Tanto enredas, tanto vales

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
11 diciembre, 2018
Editorial: 263
Fecha de publicación original: 17 abril, 2001

Saca a la feria tus mulas, que se venden mal si están ocultas

Gran parte del debate sobre la gestión del conocimiento que acompaña a la expansión y densidad de la Sociedad de la Información (o del Conocimiento, que sobre esto también hay discusión) está todavía anclado en las premisas de la Sociedad Industrial. La idea de que la información y el conocimiento, los dos bienes básicos de la denominada Nueva Economía, se encuentran confinados entre cuatro paredes, ya sea las de la empresa, los centros educativos, las instituciones, las organizaciones en general, etc., se corresponde en gran medida con una lógica fabril. Sin embargo, la aparición de las redes transforma radicalmente esta concepción. Entre muchas otras razones, porque deslocaliza los centros emisores de información, dispersa ésta en agrupaciones «turbulentas» de usuarios y complica enormemente el ejercicio de discriminar su importancia y calidad. En este contexto, la gestión de conocimiento en red (GC-Red) aparece como un proceso específico con marcadas diferencias con respecto a lo que hasta ahora se ha entendido como gestión del conocimiento en cuanto un proceso referido, esencialmente, a la actividad empresarial.

Dentro de las paredes de la fábrica, al menos en principio, se ejerce un cierto control sobre los factores de producción: materia prima, recursos humanos, procesos de información, flujo de comunicación, organización del trabajo, empaquetamiento de bienes y servicios, etc. Todo lo contrario de lo que sucede cuando el producto en cuestión sale al mercado y se encuentra con una situación caótica, incontrolable, debido a la concurrencia. Por tanto, para aminorar el impacto de ésta, es necesario incrementar la incorporación del conocimiento propio a los procesos de producción para poder controlar al máximo la acción en el mercado. En un apretado y, por tanto, insuficiente resumen, aquí se condensa la idea de gestión del conocimiento que procede del «management» como disciplina desarrollada sobre todo a partir de los años sesenta, fundamentalmente en EEUU.

Hoy, las redes de arquitectura abierta, como Internet, permiten, en principio, una multiplicación constante y caótica de las fuentes de emisión de información y conocimiento (tanto externas como internas de las organizaciones). Todos los usuarios pueden participar, interactuar y hacer crecer la información y el conocimiento acumulados en las redes. Progresivamente, las organizaciones (las entendamos como individuos, colectivos informales agrupados por determinadas afinidades, empresas, instituciones, ciudades, profesiones, sistemas de salud o educación, gobiernos, etc.) se encuentran con que una parte sustancial de la información que pueden considerar estratégica no se encuentra confinada entre sus cuatro paredes, ni siquiera entre su propia gente. Las redes atraviesan las áreas de «conocimiento propio» y lo hibridizan. Curioso, pero peculiar de nuestro tiempo, es que posiblemente sepan más del marketing necesario de un determinado producto los usuarios que se expresan en las redes que los responsables de dicho departamento dentro de una empresa. El conocimiento está por doquier: en las personas que actúan en las redes. La cuestión es cómo captarlo para utilizarlo según los intereses de cada cual.

Aunque sirva más como metáfora, podríamos decir que el recinto fabril (o de cualquier tipo, desde el empresarial, al educativo) propio de la sociedad industrial, está siendo sustituido por redes, cuya producción depende de su grado de inteligencia. Uno valdrá tanto como valgan las redes en las que actúa multiplicado por el número de participantes y las redes que interconecte. Y, como hemos tratado de explicar en anteriores editoriales (véanse los publicados desde el 13/03/01), la construcción de estas redes requiere un diseño específico de los espacios virtuales y la incorporación de una serie de actividades que permitan cumplir los objetivos que se fijen los miembros de dichas redes. Uno de ellos es el de la moderación (véase el Editorial 262 del 10/4/2001: «Aprender con moderación»).

La otra es el del gestor de conocimiento en red (gc-Red). Siguiendo con la idea de que los factores claves para desarrollar redes inteligentes es el sentido de «pertenencia» a ellas a partir de la «pertinencia» de la información que generan, el gc-Red aparece como el profesional que apuntala ambos conceptos con su actividad a partir de la interacción con los integrantes de la red. En el caso de en.medi@, la tecnología desarrollada por en.red.ando para «fabricar» redes inteligentes, el gc-Red se encarga de lo que denominamos las áreas de aportación. Estas zonas del espacio virtual crecen en función de la propia actividad de los usuarios en la Red. Según las demandas y necesidades que ellos expresen, siempre en relación con los objetivos específicos acordados, los gc-Red barren Internet en busca de documentos, investigaciones, experiencias, enseñanzas, etc., que permitan ampliar el umbral de inteligencia colectiva de la red. Además aportan reseñas o críticas de obras (libros, CD-Rom, videojuegos, cine o teatro, etc.), eventos o conferencias, o elaboran «casos prácticos» que ayuden a elevar la capacidad crítica de los usuarios de la red.

Al mismo tiempo, su propia actividad amplía la de otros expertos que son cooptados como consultores, asesores o consejeros, a fin de orientar el trabajo global de la red. De esta manera, ya sea que ésta se conforma de manera informal (como puede ser el en.medi@ que tenemos en en.red.ando), o específicamente en una empresa, institución o rango de actividades (como sucede con baraz@ en el Máster en Comunicación Digital en.red.ando), la funcionalidad de la red no está confinada por determinaciones físicas –el entorno concreto de una organización– sino por el conocimiento y la información que requiera para alcanzar los objetivos que se haya fijado, ya sea la organización del trabajo en red, la dirección de un proyecto o un proceso de toma de decisiones. Los gc-Red son quienes deben procurar que las aportaciones se produzcan, provengan de donde provengan, en función de esos objetivos. Es decir, que la red se mantenga conectada con otras redes «pertinentes».

De hecho, este nuevo perfil profesional se especializa en negociar con la materia prima de la Sociedad del conocimiento: ideas expresadas en redes. Y ésta no es la misma tarea que se les asignaba en la arquitectura conceptual del «management», por más que llevara el apellido «del conocimiento». El gc-Red se perfila como una actividad crucial e indispensable en un mundo de redes. Sus capacidades laborales integran muchas facetas de las que ahora conocemos diseminadas en diferentes perfiles, como la de comunicador, maestro, conductor de grupos, documentalista, profesor, investigador social o consultor. Y, al mismo tiempo, integra muchas otras que comienzan a concretarse a medida que surgen redes específicas en las que es necesario armonizar culturas muy diversas, desde las personales hasta las corporativas.

Como suele suceder en estos casos, la aparición de este perfil profesional antecede a su formalización académica. Es curiosa la alarma que suscita la falta de «técnicos de la información», eufemismo para designar a ingenieros informáticos o de telecomunicación, cuando el proceso medular de la Sociedad de la Información será precisamente el de la alfabetización digital, lo cual requerirá «gestores de conocimiento en red» capaces de estructurar, junto con la actividad de los usuarios, los procedimientos para crear redes inteligentes por donde circule información y conocimiento de alto valor. Redes que, sin duda, constituirán las unidades productivas de la Nueva Economía. Al perfil y formación de estos gestores dedicaremos unas cuantas líneas en próximos editoriales.

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