Burbuja Polaroid

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
15 enero, 2019
Editorial: 272
Fecha de publicación original: 19 junio, 2001

Pan con pan, consuelo de tontos

La cosa comienza a moverse otra vez, muy despacito, muy suavemente, pero al menos ya colea. La cosa es Internet y la economía asociada a la Red. La cosa es la sensación, los sentimientos, las emociones, de las que habla Greenspan para definir el estado de la economía de EEUU (y mundial, claro). Y don Alan dice que esa cosa andaba por los suelos y así no se podía ni siquiera pensar bien. Pero, ahora, poco a poco, comienza a adivinarse un ligero remonte. Apenas se han detectado estos someros espasmos, los augures han comenzado a desperezarse y a ofrecernos los primeros mandamientos de lo que será el nuevo cruce del Jordán. Quedan ahí atrás, sobre las espaldas de todos, miles de millones de dólares –y billones de toneladas de sentimientos, según Greenspan– triturados por una de las burbujas especulativas más instantáneas y aceleradas de la historia. Una «burbuja Polaroid», cuya fotografía no deberíamos nunca perder de vista.

¿Cuánto vamos a aprender de lo que nos ha sucedido? Si nos atenemos a muchas de las voces que comienzan a guiar este nuevo tránsito, las cosas no están claras al respecto y más bien se nos llena el alma de dudas. En un excelente artículo publicado en el suplemento semanal Negocios del diario español El País, se pasa revista a «Cinco mitos caídos de la nueva economía». Guiados por algunos de quienes fomentaron muchos de esos mitos, recorremos los becerros de oro que fueron llevados en volandas hasta la Bolsa para descubrir que en su interior había sólo barro. Así, de un plumazo, comienzan a caer conceptos que ya eran espantapájaros hace unos cuantos años (lo cual representan eras geológicas en Internet) y que habíamos analizado extensamente en tal sentido desde numerosos artículos publicados en en.red.ando.

Ahora bien, me quedo con unas cuantas ideas que, me parece, reflejan la dificultad de asimilar lo que ha sucedido y la natural inclinación del ser humano –como bien dice el refrán– a tropezar de nuevo con la misma piedra. O, lo que es lo mismo: a pesar de lo sucedido, pareciera que vamos a insistir en una interpretación de la Red que ya podríamos denominar clásica, donde los grandes actores son los grandes actores de siempre y la gran modificación generada por Internet es la que vemos fundamentalmente a través de los datos ofrecidos por las grandes consultoras. Por ahí, vamos por mal camino. O el camino de siempre.

En las próximas semanas nos van a bombardear con una revelación que a más de uno le ha dejado boquiabierto: actualmente, los estadounidenses consumen el 60% de su tiempo en las páginas de 14 compañías, cuando hacen un año lo hacían en 110. Ergo: la Red estimula el crecimiento de los oligopolios (¿con apenas 200 millones de usuarios, con millones de usuarios nuevos cada pocos meses, con inversiones crecientes en redes e infraestructuras dentro de las organizaciones y las empresas?). Ejemplo claro de oligopolio: la música (¿con Gnutellas&Cia en la sala de espera?). Aparte de las dificultades intrínsecas para darle una significación coherente a una medición como la mencionada, de no tomar en cuenta miles de variables (y de falacias) para justificar ese dato, vuelve a equipararse «economía de la Red» a «visitas a páginas web», lo cual uno pensaba que ya había quedado sepultado tras el último sismo del Nasdaq. En estos momentos, según Inktomi, hay más de medio billón de páginas web, pero el correo electrónico sigue siendo la aplicación matadora («killer application»): más del 70 por ciento de la información que discurre por Internet lo hace por esta vía. ¿Alguien ha conseguido elaborar los cimientos conceptuales de una economía de tales características? ¿Es posible aprehenderla a través de su lejano reflejo en las visitas a páginas web?

Ya sé que lo que sigue es un ejemplo de relativa importancia. Pero es indicativo del esfuerzo necesario para comprender la multidimensionalidad de la denominada nueva economía, su basamento cultural y su desarrollo a través de redes específicas, aspectos estos que apenas surgen en los debates sobre la Red, a pesar de los avisos de Greenspan.

