Periodista Multimedia

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
2 octubre, 2018
Editorial: 243
Fecha de publicación original: 28 noviembre, 2000

Quien mucho abarca, poco aprieta

Mark Hinojosa es el «Editor Gerente Asociado» (Associate Managing Editor) de las Noticias Electrónicas del Chicago Tribune, uno de los diarios decanos de EEUU fundado en 1849. Mark es un apóstol de la «convergencia de medios», el concepto que define al nuevo perfil laboral del periodista de la era electrónica. Su fundamento es la capacidad para desenvolverse como el pez en el agua entre el papel, la radio, la televisión e Internet, dominando todos estos medios. No se trata tan sólo de que los periodistas actúen en ellos, que muchos ya son veteranos de este tipo de pluriempleo, sino que sean capaces de recabar, procesar y emitir la información en todos ellos y si es simultáneamente, mejor. Por tanto, el ordenador, la grabadora, la cámara de vídeo, además de papel y bolígrafo, son ahora sus instrumentos inseparables de trabajo. Estamos ante el periodista multimedia, el último engendro de Internet que nos llega desde EEUU.

Mark Hinojosa fue uno de los principales ponentes del IV Congrés de Periodistes de Catalunya, organizado por el Colegio de Periodistes de Catalunya bajo el lema «El papel del periodista y las funciones del periodismo en el Siglo XXI», que se celebró en Barcelona el 24 y 25 de noviembre (Karma Peiró analiza este evento en: «¿Hasta dónde llega la información y cómo llega?»). Hinojosa nos trajo el mensaje que ya resonó de manera estentórea en el el 53º Congreso Mundial de Periódicos, celebrado en junio pasado, en Río de Janeiro. Allí, un selecto ramillete de empresas periodísticas de EEUU abogaron por multiplicar las funciones del periodista para afrontar los nuevos retos planteados por Internet. La estrella del encuentro fue un vídeo donde, al más puro estilo estadounidense, un periodista sacaba a relucir sus armas con velocidad fulgurante según el desafío que tuviera delante: ora un ordenador de bolsillo, ora una grabadora digital o ¡zás! una cámara de vídeo capaz de emitir vía satélite por un teléfono móvil conectado al ordenador.

Hinojosa planteó una perspectiva interesante sobre la forma como se están reestructurando los medios tradicionales de EEUU y cómo perciben el nuevo entorno creado por la Red. En este sentido, hay dos aspectos cruciales: todo el análisis –y, por tanto, las conclusiones– se basa en que la demanda de información es la demanda de información generalista. Y, en segundo lugar, que esta demanda sólo se puede satisfacer a partir de determinado tamaño de las empresas. Como explicó Hinojosa, la multiplicación de fuentes de información está obligando a los medios a encontrar a los lectores allí donde estén para ofrecerles la información cuando ellos quieran y donde ellos quieran. En esta carrera, dijo, no hay ganadores ni perdedores, pero es un esfuerzo que sólo se pueden permitir las grandes empresas.

O sea, que sí hay perdedores, muchísimos perdedores si, como pensamos muchos, Internet se trata precisamente de lo contrario. Hinojosa cuando habla de información, habla de información generalista, por tanto, deduce que siempre estaremos buscando los resultados de conferencias de prensa, la cotización de la bolsa, el último resultado de fútbol o un buen reportaje que nos revele el último caso de corrupción de la administración local. Desde luego que buscaremos estas informaciones. Pero, en cuanto lectores –y en cuanto emisores de información–, cada vez nos movemos más hacia áreas informativas mucho más sectoriales, cortadas a nuestra medida y servidas por equipos que funcionan en otros territorios organizativos, económicos y temáticos, como pueden ser los de la educación (y ahí hay mucha tela que cortar todavía), la salud (ídem de ídem), la formación o la creación de política en vez de seguir la política a través de los medios tradicionales.

Y, parafraseando a nuestro colega, podríamos decir que aquí las grandes empresas no tienen mucho que hacer, no se pueden permitir esta reorientación de su política editorial. Como él explicó en su conferencia, aunque sin bajar a los detalles, hay dificultades estructurales para personalizar la información, lo cual es muy diferente de clientelizarla, es decir, ofrecerla mediante menús optativos para los lectores. No es económico para las grandes corporaciones tratar a éstos como si fueran personas con universos específicos. Hay un umbral de masificación que no pueden traspasar so pena de perder dinero a espuertas, además, de lo que ello supone como lo que ahora se llama «cambio del modelo de negocio».

El periodista multimedia, desde esta perspectiva, aparece como una respuesta contingente ante el impacto de Internet en el modelo tradicional de comunicación, que como una solución ante las modificaciones que la Red está causando en dicho modelo. El Chicago Tribune ha perdido en los últimos años unos 200.000 lectores los fines de semana y unos 100.000 el resto de la semana. Como bien explicó Hinojosa, «la gente está tomando ahora el control que nosotros teníamos del sistema de distribución de la información. […]Nuestros lectores están seducidos por la inmediatez de la oferta [de la Red]». Por tanto, vamos a darle inmediatez por un tubo, valga la redundancia. En este discurso, no obstante, aparte de las menciones para consumo de la galería, hay poco o nada sobre la calidad del contenido, sobre cuán pertinente es en relación con la demanda real de los lectores (¿por qué están dejando a los medios tradicionales?), sobre si ellos tienen algo que decidir desde el punto de vista de la política editorial.

