Redes sostenibles

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
7 marzo, 2017
Editorial: 77
Fecha de publicación original: 24 junio, 1997

Fecha de publicación: 24/6/1997. Editorial 77.

2º en una serie de artículos sobre el impacto de las telecomunicaciones en los países en desarrollo

El que mucho promete, poco da

Hace cinco años, por estas fechas, regresaba de Río de Janeiro tras asistir a la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, más conocida como Cumbre para la Tierra. Aunque el encuentro no satisfizo las expectativas más cautas de aquel entonces, sí hubo un consenso general en que se había abierto un proceso irreversible para afrontar los graves problemas medioambientales que aquejaban a nuestro planeta y que estaban íntimamente relacionados con la forma como habíamos organizado la sociedad industrial. Río’92 sentó las bases para iniciar los grandes debates sobre el cambio climático, la biodiversidad, la política forestal, la desertización y los criterios para incluir el concepto de desarrollo sostenible en la contabilidad pública y privada de cada país a fin de que quedara fielmente reflejado en el Producto Interior Bruto. Un lustro después, hemos visto cómo aquel globo resplandeciente ha perdido aire hasta quedarse hecho una verdadera birria. Aunque cada uno de esos acápites quedó ceñido por tratados y comisiones, cinco años después estamos más lejos que nunca de alcanzar los objetivos de la Cumbre aunque sea por su franja inferior. De hecho, ha habido una franca regresión respecto a dichos objetivos bajo el peso arrollador del cacareado proceso de globalización de la economía y la liberalización del comercio mundial. Lo único que nos ha quedado ha sido la difusa idea del desarrollo sostenible, que ha hecho fortuna de la mano, sobre todo, de la industria y la administración pública. No obstante, tanto en los debates que condujeron a la Cumbre como los que tuvieron lugar en ella, las telecomunicaciones no aparecieron como una de las posibles protagonistas del desarrollo sostenible, algo que debiera parecernos sorprendente a la luz de lo que ha sucedido en estos pocos años en este terreno. Hoy, sería impensable no colocar a las telecomunicaciones como uno de los ejes del mejoramiento de la calidad de vida. Impensable, sin embargo, no quiere decir imposible.

Durante la Cumbre de Río se celebró un encuentro paralelo de ONGs, el Global Forum 92, una especie de gran fiesta concentrada en el Flamingo Park, sobre la bahía de Guanabara, en el centro de la ciudad. Allí, la Association for Progressive Communications (APC) instaló unos talleres para explicar las bondades del correo electrónico. Algunas ONGs, sobre todo del Tercer Mundo, comenzaban a utilizarlo a través de las redes propias de la APC y de sistemas de bajo costo, como FidoNet, lo cual les permitía mantener una tupida red de contactos, compartir información sobre proyectos similares a los suyos que se realizaban en otras partes del mundo, explicar sus propias iniciativas en multitud de foros y tratar de obtener financiación de fuentes muy diversas. Todo ello era impensable sólo a través del teléfono o del correo normal. Los talleres de la APC sembraron en muchas ONGs la semilla del valor de las telecomunicaciones y, a no dudarlo, para ellas ese fue el gran acontecimiento de Río, pues les ha permitido trabajar desde entonces en un entorno cooperativo y de dimensiones globales.

No obstante, cinco años son muchos y también en este campo se han registrado cambios significativos. La aparición de la web y la explosión de Internet en estos dos últimos años han acabado imponiendo sistemas ricos en el uso de bits, en detrimento de las redes de bajo costo. Al mismo, tiempo, la tendencia de la economía mundial hacia la liberalización del comercio –una de las principales razones de la desaparición de Río’92 del escenario político y económico– está suponiendo unas enormes presiones sobre los países en desarrollo para que acepten la inversión extranjera en el área de las telecomunicaciones. Allí donde este proceso ha comenzado, ya conviven redes de «dos velocidades», las nuevas que pueden negociar la información que discurre a través de la web, y las antiguas, mucho más lentas y deficitarias, que dependen fundamentalmente del correo electrónico.

En estos días concluye Río+5, una reunión internacional de ONGs y delegaciones semioficiales para revisar los acuerdos alcanzados en la Cumbre para la Tierra en 1992. La reunión se ha podido seguir a través de Internet, lo cual ya supone un cambio interesante respecto a la Cumbre del 92. No obstante, en los debates sigue sin aparecer la cuestión de las telecomunicaciones como un tema esencial relacionado con el desarrollo sostenible y el mejoramiento de la calidad de vida en los países en desarrollo. Tan sólo algunas ONGs y unos pocos gobiernos del Sur mantienen el discurso que expuso Nelson Mandela en el último certamen de Telecom en Ginebra: «Si no hay un desarrollo de las telecomunicaciones adaptado a las necesidades de nuestros países, no se podrán cerrar las distancias entre los países industrializados y el resto del mundo. Quizá a las operadoras eso no les interese mucho mientras sus programas sean rentables, pero no deben olvidar que, de paso, abonan el terreno para que broten conflictos sociales que acabarán repercutiendo contra ellas y sus países sede».

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Serie de editoriales sobre el impacto de las telecomunicaciones en los países en desarrollo:

Teléfono rico, teléfono pobre

Redes sostenibles

De cumbres y valles

La teledensidad, un nuevo criterio para medir la riqueza

Ponga un vigilante en su compañía telefónica

El legado del apartheid

El salto de la rana

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