Cibercultura

Barcelona: Una ciudad para visitar… pero no todos a la vez (3ª parte)

Xabier Artazcoz
5 agosto, 2016
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Barcelona: una ciudad para vivir

El corazón de la Barcelona turística, la que no ve el turismo, aunque la transite y la viva sin cesar, está sometido a un intenso proceso de transformación socia. Aunque “no se vea”, hablamos de un barrio tradicional popular de renta baja4, del que en poco años  ha desaparecido  tejido comercial de proximidad, para dar paso a comercios orientados prácticamente en exclusiva a satisfacer las demandas de los visitantes. En el caso de La Rambla, resulta cada vez más  urgente reelaborar un plan de usos,  capaz de satisfacer demandas del turismo con las necesidades de la vida cotidiana de los habitantes. En estos momentos, sin dicho plan, tanto La Rambla como su entorno inmediato reflejan fielmente el proceso de terciarización de la ciudad, especialmente vinculada al fenómeno del turismo. Las consecuencias son evidentes y de largo alcance: el éxodo de los propietarios de comercios y actividades locales, comercios emblemáticos que han visto cómo, tras la finalización en 2015 de ley de arrendamientos urbanos que concluyó el denominado periodo de renta antigua, han cerrado mientras los locales permanecen a la espera de que una franquicia pueda hacer frente a los precios que reclaman los propietarios de los locales.

Otro ejemplo significativo del cambio de paradigma es el decreto aprobado recientemente para delimitar el acceso a grupos de turistas superiores a 15 personas durante los viernes y sábados al mercado de la Boquería. Se pretende evitar con ello las aglomeraciones de visitantes que no necesariamente van a comprar y, que según los tenderos, pueden interferir -e interfieren- con la actividad de los clientes habituales. Lo cual es sorprendente porque, parte de la transformación del uso del mercado, se debe a que los propios comerciantes han reorientado sus negocios hacia el creciente sector turístico. Unamos a todo esto la presión interna que ejercen los pisos de uso turístico (tanto los legales como los ilegales) en las fincas donde residen los habitantes habituales de la zona, lo cual incrementa el precio de los alquileres y la venta de las viviendas y obliga a muchos vecinos a marcharse forzosamente del barrio.

La realidad hoy es que los ciudadanos de Barcelona ya no van a La Rambla como tampoco van a Times Square los habitantes de Manhattan. La vinculación prácticamente exclusiva del desarrollo económico de Barcelona en este último cuarto de siglo orientada hacia el turismo de masas ha convertido a esta ciudad, como otras capitales europeas, en postales de sí mismas: Los centros históricos de las urbes ya casi son idénticos, como idénticos son los hoteles en los que se albergan los huéspedes de los cinco continentes, las tiendas en las que compran y, en gran medida, los restaurantes en los que comen. La diferencia ha sido aplastada. Algo que ha supuesto una devastación cultural de grandes proporciones al destrozar buena parte del tejido diferencial que un día tuvieron.

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Este artículo está basado en un estudio presentado en el XII Congreso Español de Sociología por el mismo autor.

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