La Sala Virtual

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
22 enero, 2019
Editorial: 274
Fecha de publicación original: 3 julio, 2001

Haciendo y deshaciendo se va aprendiendo

Mientras, por una parte, la crisis de las empresas de Internet continua gravitando sobre la percepción pública acerca de la proyección de la Red, por la otra, crece la preocupación sobre cómo utilizarla en ámbitos que, hasta ahora, o no le habían prestado suficiente atención, o no acertaban a encontrar el beneficio de incorporarla de manera rutinaria a sus actividades. En la reciente presentación de su último libro, «Digitalismo», el catedrático de economía José Terceiro dijo: «La información y la forma de gestionarla serán la moneda de cambio del futuro». Y ese es el problema creciente ante el que se encuentran organizaciones y empresas de toda guisa. La población de la Red crece sin cesar, multiplica sus usos constantemente, pero no siempre se encuentra el punto de convergencia entre los intereses de los usuarios y la capacidad de asumir sus demandas. Esta fue precisamente una de las preocupaciones que expresaron los museos en Barcelona durante la 20ª Asamblea General del Consejo Internacional de Museos (ICOM en sus siglas inglesas).

La Red multiplica exponencialmente la gestión personal de los estímulos. El ocio y el entretenimiento, así como una pléyade de actividades culturales, proporcionan el territorio ideal para asumir y ejercitar esta gestión. Un simple ejemplo nos permitirá calibrar la proyección de este cambio. Durante las vacaciones de la pasada Semana Santa, las casas rurales de España disfrutaron de una ocupación prácticamente del 100%. Pues bien, más del 85% de las reservas se hicieron por Internet. Aparte de la comodidad del proceso y de la necesidad de encontrar un lugar para el descanso familiar, lo cierto es que en la Red el internauta no sólo encontraba el lugar que buscaba, sino que la información venía complementada con la de un entorno que a lo mejor desconocía, pero cuya forma de presentarlo reforzaba el mensaje de la oferta y le despertaba apetitos no claramente explicitados: paisajes, bienes culturales, gastronomía, historia, deportes, etc.

La cuestión, en el campo de la museística, se plantea precisamente en este punto de encuentro con la gestión personal de los estímulos. ¿Cómo desarrollar sistemas de gestión de información y conocimiento que expandan los muros del museo y al mismo tiempo, amplíe la comunidad de interesados en sus contenidos? En la era de la sociedad del conocimiento, ¿dónde residen los límites de la capacidad de los museos para combinar información, conocimiento, emociones y poderosas percepciones del mundo que nos rodea? A estas preguntas traté de dar respuesta en una conferencia pronunciada en dicho congreso del ICOM.

La globalización, entendida como la hemos explicado en recientes editoriales (véase, por ejemplo, «La Red que nadie pidió»), nos plantea una serie de preguntas interesantes al analizar las oportunidades que ofrecen las redes en el ámbito de la museística. En primer lugar, las actividades de los museos, entendidos como recintos donde se consume arte, historia, ciencia, cultura en todos sus ámbitos, ¿se reducirán en el futuro próximo a lo que exhiban y a las obras expuestas públicamente en los lugares físicos donde se hallen enclavados? ¿Cómo se mostrará su producción en el marco de la globalización? ¿Cómo se percibirá la vida pasada, presente y futura del museo y de su contenido? ¿Quiénes decidirán lo que se exhibirá y cómo en los museos? ¿Será posible crear comunidades de visitantes más allá del lugar y el tiempo en el que esté emplazado el museo?

En otras palabras: ¿qué denotará el concepto museo o en qué se convertirá la museística en una sociedad articulada por redes de arquitectura abierta, como es el caso de Internet? Si hablamos de una sociedad del conocimiento, ¿cuál será la cuota de este conocimiento que aportará el museo y cuál sus visitantes? ¿Cómo se expresará –o captará para expresarlo– el conocimiento en uno u otro caso? Finalmente, pero no por último, en la dialéctica entre regionalización y globalización: ¿dónde se sitúan ambos, el museo y el usuario consumidor de su producción?

Estos interrogantes apuntan a cuestiones cruciales que han emergido en los últimos años y a las que se les ha tratado de dar soluciones «ad hoc», sobre todo mediante esa prótesis tan versátil, pero insuficiente, como es el denominado «producto multimedia», ya sea bajo la forma de CD-Rom o de la incorporación de algunas tecnologías de la información a las exhibiciones (por lo general, vídeo). De hecho, esta línea de actuación, que ha generado productos muy dignos de una utilidad innegable, desnuda, al mismo tiempo, la ausencia de un debate impostergable en el campo de la museística que permita perfilar, en un esfuerzo conjunto, el contorno de lo que debiera ser su entroncamiento con una sociedad de redes. Desde en.red.ando hemos tratado de poner nuestro granito de arena desarrollando el concepto de lo que denominamos la «Sala Virtual» (SV), comprendida ésta como un nuevo espacio en los museos que entronca a la institución con complejos procesos de gestión de información y conocimiento compartidos con sus visitantes, sean reales o virtuales.