En los últimos meses, la Red Iris, que mantiene un servicio de listas de distribución electrónica, ha dado de alta a las siguientes a solicitud de los usuarios (y perdón por la larga enumeración, pero merece la pena echarle un vistazo): Especies invasoras de la Península Ibérica, Pediatría, Algas calcáreas, Comportamiento y gestión del corzo en España, Diseño, Comportamiento y cambio organizativo, Genética forense, Globalización y fórmulas de convergencia de los sistemas penales, Acuicultura, Contaminación atmosférica y salud, Gestión, Políticas y cooperación cultural, Función de la escritura en las sociedades contemporáneas, Traducción literaria, Interacción bioquímica entre plantas y microorganismos, Enfermería y atención primaria de salud, Renta básica garantizada, Asuntos jurídicos y sociales de actualidad, Detección del deterioro cognitivo, Bioética, Periodismo asistido por ordenador, Foro sanitario social y de investigación sobre enfermedades raras, Historia del arte, Informática aplicada a la traducción, Mineralogía y topográfica española, Pedagogía y educación, Intervención de emergencias y desastres, Orientación e inserción laboral, Estudio del comportamiento: etología y ecología evolutiva, Biblioteca Ciudades para un Futuro Más Sostenible (sobre sostenibilidad urbana), Administradores de la educación, Gravitación y relatividad general, Historia oral, Genealogía, Docencia e investigación en el Área de máquinas y motores térmicos, Desigualdades sociales en salud, Política científica y tecnológica, La Universidad y la investigación científica y tecnológica, Cuaternario cantábrico, La gravitación en sus variados aspectos y aplicaciones, Radiofísica y protección radiológica, encefalopatías espongiformes transmisibles, Proyecto Clío (que pretende elaborar una visión de la Historia Universal en español y aplicarla a la difusión y enseñanza de la Historia), Impacto de nuevas tecnologías, la Edad Moderna, Gestión de sistemas de información, Farmacocinética, Teorías del valor, Estilística en la literatura española y latinoamericana, Gravitación, Priones, Cuaternario cantábrico, El género Iberodorcadión (Coleóptera, Cerambycidae), Unidad de calidad de la asistencia sanitaria, Estudio multidisciplinar de los enteógenos, La lengua y cultura españolas en las antípodas, Java 3D Spanish Group, Biología y ecología evolutiva, Contabilidad y comercio electrónico, Red de análisis conductual…

¿Qué análisis económico recoge este aspecto, llamémosle social, del uso de la Red? ¿Se puede condensar esta actividad a través del mero examen de lo que hacen los usuarios en sus visitas a las webs? ¿Esta escala personal y colectiva de actividad en red no tiene mayores repercusiones en esas visiones grandiosas guiadas por los grandes números y los grandes nombres del mundo real? Lo que me temo es que de nuevo vamos a lanzarnos a la vorágine de la oferta, determinada por supuesto por la capacidad financiera de los grandes actores de la denominada economía real, sin tomar en cuenta las características propias de la Red, es decir, el valor de la demanda. Y para sacar esta demanda a flote, como hemos dicho muchas veces, es necesario desarrollar sistemas de interrogación en red, redes inteligentes capaces de colaborar en la toma de decisiones en las organizaciones y empresas (sean del mundo real, virtual o del País de las Maravillas), en la organización del trabajo, en potenciar las habilidades y la cualificación de los trabajadores, en la distribución interna de la autoridad-responsabilidad, en la ganancia de eficiencia, algo que en los sectores tradicionales es todavía una rémora económica considerable. Y todos estos son aspectos muy difíciles de cuantificar a través de un simple manojo de estadísticas sobre número y tiempo de visita a la web.

En el fondo, a pesar de las últimas conmociones, todavía no sabemos muy bien cuál es el modelo de negocio cuando la demanda asume una mayor importancia que la oferta. El temor que causa la Red, esa intrusa que nadie pidió y para la cual no estábamos preparados, se sigue proyectando en la mayoría de análisis que nos dejan mal equipados intelectualmente para afrontar la más que previsible remontada de la, irónicamente, denominada economía del conocimiento. Pero, como está comprobando entre otros el Banco Mundial, los famosos planes de negocios volverán a convertirse en papel mojado si no toman en cuenta el valor económico de la potencialidad de participación que suscita la Red en cualquier ámbito de la producción y el consumo, de la acción política y social. Se acabaron las fotos Polaroid y comienza una larga película sin final conocido.

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