Las algas del ciberespacio

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
21 marzo, 2017
Editorial: 82
Fecha de publicación original: 29 julio, 1997

El pez que busca el anzuelo, busca su duelo

Como si fuera un alga que tiende a ocupar todos los espacios disponibles, Telefónica ya está plenamente adherida a las denominadas plataformas digitales de España, la auspiciada por el Gobierno y la que diseñó el grupo privado PRISA (editor del periódico El País), a la que se añadieron otras empresas, en particular Antena 3 TV. Ambas plataformas, aunque abocadas en principio al negocio de la televisión, comprenden también a mediano plazo el de la transmisión de datos por vía satélite y por cable. Telefónica, pues, se ha convertido de un plumazo de casi 70.000 millones de pesetas en operador, poseedor de contenidos, emisor y algunas cuantas cosas más que se quedan en el tintero de este usuario pero que, a buen seguro, están debidamente anotadas en el cuaderno de bitácora de la compañía. Se trata, sin duda, de un rasgo más en la evolución de las empresas de telecomunicación que, en nuestro caso, sólo le atribuíamos a las corporaciones de otros países más desarrollados. Por eso, quizá, la decidida irrupción de Telefónica en el negocio de la televisión digital ha sorprendido a unos cuantos en España, sobre todo a ciertos políticos y empresarios a los que se suponía mejor informados no sólo de esta posible operación, sino de con quién estaban tratando. Estamos hablando de la primera y (casi) única transnacional española, a la que cada vez le encaja con mayor precisión la cultura propia de estas corporaciones. No sólo quienes tengan que lidiar con ella en las alturas de los consejos de administración, sino hasta los internautas de a pie, tendremos que comportarnos con Telefónica con el cuidado propio de un pariente consanguíneo de los tiburones con los que comparte la misma cultura biológica y empresarial: en el proceloso mar de las telecomunicaciones no hay nada más fiable que una acerada dentadura, velocidad de desplazamiento y una dentellada a tiempo para alertar a inadvertidos navegantes. El Estado español oficiará de ángel de la guardia hasta allí donde llegue su mano protectora, que en cierto ámbitos no será precisamente corta.

Nunca olvidaré una conferencia de prensa del entonces presidente de Telefónica, el inefable Cándido Velázquez, en 1991 (plena era monopólica en plena era socialista) en el marco de Telecom en Ginebra: «Telefónica está a favor de que florezca y se diversifique el negocio de las telecomunicaciones. Pero nuestra vocación es la de estar presentes en todos los sectores, nuevos y viejos, y ser siempre el socio mayoritario. Y, si podemos, el único». Dicho y hecho. Lo único es que ser el único, hoy día, es cada vez más complicado. El mayoritario en toda la cadena del proceso de telecomunicaciones allí donde ya posee la infraestructura –o la pueda adquirir– es una obligación, como mandan los cánones corporativos de las transnacionales.

Ese ha sido, quizá, el error de cálculo de quienes no sospechaban, en un alarde de ingenuidad, que Telefónica era la empresa verdaderamente amenazada por los acuerdos que iban fraguando las plataformas digitales. De una u otra manera, éstas abrían diferentes vías de agua en la nave española de las telecomunicaciones. Vías por donde podía penetrar con fuerza la competencia, en particular ATT, Deutsche Telekom, France Telecom o la italiana Stets, por no mencionar a las que se están abriendo paso en España, como Retevisión y las operadoras de cable (todas enemigas sobre el papel, y a la vez potenciales aliadas). El mercado de telecomunicaciones ha abandonado la careta amable (nunca amistosa) del servicio público del estado del bienestar, para adoptar el gesto rudo de la batalla fiera por cavarse una trinchera propia bajo el sol.

Este cambio tendrá repercusiones cada vez más directas para los usuarios, en particular los del ciberespacio. El próximo año, Telefónica irrumpirá en el mundo del cable no sólo en el negocio de la TV, sino fundamentalmente para coagular las iniciativas que se están preparando para transmitir Internet por esta vía. Según el Ministerio de Fomento, tanto Retevisión como las otras telefónicas que operen en España (entre las que se cuentan las empresas de cable) podrán montar sus propias Infovías. Aunque el decreto se prometió para julio y todavía no se ha aprobado, el comité de seguimiento de la red de telecomunicaciones española (integrado por Fomento, Telefónica y las patronales del sector) prepara el cuerpo legal que deberá abrir la veda para que la segunda telefónica (Retevisión), las que vengan después y los proveedores de Internet -o quien quiera y pueda- se monten sus propias Infovías con sus propios números de acceso, sus proveedores de servicio y sus tarifas, todo lo cual no estará disponible antes de un año. Para ese entonces, Infovía ya habrá ingresado en las arcas de Telefónica más de 4.000 millones de pesetas. Un pastel muy apetitoso. Más, incluso, si las diferentes operadoras llegan a un acuerdo para «sacralizar» la política de Telefónica: encarecer las llamadas locales (donde se produce el crecimiento del consumo gracias a Internet) y competir abiertamente en los otros segmentos.

Los beneficios de esta política se observan ya no sólo en Infovía, sino en lo que podríamos llamar «ciudades virtuales à la Telefónica«, que no guardan ninguna relación con las redes ciudadanas, a pesar de la similitud de la nomenclatura. En España, el primer prototipo –bautizado con el castizo nombre de Infoville— se está instalando en la población alicantina de Villena. Cuando apenas el 21% de los 5000 hogares está plenamente conectado a esta red local para acceder a servicios municipales, comercios e industrias, en cuatro meses el consumo telefónico se ha triplicado y para otoño se espera que la cifra se haya multiplicado por cinco. El proyecto ya se ha ampliado a Catarroja, Vall d’Uixó y Torrevieja y el próximo año se instalará en otros tres pueblos más.

O sea, que lo que estamos viendo es apenas una tímida escaramuza de la guerra que nos espera. En principio, como dicen siempre los buenos liberales, la presencia de varios competidores debería favorecernos. Pero estando de por medio Telefónica y los otros tiburones corporativos que pueblan los océanos de bits, el primero que pestañee se llevará un buen mordisco en salva sea la parte.

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