Preguntitas al dios Marte

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
26 diciembre, 2017
Editorial: 162
Fecha de publicación original: 6 abril, 1999

El dinero es buen servidor, pero como amo, no lo hay peor

En el ocaso del Siglo XX y cuando despunta la Sociedad de la Información, España ha comenzado a bombardear Yugoslavia sin declararle la guerra, y sin que los gobernantes nos expliquen a los ciudadanos dónde está lo nuevo que ha merecido semejante incursión militar. Cuando lo más inteligente que muchos dicen de Internet es que allí hay demasiada información, resulta que ni hay tanta como para comprender estos acontecimientos, ni estamos infosaturados al respecto y lo único que nos llegan son misiles de pura basura informativa procedente de cuarteles generales de la OTAN que los medios de comunicación, desde los más prestigiosos para abajo, repiten como fieles papagayos. El «apagón informativo» de la crisis de los Balcanes parece afectar incluso a la propia OTAN, que, a tenor de los acontecimientos, parece que se lanzó a la aventura sin medir las consecuencias de su operación militar. Cuando el drama de la región llegó a las pantallas del televisor, más de uno de los políticos responsables de la expedición armada se tapó los ojos al comprobar que las barbaridades que habían achacado a Milosevic eran verdad. Pero ya era tarde para rectificar el rumbo. Ahora estamos con el agua al cuello y nadie sabe cómo calmar un furibundo avispero de inescapable ascendencia sobre la historia de Europa y, en este siglo, del mundo.

Esta guerra, como todas las guerras que venimos soportando desde la caída del muro de Berlín, demuestra no sólo que nos hace falta más y mejor información, sino que sobre todo hace falta que cambie de signo el eje de la generación de información y conocimiento, tanto en lo relativo a su gestación (sus fuentes), como a su distribución (forma y contenido), contrastación, participación y capacidad de conformar estados de opinión personales. Lo contrario es dejarnos cebar –y cegar– como opinión pública con historias que sólo responden al método de no dar ninguna respuesta en beneficio de la histeria. Lo cual no quita que, así como Atahualpa Yupanqui le hacía unas cuantas preguntitas a Dios, nosotros les hagamos unas cuantas preguntitas a los adoradores de Marte, dios de la guerra. Preguntitas que algún día comenzaremos a responder entre todos para disgusto de unos pocos.

¿Quiénes les cuentan lo que sucede en el campo de batalla? «Los líderes que vosotros matasteis gozan de buena salud», le dijeron al portavoz de la OTAN horas después de que éste anunciara, con profundo dolor, que los principales dirigentes albanokosovares habían sido pasados a degüello. No es raro. Jordi Pujol, presidente del gobierno de Cataluña, dijo que estaba informado de la crisis por el presidente José María Aznar, el ministro de Asuntos Exteriores Abel Matutes, el ministro de Defensa Eduardo Serra y el secretario general de la OTAN Javier Solana. Acto seguido reconoció que su información «no va más allá de lo que se publica en la prensa». Y la prensa no publica mucho más de lo que dicen las fuentes mencionadas. Más que un círculo vicioso es un círculo perverso.

¿Quiénes son los amigos de Milosevic? Milosevic empezó a actuar en 1991, cuando entró en Vukovar y Europa creía que Maastricht era lo más importante del mundo para conseguir una unidad que ahora trata de coserla a hierro y fuego. Recordemos: en diciembre de 1991, la Unión Europea decide suspender todo reconocimiento a los nuevos estados que emergen a la muerte de Tito hasta que se haya acordado una estructuración conjunta que sustituya a la antigua Yugoslavia. Once días duró ese acuerdo. De repente, Alemania reconoció a Eslovenia y, dos días después, a Croacia. Francia hacía lo mismo con Serbia y quedaban con el culo al aire Bosnia, Kosovo, Macedonia y Montegnegro. A partir de ahí, de desastre en desastre hasta esta guerra que la hace la OTAN, no nosotros. En el camino va quedando la autonomía de Kosovo, se alimenta la carnaza de su independencia y EEUU deja en suspenso la escasa identidad europea de seguridad y defensa con una semana de bombazos.

¿A quién beneficia esta guerra? En primer lugar, a los vendedores de armas, es decir, a los directamente involucrados y a quien arde en deseos de involucrarse si no fuera porque tiene el pulso muy débil. Pero no sabemos nada de estos negocios. Desde hace 8 años, el ejército yugoslavo y las numerosas milicias que pululan por centroeuropa limpiando vecinos aparecen perfectamente uniformados, dotados de modernas armas de guerra y de cuanta cohetería hay en el supermercado militar. El ejército de liberación más pobre hace sus asambleas en un tanque último modelo. ¿Quién engrasa esta maquinaria? ¿Puede funcionar durante todo este tiempo sin el apoyo activo de los propios países de la OTAN y de Rusia? ¿Es todo mercado negro? Por no saber, no sabemos siquiera quién está bombardeando sus propias líneas de suministros para zambullirse de nuevo en el lucrativo negocio de regenerarlas y expandirlas. A los gobiernos se les llena la boca cuando dicen que hay que controlar Internet porque las mafias y el crimen organizado utilizan la Red para sus sucios negocios. ¿Hay alguien más por ahí?

