. La acción concertada de las organizaciones en redes virtuales, su presencia decisiva –e inevitable– en los centros de poder económico, y la “narración” de la situación en los propios hogares de las naciones desarrolladas, colaboraron a crear un clima de entendimiento impensable a finales del siglo XX.

El sistema de la ONU logró un acuerdo trascendental: la creación del PIBdBU (Producto Interior Bruto de Bienes de Uso), el primer sillar de un edificio donde la economía y la ecología pudieran convivir. Para llegar a este punto resultó determinante la sostenida campaña internacional contra el consumismo y la demanda de una política de distribución de recursos a partir de su impacto medioambiental, como ya venía practicándose en numerosas comunidades a lo largo y ancho del planeta.

1.7 Energía y residuos.

Dos monedas y una sola cara.–

A mediados de la primera década del tercer milenio, todas las lecturas de la atmósfera terrestre acababan en las salas de urgencia de los hospitales. Las enfermedades respiratorias se convirtieron en el primer flagelo de la salud física de la humanidad, superando incluso las cifras de la malaria, que por cierto había colonizado de nuevo territorios de donde había sido eliminada desde hacía casi un siglo al amparo de un apreciable ascenso de la temperatura media en dichas regiones. El catálogo de tumores relacionados con la contaminación ambiental era la cartilla de trabajo de los departamentos de oncología. La contaminación transfronteriza, habitual en las décadas previas, comenzó a detenerse: nadie quería la porquería del vecino, pero la propia gozaba de las mismas propiedades: contribuía indefectiblemente al cambio global.

La búsqueda de soluciones a la diversificación de las fuentes de energía se mostró como uno de los huesos más difíciles de roer. A la complejidad del escenario político se unía la solicitud explícita a los países ricos para que apuntaran hacia un camino aceptable para todos. Esto implicaba, de partida, discutir una reducción apreciable de las expectativas globales de creación de riqueza y una redistribución de las cargas y los beneficios de la economía a escala global según criterios no ensayados hasta entonces. Éste fue el telón de fondo permanente del siguiente capítulo.

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