Barcelona: Una ciudad para visitar… pero no todos a la vez (3ª parte)
Xabier Artazcoz
5 agosto, 2016
Tras lo descrito hasta ahora, puede afirmarse que Barcelona ha pasado de ser una ciudad con turismo a ser una ciudad turística y uniforme donde los espacios que visitan los turistas quedan delimitados por una forma de experiencia urbana medida, controlada y organizada, que ha eliminado lo impredecible de la vida callejera y que ha suprimido la cultura local. En los años ochenta y noventa, cuando la ciudad dispuso de un sistema turístico eficaz, orquestado tras la apertura de la oficina del Patronat de Turisme, las infraestructuras y las actividades turísticas tuvieron una dimensión moderada en relación al resto de la ciudad. Por este motivo se entendió como un servicio complementario. Actualmente, el fenómeno del turismo urbano global ha reducido el recorrido del visitante a una rápida «visita de paso» de los sitios que se deben conocer, clasificados previamente en las guías de viaje. Estos catálogos turísticos proporcionan a los viajeros itinerarios fijos que empaquetan una mezcla de monumentos, lugares históricos, centros culturales y una serie de “visitas de lo esencial”. Últimamente el recorrido se ha enriquecido de manera destacada por la “experiencia” gastronómica de lo tradicional.
La densificación de los espacios con una alta especialización turística, finalmente han convertido muchas zonas en ficticias versiones de ellas mismas, compuestas por una calidoscópica oferta de experiencias: espacios orientados al consumo y el entretenimiento. Es el caso de la Rambla que, junto con otras zonas agregadas, convierten el centro histórico de la ciudad en un gran parque temáticodonde observar la vida cotidiana de las personas pasa a formar parte del espectáculo. El turismo en Barcelona se ha convertido en un componente estructural de su metabolismo, ha reconfigurado su imagen hasta el punto de haber conseguido el reconocimiento internacional en distintas clasificaciones y rankings como uno de los destinos preferidos para ser visitado.
Según López-Palomeque, este proceso se ha visto reforzado, por una parte, por el papel que la administración pública ha jugado en la promoción de la ciudad y el dinamismo de los operadores turísticos para colocar a Barcelona como destino turístico a través de sus distintas asociaciones. Por la otra, este proceso de transformación ha significado que el gobierno local tuviera que adaptar su organigrama a un modelo de gestión y promoción a la nueva realidad urbana planteada por el turismo.
Sin embargo, esta situación es bien distinta para los vecinos que todavía hoy resisten a la terciarización del barrio, especialmente en el caso de la Rambla. Este marcado cambio en el uso del paseo ha provocado el éxodo de sus vecinos debido principalmente a la presión a la que se han visto sometidos en los últimos años. Suben los precios del alquiler, desaparece el tejido comercial de proximidad, “se ve y se siente” la creciente presión de propietarios, inversores y agentes inmobiliarios, forzándolos para que abandonen sus viviendas y poder convertirlas en establecimientos para turistas. En estos momentos, según los datos publicados por el Ayuntamiento de Barcelona en 2014, La Rambla dispone de una oferta reglamentaria de 604 pisos de uso turístico y 34 hoteles (de los 212 totales disponibles en el distrito de Ciutat Vella), que ofertan aproximadamente cuatro mil camas para posibles visitantes frente a los 661 vecinos contabilizados según el padrón municipal. Dicho de otra manera, por cada vecino empadronado se contabilizan cuatro camas de hotel.
Datos que contrastan drásticamente al comparar la densidad humana del paseo (13.220 hab/km2), con la del barrio del Raval (45.193 hab/km2), la del distrito de Citut Vella (23.886 hab/km2) o incluso con la de Barcelona (15.800 hab/km2), lo que ratifica la gravedad de la situación vecinal que ve como el crecimiento sostenido del turismo ha disparado las dinámicas especulativas que han contribuido progresivamente a distorsionar la vida urbana vecinal. Otra de las consecuencias es el aumento de la diversidad nacionalidad de sus residentes, que han terminado por alterar el equilibrio en la convivencia vecinal.
* Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del censo poblacional del Departament d’Estadística de Barcelona.