El tercer enchufe

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
14 febrero, 2017
Editorial: 72
Fecha de publicación original: 20 mayo, 1997

Fecha de publicación: 20/5/1997. Editorial 72.

A más manos, menos trabajo

Desde la revolución industrial, dos servicios se han incrustado en las viviendas de casi todo el mundo hasta el punto de que forman parte de ellas tanto como las ventanas o la puerta. Ambos marcan la frontera más explícita entre las sociedades precapitalistas y la sociedad industrial. Por otra parte, su omnipresencia es tal que ya son percibidos como una parte natural y consubstancial del paisaje habitacional. Sin embargo, no disponer de ellos es sin duda el indicador más determinante de la pobreza. Ambos servicios los modulamos mediante sendos interruptores: por el uno, el grifo, recibimos el agua; por el otro, la electricidad. Ahora nos encontramos en el umbral de incorporar un tercero: el grifo o el interruptor de la información y el conocimiento.

La información que hasta ahora hemos venido admitiendo en nuestros hogares la hemos introducido fundamentalmente por dos vías. Por una parte, la del acceso individual. Libros, revistas, discos de música, cassettes, diskettes, ordenadores, etc., reflejan en gran medida los gustos, la formación cultural, los ingresos, los apetitos informativos de cada cual. Por la otra, la procedente del interruptor eléctrico, de dónde chupan energía la radio y el televisor que, además, requieren de una antena –externa o interna–para captar la emisión. La determinación del contenido de estos dos medios, sin embargo, no forma parte del ámbito de decisiones de cada habitante del hogar. La diseminación de la información a través de radio y/o TV es colectiva y sin control por parte del colectivo receptor (que puede estar integrado por un sólo individuo). Lo mismo sucede con el contenido de un diario, o se consume o se rechaza, pero apenas se puede influir sobre el carácter del mensaje. El tercer grifo viene a cambiar radicalmente los términos de esta relación. Su denominación emblemática es la de «TV por cable», pero este es un nombre y un apellido que no describen cabalmente al nuevo personaje. Más apropiado es hablar de la red de cable, la cual está a punto de abrir una ventana a un paisaje completamente diferente. Ni siquiera allí reina la TV digital, en realidad uno de los subproductos de la nueva orografía de la sociedad de la información.

El cable de la era digital es una de las piedras angulares de los cimientos de Telépolis, tal y como la define el filósofo Javier Echeverría. Cimientos solidificados por constelaciones de satélites, redes de fibra óptica, telarañas de cables y estaciones emisoras y receptoras de señales. Es el nuevo entramado que organiza la reurbanización de las ciudades, integra la ciudad y el campo y, potencialmente, establece los fundamentos para una igualación social por el lado de la comunicación. Para ello hace falta que se convierta en parte de la vivienda, como el agua o la electricidad, sin mayores percepciones sobre su excepcionalidad por vía del aparataje necesario para disfrutarlo. Para llegar a este punto, el grifo de la información tiene que ser abierto por cualquier habitante del hogar. Y la red de cable aparece, por ahora, como la vía que garantiza esta cotidianidad

La reciente evolución de la TV por cable ha estado profundamente teñida por color intangible de lo digital y, sobre todo, por la explosión de Internet. Ambos factores (aunque integrados en el mismo tronco) han orientado en gran medida los desarrollo tecnológicos y la conformación de los servicios que comienzan a despuntar por el horizonte. Aunque la red de cable avanza todavía de una manera dispersa y espasmódica, a tenor de las regulaciones que adopta cada país y de las consideraciones económicas que controlan su progresión, las tendencias comienza a ser lo suficientemente sólidas como para abonar la idea de que, más pronto de lo que imaginamos, tendremos el interruptor de la información instalado en el hogar. Si tomamos como ejemplo a lo que se va a hacer en Cataluña (cuya planificación no difiere sustancialmente de proyectos similares en otras partes del mundo), a través de las cañerías de 10 Mb (como mínimo) que van a llegar a las viviendas recibiremos:

– Un número indeterminado de canales de TV (si se usa compresión de la señal, la oferta se multiplica). La capacidad del cable garantiza la bidireccionalidad, por tanto no será necesario ocupar línea telefónica para interactuar con las emisiones, ya sea para pedir películas, pagar por ver ciertos programas y todas esas posibilidades que volverán locos a unos cuantos.

– Telefonía avanzada con todo el catálogo de llamadas en espera, multiconferencia, etc.