Hinojosa, como muchos de los que están experimentando con el periodista multimedia, está preocupado por llegar antes y por todos los medios, no con qué llegar antes y adónde. Por eso, su definición del nuevo periodista es un periodista que rompe las barreras del medio (prensa escrita, TV, radio) y se convierte en el «hombre orquesta» que, armado con todos los chismes de cada una de estas formas de hacer periodismo, escribe, graba, filma y envía el resultado al respectivo medio, además de sintetizarlo todo en un sólo paquete para Internet. ¿Es esto buen periodismo? ¿Manejar todas las herramientas garantiza la calidad de la información que se ofrece? ¿Ser el primero en todas estas instancias le pone el sello de calidad a lo que se hace? ¿Reside en la inmediatez el secreto de la buena información? ¿Vale la inmediatez para todo tipo de noticias, para todo tipo de situaciones? En suma ¿hay algo más?

En el discurso del editor electrónico del Chicago Tribune, que hoy encuentra eco en muchos de los periódicos electrónicos basados en medios tradicionales, la clave reside en «distribuir lo que el lector quiere». ¿Y qué es lo que quiere en un entorno donde puede encontrar desde la información relacionada con su profesión, hasta la que le permite reciclarse, formarse, divertirse o aburrirse hasta la muerte? ¿Cómo informan los lectores al Chicago Tribune de lo que quieren y necesitan? Esta pregunta fundamental quedó, otra vez en el aire. O, mejor dicho, se respondió como corresponde desde la perspectiva del periodismo más tradicional: el periodista –o la empresa, según– decide.

¿Quiénes compiten con estos periódicos? Para decirlo rápido y corto, servicios de distribución de información solicitada por los lectores. En estos momentos, si se cuentan las listas de distribución y los foros de todo tipo que abundan en Internet en EEUU, la suma de suscriptores dan cuenta no sólo de la pérdida de lectores de los medios tradicionales, sino también de la creación de nuevas poblaciones de lectores con intereses segmentados, específicos, que buscan información y conocimiento pertinente a sus necesidades. Estos espacios virtuales, algunos en la web, otros en el ámbito del correo electrónico, muchos combinando ambos, suman millones de suscriptores en todo el país. Y lo mismo está sucediendo en el resto de Internet, aunque con una cierta lentitud con respecto a EEUU, donde los «Bulletin Board Systems» (los BBS o tablones electrónicos) gozaron de una gran popularidad a finales de los ochenta y principios de los 90.

La carrera a la que se refiere Hinojosa se perdió hace tiempo y no sólo porque los periódicos estuvieran mirando para otro lado. Sino porque, fundamentalmente, junto a los medios tradicionales apareció una plataforma que permitía participar (crear nuevos sistemas de información), interactuar (establecer las prioridades de acuerdo a las necesidades de cada cual) y crecer (servir cada vez más información para una población en constante aumento y no fidelizada por las cabeceras, sino por el contenido ofrecido). Si ha llegado un tiempo diferente, como él sostiene, es el tiempo de que los periodistas trabajen con los «lectores» de otra manera. Esta es una tendencia que comienza a abrirse paso en EEUU a través de foros donde los periodistas han aceptado descender a conversar con los lectores. The Virginian-Pilot, por ejemplo, ha iniciado una experiencia de este tipo que, como expresan sus editores en las listas de discusión sobre nuevos medios, «es una forma de conectarse de nuevo con la comunidad a través del poder que ésta ha adquirido al organizarse en la Red alrededor de intereses específicos».

Esta es la nueva situación que plantea la comunicación digital: un traslado del poder de decisión hacia comunidades organizadas que no se corresponden, ni sociológicamente, ni en el contenido de sus intereses, ni siquiera en su constancia informativa, con la población de lectores que todavía sostienen a los medios tradicionales. Ante este panorama, lo del periodista multimedia suena como el chiste que corría por los años cincuenta y sesenta respecto a los inmigrantes españoles que se iban a Alemania y se encontraban con fábricas dotadas de tecnologías desconocidas. El capataz le explicaba al trabajador que acababa de salir de un ambiente semi-rural: «Mire, cuando se encienda la luz roja, apriete el botón verde; si se enciende la amarilla, tire de esa palanca; si se encienden las dos, pulse el botón negro y mantenga firme la palanca; si el panel se pone azul, apriete el pedal y tire de la palanca». «Oiga», respondía el trabajador, » ¿y por qué no me ata una escoba al culo y así de paso voy barriendo el suelo?». Pues eso, menos multimedia, menos escobas, más escuchar y ver lo que la gente hace y pide y mayor comprensión del medio con el que se trabaja. Internet no es un espacio que se llene más y mejor porque se mantengan todos los dedos (y el culo) ocupados.

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