A pesar de que la batería de preguntas anteriores todavía no tiene respuestas claras en todos los casos, de todas maneras ya sabemos lo suficiente en estos momentos como para comenzar a bosquejar las líneas básicas de esta SV. ¿Dónde estaría situada? Donde le corresponde: en una red de ordenadores interconectados. ¿Cual sería el contenido de esta red, qué paisaje reproduciría y con qué habitantes? Aquí es donde hay que empezar a ejercitar la imaginación, siempre sujeta a las posibilidades reales del museo en cuestión, sobre todo ahora que éstas se ven magnificadas por la oportunidad de crear una red que empuje sus tangibles fronteras reales a la ilimitada frontera virtual, es decir, a la creación de redes con usuarios y con otros museos dentro de un conjunto de objetivos claramente compartidos.

De manera tentativa, y ateniéndonos al estado actual de la tecnología, nos parece que la Sala Virtual estaría articulada, en principio, sobre cuatro ejes:

.- El viaje virtual: de la oferta generalizada del museo, al museo personal (con la posibilidad en un futuro próximo de interactuar con cada elemento exhibido en el museo).
.- La exploración de la capacidad narrativa de la obra: Esta se encuentra donde yo la visito y puedo recorrer su contexto en múltiples direcciones.
.- La gestión personal de los estímulos. Decido cuando accedo a las obras (y a su contexto), aunque sea antes de llegar al museo, y cómo las sigo después.
.- La memoria histórica del museo: sus actividades, su pasado, su presente y su futuro. Sin lugar y sin tiempo, en su lugar y en su tiempo.

Por tanto, una posible estructura de la SV podría ser:

Mi Visita
Desde la SV se podrá:

.- viajar por el museo,
.- entrar en cada una de sus salas reales,
.- saber más sobre cada una de las salas que uno visita o va a visitar,
.- conectarse con salas similares o conceptualmente aledañas en otras partes del mundo,
.- visitar a los protagonistas del tema en exposición, conocer escuelas, tendencias, acontecimientos, etc.

Mi Comunidad Cultural
Cada visitante, al entrar al museo, encontrará un entorno virtual desde el que:

.- podrá conectarse con otros visitantes, presentes o no;
.- intercambiar información;
.- concertar reuniones «in situ»;
.- buscar expertos de «cuerpo presente» o «virtual»;
.- experimentar con tecnologías de la comunicación interactiva;
.- recibir información sobre exhibiciones que el Museo va a construir, el contexto en el que se inscribirán y sus relaciones con otras exhibiciones en otras partes del mundo;
.- una «línea caliente» en-línea para responder a las preguntas de los visitantes antes de que estos abandonen las instalaciones (uno siempre se va con más preguntas que con las que llegó…. sin posibilidades reales de encontrar las respuestas mientras dura el «embrujo afectivo» del lugar que se las estimuló). Estas preguntas y respuestas debieran configurar una base de conocimiento que permitiría orientar la política del Museo.

La SV tendrá recursos que le permitirá a los visitantes trabajar jugando con esta tecnología:

.- escribir un diario de su visita;
.- sugerir mejoras que sólo los visitantes perciben;
.- nutrir una base de datos con preguntas sobre las exposiciones visitadas, etc.,
avanzar propuestas sobre materiales de carácter documental y educativo.

Las posibilidades son casi infinitas.

La SV: el nodo de La Red del Museo
Tras la visita, los visitantes quedarían ligados al Museo a través de:

.- correo-e;
.- los materiales educativos que se confeccionen;
.- listas de correo donde se anuncien novedades (nuevas exposiciones, conferencias, novedades, etc.).

Esta red interconectará con otros museos y conformará «La Red de Arte», «La Red de la Ciencia», «La Red de la Historia Natural».

Bien, ¿cuál es el punto crítico de la SV? En primer lugar, la percepción sobre su importancia, el lugar que debe ocupar en las prioridades de la institución y la ventaja competitiva (y cooperativa) que ofrece. La SV apunta a un giro en la política actual de la museística que tiene innegables connotaciones culturales. Supone un cambio en las organizaciones que ni será fácil, ni estará exento de un elevado grado de tensión. El factor clave reside en la gestión de la información y el conocimiento en un período en el que ambos se convertirán en los bienes esenciales de la economía. Y esta gestión no se resuelve mediante la simple adición de tecnología o el incremento de las dosis de comunicación. En primer lugar, es necesario sostener un debate entre los principales actores de la política museística (y esto supone un ejercicio previo de investigación para identificarlos en toda la riqueza de su diversidad disciplinaria). Y este debate ya debiera desarrollarse de tal manera que se percibieran las ventajas de trabajar en red.

En otras palabras, la definición de esta nueva política museística debiera desplegarse a través de la tecnología adecuada, la metodología, la experiencia y el entrenamiento necesario para gestionar información y conocimiento en red. De este proceso debieran surgir los elementos conceptuales para desarrollar proyectos adaptados a cada circunstancia, por una parte, así como las bases para la cooperación que definan su alcance, por el otro. Este es el objetivo de en.red.ando en el desarrollo conceptual de la SV: aplicar la gestión de conocimiento en red mediante un conjunto de instrumentos y de recursos humanos que contribuyan activamente a sentar las bases de lo que debiera ser la mejor y más potente herramienta de comunicación de los museos.

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