Internet de varias velocidades

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
21 febrero, 2017
Editorial: 73
Fecha de publicación original: 27 mayo, 1997

Fecha de publicación: 27/5/1997. Editorial 73.

No se hacen tortillas sin tocar los huevos

Esta semana asistí como ponente a un debate en un centro de educación superior de Barcelona. Compartía mesa con un alto funcionario de la compañía Telefónica y un representante de una empresa operadora de redes de cable. La audiencia estaba compuesta por jóvenes recién titulados, fundamentalmente en carreras técnicas (ingeniería técnica, química y de telecomunicación, arquitectura, informática, empresariales, audiovisuales, etc.) y, en menor medida, de humanidades (periodismo, antropología, psicología). El tema, por supuesto, era Internet y su proyección ante el siglo que se nos echa encima. Primero tomó la palabra Telefónica, es decir, su portavoz. A los pocos minutos de su exposición comenzó a inundarnos a todos un sentimiento de futilidad, de pérdida de sentido de nuestros afanes, de inutilidad por habernos congregado a discutir un tema tan banal como la Red. En apretada síntesis, el hombre de Telefónica nos dijo que Internet era una pérdida de tiempo, su funcionamiento de una lentitud desesperante debido a problemas tecnológicos de difícil solución, bulímica desde el punto de vista informativo hasta la confusión más indescifrable, tan insegura como un congreso de narcotraficantes en un callejón oscuro y, en pocas palabras, resultaba inexplicable el interés que despertaba en la gente (las imágenes son mías, la esencia de él). No mencionó a Infovía como la solución a estos males, pero casi no hizo falta. No quedaban muchas alternativas sobre la mesa.

Una vez superado el momento de estupefacción que causaron sus argumentos, a mí me quedó la duda de si había escuchado una simple opinión personal o realmente era la de la compañía (siempre es recomendable mantener aseado el rincón de la ingenuidad). En uno u otro caso, y ante la posibilidad de que el mensaje se convierta en la postura oficial de Telefónica ante audiencias inadvertidas, es conveniente recordar qué se está haciendo para incrementar la velocidad de Internet, el papel que las operadoras telefónicas están jugando en esta dirección y dónde se encuentran los cuellos de botella. Si la radiografía pintada por el representante de Telefónica se acerca a la realidad, se trata precisamente de la realidad que han perfilado en gran medida una parte de los operadores de telecomunicaciones y sus respectivos gobiernos. No me parece de recibo que, al mismo tiempo, y al socaire de esta situación, se quiera preparar el terreno para aventuras comerciales de carácter propietario (como, por ejemplo, intranets del tipo Infovía) mediante el simple expediente de inyectarle al personal el miedo en el cuerpo en caso de que se le ocurra utilizar Internet.

En el reciente informe de la Unión Europea «El futuro de Internet, ¿qué papel para Europa?» se pedía, una vez más, una acción urgente y efectiva con sus correspondientes compromisos financieros para tratar de ponerse a la par de EEUU en el uso de la Red. El informe fue elaborado por un grupos asesor de la Comisión Europea integrado por expertos de universidades, organismos científicos públicos y representantes del sector privado, que se creó el año pasado en respuesta a las iniciativas de la denominada «Internet de segunda generación» que estaban proliferando al otro lado del Atlántico. Ante esta febril actividad (no correspondida en el Viejo Continente), y tres años después de que Europa perdiera el control sobre el WWW (creado en el CERN de Ginebra), el informe reclamaba a la Comisión Europea que promoviera un organismo dedicado exclusivamente a Internet. Al analizar la escasa penetración de la Red en Europa o la falta de respuesta adecuada a lo que está sucediendo en EEUU, el informe apuntaba directamente al «costo excesivo de las líneas como la principal barrera». De hecho, este costo es de un orden de magnitud mayor que en EEUU debido, según los expertos, al monopolio de las operadoras europeas sobre el sector de las telecomunicaciones, que está a punto de desaparecer el próximo año.

Los expertos recomiendan a la UE que estimule el desarrollo de protocolos de Internet para priorizar el tráfico e incentivar el desarrollo de tecnologías alternativas para el acceso doméstico a Internet, como las redes de cable y satélite (competidoras en muchos casos de las operadoras monopólicas). La cuestión estriba en si las recomendaciones llegan a tiempo, sobre todo desde el punto de vista de la capacidad (y voluntad) de las operadoras europeas para responder al desafío. La competencia en un mundo cambiado por las redes les ha llevado, en una primera instancia, a aliarse entre ellas y con sus tradicionales competidoras estadounidenses en empresas de riesgos compartidos para construir redes troncales globales más rápidas y fiables (como la sellada por Telefónica con BT y MCI en el consorcio Concert, o la de France Telecom, Deutsche Telecom y Sprint en Global One). Pero el desafío no es sólo comercial, sino también de política pública:

– La National Science Foundation (NSF) de EEUU, la principal promotora de Arpa-Net y NSF-Net, cuya privatización condujo a Internet y, de paso, a una desaceleración en la interconectividad de las diferentes redes, está financiando de nuevo una red troncal de alta velocidad que unirá, en principio, a 100 universidades estadounidenses.

Clinton ha solicitado 100 millones de dólares para financiar la Iniciativa de la Próxima Generación de Internet.

– Más de 100 universidades de EEUU se han comprometido a invertir 50 millones de dólares de sus propios fondos para participar en el proyecto de Internet-2.

– A finales de esta semana, el G7 (los países más ricos del planeta) discutirá la propuesta de conectar las redes nacionales de alta velocidad a través del programa Interconexión Global de Redes de Banda Ancha.

O sea, que están pasando unas cuantas cosas en el frente de la velocidad de las redes y los impedimentos parecen ser más políticos y comerciales que tecnológicos (aunque estos, desde luego, existen y son de envergadura). George Strawn, director de redes y comunicaciones de la NSF, alertaba hace tan sólo dos semanas de que EEUU no estaba dispuesto a desarrollar intranets privadas paralelas a Internet, «como todavía sucede en Europa y Japón. Nuestro programas de una red troncal de alto rendimiento para las universidades se conectará a Internet en cuanto sea posible.»

La Internet 2 –que despertó a la Comisión Europea de su letargo y produjo el informe de la UE– tiene como objetivo el desarrollo de herramientas avanzadas tales como multiemisión, «streaming», aplicaciones compartidas, tecnologías de comunicación síncrona, etc., a fin de que los usuarios preparen nuevos sistemas de aprendizaje a distancia, bibliotecas digitales, laboratorios virtuales y aplicaciones de «teleinmersión». En el fondo, de lo que se trata es de que estas iniciativas se conviertan en un experimento para el desarrollo de aplicaciones de alto rendimiento, nuevas conexiones y protocolos que harán de Internet una red de alta velocidad. No es este el momento de abordar la cuestión del impacto económico y social que esto tendrá entonces en las sociedades más integradas en este proceso.

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