Universidades de Internet

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
29 enero, 2019
Editorial: 276
Fecha de publicación original: 17 julio, 2001

Riñen los pastores, y se descubren los quesos

Entre el 2 y el 13 de julio, se ha celebrado un evento que ha recibido una discreta cobertura mediática y que ha pasado casi de puntillas ante el ruido de fondo de las universidades de verano. Se trata precisamente de la «Universidad de Verano Campus-Ti, Ciencia y Tecnología», que tuvo lugar en Valencia. TI por Tecnología de la Información. Es la primera vez que se organiza en España un campus de este tipo con el objetivo de buscar la impostergable confluencia de campos disciplinarios indispensables para el desarrollo la Sociedad del Conocimiento: los ingenieros de sistemas, informáticos o de telecomunicación, por una parte, y el mundo de la comunicación digital, la economía, la sociología, la educación o la antropología, por el otro. En el medio, un florero: una conferencia inaugural de Nicholas Negroponte, en la que el director del MediaLab cumplió con su labor de apuntar a la urgente hibridación de áreas del conocimiento que, por sorprendente que parezca, todavía apenas se rozan.

El Campus-TI es el fruto del encuentro entre la Asociación E3 Futura y la Universitat Politècnica de Valencia. Esta última organizó el contenido académico. El curso se desarrolló en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia, un magnífico edificio del arquitecto Santiago Calatrava que forma parte del complejo «La Ciudad de las Artes y las Ciencias» de la capital levantina. Durante 10 días, más de 600 alumnos entre 23 y 60 años se repartieron por cuatro grandes áreas: Redes (infraestructuras), Sociedad de la Información, Seguridad y Comercio Electrónico.

Más allá de su configuración académica, lo trascendente fue que la telecomunicación se cruzó con la comunicación en el entorno digital. Esta sigue siendo una de las asignaturas pendientes de este tipo de ingenierías, a pesar de todo lo que ha sucedido en los últimos años. El marco económico y social ha cambiado espectacularmente en apenas un lustro, no digamos ya el propio mercado de trabajo. Informáticos, técnicos en telecomunicación, especialistas en sistemas, todavía trabajaban, hasta hace poco, en reductos privilegiados y cautivos dentro de las empresas. Su especialidad era la «digitalización», entendida como el conjunto de procesos, equipamientos, metodologías y recursos humanos que le permitía a las organizaciones trabajar con redes de área local y aprovechar los soportes informáticos (desde ordenadores interconectados hasta bases de datos alojadas en potentes servidores) para sus tareas cotidianas.

Esto ya no es así. O no es sólo así. La irrupción de las redes de arquitectura abierta, en particular de Internet, ha cambiado (o está cambiando) considerablemente la naturaleza de las organizaciones y de sus actividades. Ahora es esencial la gestión de información y conocimiento en un contexto de participación e interacción entre los usuarios como el que permite la Red. La organización de los flujos de comunicación emerge, entonces, como un rasgo esencial en la estructuración de las actividades que se diseñan para las redes. Y éste es, además, un proceso que no puede reducirse al ámbito del especialista (tecnólogo o comunicólogo), sino que -por definición- sólo se justifica (o alcanza las cotas mínimas de eficiencia y rentabilidad) cuando se impulsa sobre una masa crítica de participantes, como nos demuestra cada día la propia evolución de Internet.

Este cambio -llamémosle de paradigma- por profundo y dramático que nos parezca, pareciera que no ha batido sus olas ante las puertas de las ingenierías. La formación de los ingenieros ha incorporado, por supuesto, todo lo que tiene que ver con las redes de telecomunicación y telemáticas en lo que se refiere al desarrollo de las infraestructuras. Pero la parte de la comunicación, en particular de la comunicación digital en cuanto fenómeno social y económico, no es que se la hayan dejado olvidada: es que nunca formó parte de su formación y, salvo raras excepciones, todavía no integra el curriculum de manera sistémica en casi ninguna universidad politécnica o de base tecnológica.

De ahí lo interesante de la experiencia del Campus-TI y lo innovador de su propuesta. Como he señalado en más de una ocasión desde esta misma tribuna, en contra de lo que es «el pensamiento vigente», a mí me parece que no existe un déficit de ingenieros y tecnólogos en nuestras sociedades para satisfacer la demanda de un mercado revolucionado por Internet. Todo lo contrario. El déficit reside en el nuevo perfil profesional que exige las redes, ingenieros con conocimientos amplios y experimentados sobre las particularidades de la comunicación en redes abiertas. En Valencia vimos, por ejemplo, estupendos diseños tecnológicos (y de otro tipo) de plataformas carísimas de comercio electrónico, pero que eran un verdadero desastre desde el punto de vista de la comunicación: no las descubriría ni la madre del ingeniero a la hora del chat.

En las sesiones del Campus-TI se examinaron casos de este tipo y se analizaron los sistemas de información no sólo desde el punto de vista de su arquitectura informática (siempre bella e impecable), sino también desde la perspectiva del usuario (siempre ajena y hostil). Y apareció la gestión de conocimiento en red como un área crucial de síntesis entre las plataformas tecnológicas y la comunicación. Tras una de estas sesiones, un grupo de ingenieros me expresó la inquietud que en esos momentos todos percibíamos con transparencia meridiana: ¿Por qué no se enseñan estos aspectos del trabajo en red en las facultades de informática o de telecomunicación? Universidades de verano, desde luego, no son la respuesta, pero ayudan muchísimo a detectar lagunas de este tipo y a preparar a quienes debieran tomar en sus manos la tarea de rellenarlas.

Un último apunte. La Asociación E3 Futura, promotora del Campus-TI, es una iniciativa fundada por cuatro chavales entusiastas de Málaga. Esta entidad se ha ganado a pulso un lugar en el mapa español de las redes al promover los Campus Party, esas fiestas multitudinarias donde cientos de jóvenes, después de cargar con su ordenador, su cepillo de dientes y las mudas de ropa imprescindibles, se congregan en espacios donde les aguardan redes de alta velocidad para que den rienda suelta a su inventiva. Este año, el Campus Party se celebrará a principios de agosto también en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia. Los asistentes gozarán de una red de 28 MB. No se desespere intentándolo: el cupo de 900 plazas está agotado y hay una lista de espera de casi 9000 personas.

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