Bangemann dixit…

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
13 junio, 2017
Editorial: 106
Fecha de publicación original: 10 febrero, 1998

De padre cojo, hijo manco

Barcelona acogió entre el 4 y el 7 de febrero la Conferencia European Telematics: Hacia la Sociedad de la Información, que incluye el Programa de Aplicaciones Telemáticas (PAT) y el de Industria y Mercado de la información y tratamiento del lenguaje. Al evento asistieron unos 1.500 expertos de toda Europa, quienes presentaron un centenar largo de proyectos sobre aspectos tan variados como educación, bibliotecas, administraciones locales, transportes, salud, discapacitados y ancianos, zonas urbanas y rurales, medio ambiente, así como ingenierías telemática, lingüísticas y de la información. A pesar de la evidente importancia de la reunión, su eco social no estuvo a la altura de las circunstancias, ni en los medios de comunicación, ni siquiera en la comunidad cibernauta. En éste último caso, el silencio es más preocupante porque la Conferencia nos afecta directamente, como quedó patente por las propias manifestaciones del comisario Martin Bangemann, quien dio varias de cal y una de arena. Entre los bastidores de su postura, así como de algunos cambios de orientación que se detectaron en Barcelona, podemos deducir hacia dónde se encamina el proyecto de la Sociedad de la Información en Europa, algunas de sus deficiencias actuales, dónde reside su potencial en el inmediato futuro y el papel que podemos desempeñar como protagonistas del desarrollo de la Red. Bangemann alabó, con razón, el rico volumen de aplicaciones telemáticas que el programa ha conseguido hasta ahora. El PAT cuenta con un presupuesto de 898 millones de ecus, aproximadamente el 7% del presupuesto total del Cuarto Programa Marco que finaliza este año. Pero el Comisario reconoció, por otra parte, que Europa se está quedando atrás en el aprovechamiento de Internet (en comparación con EEUU), porque muchas de las aplicaciones no están pensadas para funcionar en la Red, sino en entornos cerrados. Esta admisión proyecta, sin duda, una oscura sombra sobre el papel que la industria y la sociedad europea puede jugar en un entorno de redes abiertas, como sucede con Internet. Para corregir este clamoroso déficit, la Comisión Europea está preparando el Quinto Programa Marco cuyo objetivo central será el desarrollo de aplicaciones para la Sociedad de la Información. Ahora bien, la cuestión estriba en dónde se coloca el énfasis. Bangemann dijo en Barcelona que los tres puntales de la susodicha sociedad residen en infraestructuras, «hardware» (cacharros) y «software» (programas). ¿Y los contenidos? ¿Dónde quedan los creadores, los autores de contenidos? ¿Qué vamos a ver, hacer o dejar de hacer si el énfasis –y el dinero– se coloca en la parte «dura» de la tecnología?.

Emilio Fernández – www.fernandezarte.com – @emiliofernandez.arte

El Comisario se quejó de que las entidades financieras no apostaran decididamente por los desarrollos que coloquen en el mercado los productos arquetípicos de la Sociedad de la Información. Nosotros creíamos que estos productos eran precisamente sistemas de comunicación e información. La aplicación de uno u otro criterio (infraestructura vs. infoestructura) tiene una importancia clave, porque de ello depende no sólo el mercado de productos, sino también, y más importante todavía, el propio mercado laboral. Es la diferencia que existe entre potenciar un ingeniero del conocimiento entendido como el técnico experto en sistemas, y un comunicador digital experto en gestionar flujos de información a partir, entre otras aplicaciones, de publicaciones electrónicas.

Esta discrepancia parece que se resuelve en uno de los cambios sutiles, pero fundamentales, que se ha operado en la Dirección general XIII/E y que debería plasmarse de manera preponderante en el Quinto Programa Marco. Esta Dirección ha rebautizado la unidad de la ingeniería de la información con el concepto más apropiado de la publicación electrónica interactiva. Esto significa, pues, que se debería investigar el perfil del profesional que va a trabajar en este ámbito, los conocimientos y experiencias que le permitirán cumplir con su labor y el tipo de entorno necesario para que prolifere y «contamine» a las aplicaciones propias de la Sociedad de la Información. Para que esta nueva denominación se plasme en avances concretos, la Comisión debería modificar la orientación actual de sus asignaciones financieras hacia proyectos basados en los creadores y autores de contenido. Hasta ahora, la mayoría de los programas descansan en la capacidad de maniobra de las grandes empresas, corporaciones y administraciones locales, por más que el lenguaje de sus proyectos esté plagado de apelaciones a «satisfacer las necesidades de los ciudadanos». Este criterio de premiar a grandes empresas y entidades tiene sentido, hasta cierto punto, en la política seguida por los programas actuales basados en entornos cerrados potenciados por infraestructuras, cacharros y programas de alto coste e ingenierías del «hard» y el «soft». Ese mapa no se corresponde con lo que sucede en Internet.

En la Red hay miles de empresas pequeñas que son las que enriquecen el sistema globalmente y que tratan de sobrevivir con presupuestos magros, cuando no imposibles. Sus dificultades objetivas para constituirse en «lobbies», o en encontrar «agentes de información» que les ponga en contacto con otros socios comunitarios, les condena a un ostracismo crónico que se refleja en la propia pobreza de los programas y sus contenidos y, por extensión de la Internet europea. Si el Quinto Programa Marco pretende realmente desarrollar la Sociedad de la Información, debe rendir cuentas de la propia composición de dicha sociedad, en la que la poderosa corporación está tan sólo a un click de distancia de la pequeña empresa. Con la diferencia de que ésta está mucho más cerca objetivamente de las necesidades del ciudadano y es la verdadera semilla de los programas abocados a construir las «Teleciudades» o las redes ciudadanas. Esperamos la siguiente declaración de Bangemann.

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