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¿Mentiroso yo? (*)

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
22 diciembre, 2017
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¿Así que la pelea va de acusar a algunos Estados de que mienten o intervienen de manera torticera para confundir y/o descarriar voluntades ajenas? Sorprendente. Uno tenía la impresión de que lo hacían todos los que lo pueden hacer, ya sea para conseguir lo que no tienen, o lo que les gustaría conseguir, o lo que necesitan agitar para que no lo consigan otros. Internet ha aumentado y multiplicado estas sempiternas aspiraciones del poder, o de los poderes de cada momento. Y no andan con tonterías. Poseen un arsenal que les permite llegar hasta la ropa interior de cada uno en cuestión de nanosegundos y hacernos creer, en el mismo suspiro, que estamos desnudos.

La cuestión de fondo es: ¿Estamos nosotros preparados para lidiar con las oleadas de propaganda dispersadas por las nuevas aspas tecnológicas, aclarar su origen, sus destinatarios o su intencionalidad? ¿Hemos aprendido o nos han enseñado a comprender en qué consiste la información, cómo se crea, se modifica, se gestiona, se difunde o qué papel jugamos en cada caso, si es que realmente nos toca jugar a algo, aparte de entregarles todo lo que necesitan sin necesidad de orientarlos?

En estas variables es donde los otros, nosotros, o quienes sean, clavan o clavamos las banderillas. Si nuestras respuestas son dudosas o directamente negativas (¡Vete tú a saber quien está moviendo los hilos!), entonces quien tiene más recursos, o amigos con mejores recursos, nos las ponen en el mismo cogote cuando quieren y como quieren. No importa si hablamos de un frasco de colonia, de las tradiciones regionales, o de los fines políticos del que está en ese momento en pantalla. No importa si creemos que nos estamos divirtiendo, o si nos estamos jugando varios futuros en una sola mano. Este campo está inundado por océanos de cinismo. Y nosotros no somos ajenos a sus dimensiones y turbulencias.

La eficacia de estos mensajes, ya sean de vigilancia o de despiste, guarda relación directa con el poder del emisor. Esto está científicamente demostrado. Por eso Rusia, EEUU o la OTAN, por mencionar a algunos de los jugones, pueden acusar al enemigo ocasional sin rasgarse la vestiduras. Ellos saben de qué hablan y de quiénes hablan, como no puede ser de otra manera,. Y siempre lo hacen, lógicamente, en defensa de usted, lector, y de los beneficios que, casualmente, se derivan de estas intervenciones, que suelen ir mucho más allá de lo previsto.

Un ejemplo, solo uno. En 2008, la Universidad Carnegie-Mellon de Pensilvania, uno de los exclusivos centros mundiales de referencia de las ciencias de la computación, publicó los resultados de una investigación, en la que también colaboraron algunos organismos oficiales de EEUU, sobre el mercado negro de identidades falsas, tarjetas de crédito robadas, claves para acceder a cuentas bancarias, etc. En esos años, varias agencias y organizaciones supranacionales había apuntado a que el volumen de negocio en ese submundo sospechaban que era superior incluso al del tráfico de droga. Pero al moverse fundamentalmente por las nuevas fronteras de Internet, sus horizontes era inaprensibles.

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