¿Cuánto cuesta una chaqueta metálica nueva? Javier Solana, antiguo opositor al ingreso de España a la OTAN y, después, a su estructura militar, es ahora el comandante del teatro de operaciones a cargo de Washington. Destino irónico el tener que tomar decisiones en una Europa central que arde de nuevo y eso nunca ha sido una buena noticia en los últimos 10 siglos.

¿Se acabó la discusión o se acabó el que tenía que discutir? Estamos ante todos los síntomas de un final de época, donde los procesos políticos (y económicos) a través de la discusión y el acuerdo genera un pánico del que sólo se sale por la vía de los castañazos teledirigidos. Este recurso indica la pobreza de la diplomacia de los estados y lo inmaduro de una diplomacia que ajuste cuentas con la globalización. La política del antiguo régimen se debate entre el respeto al derecho positivo (la ideología) cuando ellos mismos se lo están cargando en aras de la globalización (pragmatismo). En un mundo cada vez más zurcido por las redes y los flujos de información, el cruce de la soberanía nacional y el derecho internacional está abocado a generar conflictos cada vez más irresolubles cuando sólo queda una potencia militar hegemónica. Por esta vía, el diálogo no existe y se impone la diplomacia del Tomahawk. ¿Cuánto tiempo más de vida tiene? ¿Y a qué costo?

¿Para qué sigue ahí la ONU? Bombas sobre Yugoslavia, Irak, Sudán, Afganistán… Hay que remitirse al párrafo anterior. La ONU ahora es parte sustancial del problema, no de la solución.

¿Quiénes son los humanos que pueden reclamar el derecho de serlo? En nombre de los derechos humanos escritos por unos se ha aislado a países, se les ha cortado el comercio, se les ha invadido con resultados desconocidos (Somalia), o se les ha dejado desangrar hasta la extenuación tras un misterioso misilazo a un helicóptero (Ruanda). Lo más seguro es que el genocidio que se ha querido evitar en Kosovo está sucediendo, lo cual plantea si países con los sistemas de información más poderosos, no saben más de lo que aparentan. Si no, ¿en manos de quiénes estamos? Si sí, ¿qué persiguen al conseguir lo contrario de lo que proclaman?

¿Cuánto vale un pasaporte? EEUU no quiere que le toquen a ninguno de sus soldados. Durante unos días –y posiblemente hasta que se desencadene otra tragedia por esta causa– toda la CNN y sus acólitos se redujeron al destino de los tres soldados estadounidenses presos. Ellos eran más importantes que el terrible drama humano de la región. Eso es «información» y lo demás es cuento. De repente, nos asaltaron las vivencias de las madres, los padres, los familiares, sus infancias, sus colegas. A su alrededor giraban cientos de miles de personas anónimas desplazadas, fustigadas por el hambre y las enfermedades, adobadas, eso sí, con las interminables reseñas de los contados soldados norteamericanos perdidos en acción en medio de guerras en las que morían personas con el documento de identidad equivocado.

¿Cuál es el objetivo real del bombardeo? ¿Alguien tiene un plan? Al parecer hay dos planes en marcha. Uno funciona como si no existiera el otro: bombardear y sorprenderse de los resultados para, entonces, poner en marcha el segundo, que sería una invasión con algún esquema político en mente: mayor fragmentación de Europa, enquistar el problema, hacerlo crónico, debilitar políticamente a todos, menos a EEUU. Clinton dice que, como los bombardeos no han conseguido los objetivos fijados (?), puede ser que Slobodan Milosevic termine perdiendo el apoyo internacional a su reivindicación de soberanía sobre Kosovo. Lo cual daría paso de un estatuto de autonomía a uno de independencia. Y a un conflicto de imprevisibles consecuencias. Pero tampoco las opciones son tantas en estos momentos. La única actitud decente que queda a mano se dirige a la industria militar: dejar de producir armas, de venderlas y vigilar el mercado negro de la muerte. Y reinvertir ese dinero en redes, ordenadores, satélites de datos, sistemas de acceso barato a la información, colaboración y cooperación entre grupos y entidades humanas, propiciar el desarrollo de nuevas industrias en un mercado diferente. O sea, una utopía para los esclavos de Marte, empeñados además en convertirla en una utopía para todos. A fin de cuentas, no dejan de ser unos idealistas a los que la dura realidad los está colocando en la extenuante tesitura de actuar como exterminadores de su propia época.

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