La industria del idioma

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
12 septiembre, 2016
Editorial: 29
Fecha de publicación original: 23 julio, 1996

Fecha: 23/7/1996. Editorial 029.

Por la boca muere el pez

El castellano ya es la segunda lengua de Internet, a pesar nuestro. La gran fábrica de páginas web en este idioma se encuentra en EEUU. Holanda también tiene una instalación apreciable. América Latina, en su conjunto, mantiene un ritmo interesante de producción, aunque seriamente mitigado por problemas de conexión que, en los últimos meses, comienzan a resolverse. ¿Y España? España debería ser, por muchas razones, la sede de la gran corporación del idioma castellano en Internet. Un conglomerado de empresas dedicadas a reconvertir el idioma en una saludable industria y, a la vez, en impulsar la industria del idioma, que no son sinónimos. Para ello sería necesario que nuestros empresarios –no sólo los empresarios en el sentido tradicional del término, sino en el de quien emprende una actividad con las suficientes ideas en la cabeza y audacia en el corazón como para llevarlas a cabo–, pusieran su boca donde tienen la billetera, excavaran la superficie de nuestra sociedad en busca de la imaginación necesaria (que existe en abundancia) y pusieran los cuartos al servicio de desarrollar contenidos en castellano en Internet.

Tenemos ejemplos de que esta es una senda fructífera y, a la vez, promisoria en cuanto industria de futuro: ahí tenemos el de los amigos Vicent Partal y Assumpció Maresme que han convertido a Vilaweb en una referencia ineludible de los recursos en catalán o dedicados a Cataluña que existen en la Red. El espacio que ellos han creado ha madurado hasta el punto de disimular las enormes dificultades que supuso dar el salto de pareja bien avenida a empresa en el sector industrial más arriesgado de la economía, sobre todo porque en aquel entonces (hace un año) nadie se jugaba la vida por Internet.

La situación, en general, ha variado ligeramente en estos últimos 12 meses. Abundan los proveedores de servicios de Internet en nuestro país, aparecen empresas nuevas en la Red cada día, ya tenemos buscadores en castellano, incluso comienzan a desarrollarse servicios ligados a la administración pública. Pero, todavía, la gran mayoría de estas páginas son de autopromoción. Faltan los contenidos que transformen este impulso en una industria, que convoque a millones de potenciales internautas porque se les ofrece no sólo información útil (que abunda en otros soportes), sino conocimientos que sólo en Internet se pueden elaborar y obtener con semejante facilidad y a tan bajo precio. Todo ello en un entorno cooperativo que integre a redes locales, reconocibles.

Pareciera que siguiéramos apegados a los viejos vicios de la industria española: seguidista, carente de ambición y, sobre todo, ausente de las grandes tendencias de la innovación tecnológica. Precisamente el informe «España 1995, una interpretación de su realidad social», recién publicado por el Centro de Estudios del Cambio Social (CECS), hace hincapié en esta cuestión: España se encamina hacia una sociedad de profesionales –dice el estudio–, pero los empresarios carecen de visión de futuro a medio y largo plazo. La conclusión es que el desarrollo económico y social no es el «adecuado», eufemismo tecnócrata que encubre, entre otras cosas, el despilfarro histórico de nuestros mejores recursos, en este caso léase el idioma como industria y la creación de una poderosa industria del idioma.

Otro estudio reciente, éste de Fundesco, abunda en estos conceptos, pero tan sólo subraya las oportunidades sin profundizar sobre cómo establecer el mínimo entramado común para hacer brotar la industria de los contenidos telemáticos en castellano. Esta cojera del análisis llama la atención sobre todo porque siendo Fundesco un pariente consanguíneo de Telefónica y, por tanto, con línea directa con papá-Estado, hay cosas que puede ver desde «dentro» con la suficiente perspectiva como para plantear líneas de trabajo específicas y no sólo descubrir que el idioma es algo muy serio en Internet.

De todas maneras, como dicen los ingleses, el mensaje ya está escrito en el muro para quien quiera leerlo. La masa crítica para ocupar un espacio privilegiado en el emergente mercado creado por la Red no es por ahora muy grande. Pero antes de Navidad ya estaremos hablando de dimensiones (y, por tanto, de cuantía de recursos) mucho mayores. Será entonces cuando descubramos que, otra vez, las empresas extranjeras, en particular de EEUU, estarán dictando las condiciones básicas para que el mercado se desarrolle y se encontrarán mejor situadas para comenzar a volcar sus servicios en inglés al castellano o, directamente, trasladar aquí todo lo que ya están haciendo para la comunidad hispana en EEUU. Compraremos sus contenidos, desarrollados afuera, y serán, por supuesto, gracias a su potencia de marketing, omnipresentes y, por consiguiente, ahogarán en la cuna los intentos por cultivar servicios más próximos, más necesarios y más útiles. Disney (o America Online, que para el caso no son tan diferentes) nos volverá a colocar un Port Aventura en la mitad de la Web, cuando lo que necesitamos son servicios propios que satisfagan necesidades sociales próximas.

Ya nos llegará la hora de decidir por nosotros mismos en qué montaña rusa del ciberespacio nos montamos.

P.D.: Gracias por vuestra fiesta de cumpleaños. Leía vuestros mensajes fascinado por las inescrutables repercusiones que la comunicación tiene en la Red. Me habéis inyectado tanta adrenalina con vuestros comentarios que… no os dejaré ni en las vacaciones. Pienso adelantar los artículos para que tengáis la ración semanal durante agosto, mientras me voy a una cabaña en el Red Wood Forest (California) a escuchar cómo crecen los secuoyas. Yo ya lo he dicho muchas veces: no se puede ser cariñoso con los periodistas, que después lo pagan con artículos. Estáis advertidos.

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