– Música digital de decenas de emisoras o centros distribuidores de música. En una pantallita de cristal líquido (o un cuadro colgado de la pared) veremos el nombre de la pieza que escuchamos, el del autor, el título del disco y año de grabación. Todo ello a través del equipo más adecuado, que en este caso suele ser el de música, al cual se le hará llegar un cable desde el enchufe principal. Los habitantes del hogar, sin beberlo ni comerlo, comienzan a entender algo de eso que algunos llaman multimedia.

– Internet. Otro ladrón en el enchufe principal de la red de cable permitirá tirar otra conexión, en este caso al ordenador. El usuario recibirá del operador de la red un modem (que en Barcelona será el último construido por Scientific Atlanta) y una tarjeta para convertir la señal en la máquina. A partir de ese momento, recibirá Internet a 10 Mb con sólo encender el ordenador y abrir el correspondiente programa (navegador, correo-e, etc.). Si el usuario es una empresa (a la que le importa un pito la TV, pero no la telefonía e Internet), podría alquilar un retorno de 10 Mb con lo cual tendrá un servidor en su portátil donde pondrá instalar su web. Si es un particular, el canal de regreso será de 750Kb (¿para qué va a querer 10 Mb si sólo va a hacer clicks sobre webs, cargar o descargar algunos programas y enviar y recibir correo-e? Piénsese que la RDSI actual es de128Kb, y a qué precio).

– Intranet. Toda la demarcación territorial del cable funcionará, de hecho, como una gigantesca Intranet. Y en una Intranet se pueden hacer muchas cosas. Por ejemplo, que el operador (o subcontratista) guarde en una memoria (caché) las webs que visiten los usuarios. Así, la próxima vez el acceso será más rápido porque no necesitará salir de la Intranet. Para actualizar estas páginas y mantenerlas siempre al día, la empresa puede utilizar a tantos «agentes informáticos» como desee para patrullar constantemente Internet y registrar los cambios que se hayan producido en las páginas más solicitadas.

– Platos al gusto del consumidor. Por ejemplo, se podrán elaborar menús que faciliten la tarea a los internautas. De partida, se exhibirá en pantalla un mapa con todas las webs locales (en este caso, catalanas o referentes a Cataluña) para reforzar la Intranet a través del cable como servicio territorial. A partir de ahí, se podrán visitar los…

– Servicios ad-hoc. Aparte de los que se les ocurra a los ayuntamientos (como museos, centros de información municipales, agendas, promociones, etc.) y otras entidades, aparecerán servicios informativos de todo tipo, desde los más tradicionales (desde el punto de vista de lo que se considere noticia) a lo más específicos para satisfacer necesidades de grupos de usuarios (comunidades virtuales). Servicios que pueden estar en Internet o ser desarrollados en concreto para las redes de cable. Si se extiende la red en un ámbito como el catalán, el índice de penetración en 4 ó 5 años puede ser de un millón y medio de hogares (el número de usuarios individuales será irrelevante, como en el caso del agua o la electricidad). Un periódico electrónico distribuido por la red como parte de los servicios de Internet, actualizado al minuto (por decir algo), con información local suministrada por los propios usuarios, etc., etc., tendría cada día en principio más del triple de lectores que los tres diarios más leídos en la actualidad. Y con el valor añadido de la interactividad de los usuarios a través de la red de cable.

– Petición de vídeos, de música, de enciclopedias digitalizadas, diccionarios, obras de distinto tipo, gráficos, animación, fotografías, etc., ya sea para consultar en línea (en pantalla de ordenador, de TV o de pared) o para imprimirlas. Los hogares llevan camino de convertirse en verdaderas centrales de producción, consumo e impresión de información.

– Muchas más cosas sobre las que no merece la pena entrar en detalle ahora porque nos llevaría a otros caminos dignos de ser editorializados por separado, como la educación.

Lo que está claro es que la combinación de Internet, servicios electrónicos específicos, correo-e, agentes de actualización de webs, TV analógica e interactiva, etc, todo a través de un enchufe, sin necesidad de parabólicas ni sintonizadores, supondrá en breve una nueva vuelta de tuerca espectacular en el terreno de la comunicación digital. Esto no es WebTV, ni ningún sistema propietario que se le parezca. Mejor dicho, es tan propietario como el suministro de electricidad o agua: cualquier interruptor, cualquier grifo sirve. Tan sólo será necesario darse de alta para comenzar a recibir chorros de bits. Y conlleva una diferencia fundamental respecto a las redes sustentadas en los sistemas digitales por vía satélite: la red de cable mantiene un equilibrio entre lo local y lo global que aquellas no pueden garantizar. La red por satélite, por ahora, por definición, es global. Su dueño es más dueño de la Red y sus contenidos que en el caso del cable.

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