La geografía de la información

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
28 noviembre, 2017
Editorial: 153
Fecha de publicación original: 2 febrero, 1999

Nadie es sabio por lo que supo su padre

¿Se imaginan lo que significaría poder ver todo el archivo y el contenido de la semana de en.red.ando de golpe, con sólo echar un vistazo a la pantalla, y llegar al artículo que estaban buscando mediante un simple par de clicks, sin necesidad de utilizar un buscador, ni de tener un conocimiento previo del lugar y sin ni siquiera poseer una idea aproximada de su contenido? ¿Qué verían, cómo podrían reconocer la estructura de los contenidos o su distribución temática? Muy simple: al abrir la página en el navegador, todos los documentos de la revista se habrían transformado en un mapa topográfico en relieve y navegable. El contenido de la información habría adoptado la forma de cadenas montañosas, valles salpicados de lagos y pedazos de mar poblados de islas, relacionados entre sí según la abundancia y proximidad de los conceptos. ¿Ficción? ¿Un adelanto de la versión 3.0 de en.red.ando que saldrá la próxima semana? Ni lo uno, ni lo otro (todavía), sino un simple ejemplo de algunas de las nuevas formas de representación de la información que están destinadas a revolucionar –otra vez– la comunicación digital.

Los nuevos medios de comunicación de la era de la Sociedad de la Información se diferenciarán de los que conocemos hoy por una multitud de facetas. Pero la más importante, quizá, estribará en su capacidad para estructurar y, sobre todo, para mostrar toda su información de una manera que sólo es posible en el mundo de la comunicación mediada por computadores (CMC), o sea, en el ciberespacio. Su objetivo será desplegar el contenido de miles de documentos en una sola pantalla y de una manera inteligible. No sólo mostrarla, sino permitir que el usuario «la navegue» hasta encontrar el preciso punto de inmersión para extraer el documento buscado. Algunas de estas tecnologías han comenzado a comercializarse discretamente, otras aguardan al desarrollo de Internet-2 para poder utilizar las prestaciones de la banda ancha.

La presentación de toda la información de un archivo en pantalla de una manera inteligible ya fue un problema con el que se enfrentaron –con desigual éxito– los servicios de inteligencia de los ejércitos más desarrollados, en particular el de EEUU. Del almacén donde posiblemente se guardó entonces el cajón del arca perdida, ahora están saliendo a la luz algunas de estas tecnologías. Otras están todavía en la fase de crisálida en los laboratorios de compañías privadas. Todas apuntan al corazón de los nuevos medios de comunicación, en particular, y de la gestión y tratamiento de la información, en general. Y todas afectarán decisivamente a los sistemas operativos de los ordenadores y al WWW tal y como los conocemos hoy.

En todas estas nuevas tecnologías hay un par de ejes comunes que las recorren como el estribillo de una canción. Por una parte, la mente humana localiza las cosas visual y espacialmente. Por tanto, el método actual de tener que recorrer capas y capas de hiperenlaces para desenterrar la información deseada supone, hasta cierto punto, una violentación del método «natural» de localizarla, con lo que ello supone de pérdida de eficacia y necesidad de un forzado aprendizaje, para empezar. Por la otra, se desplaza el énfasis que predomina en los sistemas actuales de organización de la información: en vez de querer saber dónde se encuentra, es más importante saber de qué se trata. Por tanto, no es necesario –como sucede ahora– que la información esté, en primer lugar, rigurosamente organizada (ya sea en carpetas, archivos o árboles jerárquicos). La nueva forma de tratarla y mostrarla descansa en motores de búsqueda y otras herramientas de programación capaces de analizar y organizar información desestructurada –correo electrónico, cartas, artículos, documentos, borradores, bases de datos, resultados de búsquedas en la WWW, etc.– y mostrarla de acuerdo a su contenido conceptual.

Por ejemplo, ahí tenemos a SPIRIX, un peculiar procesador de textos de origen militar desarrollado por el Pacific Northwest National Laboratory, del Departamento de Energía de EEUU, cuya primera versión comercial alimenta al sistema ThemeScape de la empresa Cartia. SPIRIX combina análisis estadístico, reglas gramaticales y parámetros geográficos. Para explicarlo pronto –y mal–, uno coge todo el texto e imágenes de la edición de hoy de un medio de comunicación (tradicional o digital), coloca los cientos o miles de documentos resultantes en SPIRIX y el programa nos devuelve en unos pocos minutos un mapa en relieve repleto de montañas, valles, lagos, mares salpicados por archipiélagos, etc. Los montes indican agrupaciones de documentos relacionados entre sí. Los no relacionados se van al mar o, si mantienen un lejano parentesco, a los valles y lagos aledaños. Al clickar sobre cualquiera de estos accidentes geográficos, todos designados con su correspondiente topónimo (Editorial, Entrevista, En.red.ados, En.medi@…), van apareciendo otros mapas con nombres más precisos: periodismo digital, nuevos medios de comunicación, teletrabajo o comercio electrónico. Otro click y la pantalla muestra los textos referidos al tema escogido. Sin necesidad de utilizar buscador ni ningún otro artilugio.

Esta nueva forma de acceder a la información es la denominada navegación conceptual. El resultado final es que, por primera vez, podemos ver todo un periódico de golpe, con todas sus interrelaciones y fragmentaciones, sin necesidad de recorrerlo, leerlo en ninguna de sus partes o poseer una imagen previa de su organización interna. Y quién dice un periódico, dice un archivo de cualquier tipo, lo cual significa, en principio, la posibilidad de rescatar de su opaco fondo historias ya olvidadas o descubrir interrelaciones jamás imaginadas. Un auténtico ejercicio de minería y reciclaje de la información.

Lo interesante de estas nuevas tecnologías es que no requieren complejos visualizadores de 3D ni de realidad virtual. Pero sí requieren cambios sustanciales en los navegadores actuales y en la capacidad de procesamiento de los ordenadores. El «Arbol Hiperbólico» de la empresa Inxight, por ejemplo, lanza un navegador propio, donde se produce el despliegue de la información de tal manera que se puede encontrar el documento buscado sin perder de vista en ningún momento toda la estructura del sistema. Es como si al mirar (clickar sobre) un objeto, éste se convirtiera en el centro de atención sin que por ello desapareciera la organización de su entorno. Como sucede con nuestra mente.

Así funciona también SemioMap, aunque con un despliegue gráfico diferente. El procesador de textos de la empresa Semio convierte a miles de documentos en una fascinante representación del universo. La información se agrupa en conglomerados galácticos que no pasan de ser meros puntitos en la pantalla de su navegador. Al pasar el ratón por encima y clickar sobre uno de ellos, el usuario «vuela» hacia esa galaxia que se despliega en estrellas relacionadas entre ellas mediante líneas punteadas. Cada galaxia, cada estrella, indica mediante un simple título su contenido. Cuando se llega al confín de la galaxia en cuestión, en pantalla aparece el documento, o la parte del documento que estábamos buscando. O una breve relación de los documentos relacionados con el tema.

en.red.ando 3.0 ni siquiera se acerca todavía a estos nuevos métodos de navegación y de representación de la información. Pero será una de nuestras preocupaciones analizar su evolución y examinar el impacto que tendrán en el diseño y desarrollo de los nuevos medios de comunicación, algo que sí tendrá una cabida especial en la nueva versión de esta revista que presentaremos la próxima semana.

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