El Imperio de la Red Naciente

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
7 agosto, 2018
Editorial: 229
Fecha de publicación original: 22 agosto, 2000

Cuando pidas, echa por largo

La noticia del verano, junto la de la tragedia del submarino nuclear «Kursk», se produjo en Maguncia, Alemania, donde unos señores, hábilmente manipulados por el gobierno alemán, consiguieron pagar un billón y medio de pesetas más de lo que merecía la pena para quedarse con las seis licencias de la telefonía móvil multimedia (UMTS). Cosas de las subastas a ciegas. Los seis grupos de telecomunicaciones «vencedores» desembolsarán en total 8,4 billones de pesetas (más de 46.000 millones de dólares), casi el 6,5% de la deuda pública alemana. Los resultados de esta puja tuvieron una inmediata repercusión en España, donde el gobierno de Aznar concedió cuatro de estas licencias por 86.000 millones de pesetas (unos 475 millones de dólares) mediante concurso resuelto con celeridad alevosa, nocturnidad electoral e inexplicable secretismo. Mientras Europa se congratula por el desorbitado baile de cifras de la denominada «telefonía móvil de Internet», no está claro que ésta sea la que, finalmente, marque las diferencias como pregonan muchos expertos. El modelo japonés, por ejemplo, acecha con una aproximación diferente y, por ahora, más ajustada a las oportunidades que ofrece la Red.

En primer lugar, nadie sabe de qué manera repercutirá en los consumidores las enormes inversiones que deben realizar las operadoras. ¿Cuál será el coste de la telefonía UMTS para amortizar estas sumas? ¿Serán más baratas las tarifas en España que en Alemania? ¿Cómo se justificará lo contrario ante la enorme disparidad del precio pagado por las licencias? ¿Bastará echar mano a las enormes inversiones en infraestructuras que se avecinan para hacernos tragar otra vuelta de tuerca de tarifas prohibitivas? Estas preguntas no tienen todavía respuesta y las operadoras mantienen un interesado silencio al respecto. Lo que está claro es que el costo de conexión no rondará los 10/15 dólares al mes del i-Mode (el «Modo Información»), el sistema japonés de telefonía móvil que explicaba Jordi Bernat en en.red.ando la semana pasada.

En segundo lugar, si bien la telefonía UMTS garantiza el acceso multimedia a Internet, ni se han desarrollado todavía sistemas de información de este tipo, ni se sabe cómo se negociará la sopa de idiomas que conforma el ciberespacio europeo. Pero, lo que es más importante, el diseño del sistema europeo coloca en la primera línea de fuego a los fabricantes de equipos telefónicos, es decir, a los Nokia, Ericsson y similares en estrecha asociación con las operadoras. Es la primera vez que el despliegue de la Red va a depender del ritmo con que un grupito de corporaciones hagan llegar sus equipos al mercado. Es como si el crecimiento y desarrollo de Internet dependiera de un puñado de fabricantes de ordenadores. Esto representa otra diferencia notable con respecto al modelo japonés. DoCoMo, la empresa de NTT que ha desarrollado el i-Mode, ha apostado por la solución de «Internet sin hilos» pero sin comprometerla con un soporte específico, como el teléfono móvil. Al revés, su propuesta de desarrollo futuro compromete a toda la industria electrónica de su país. Esta decisión apunta hacia un inesperado y repentino surgimiento del «imperio de la Red Naciente».

Japón, donde la penetración de Internet hasta ahora no era para encender castillos de fuegos artificiales, ha creado 10 millones de nuevos internautas en menos de un año (casi el triple de España en los últimos cinco años) con una solución simple y elegante. DoCoMo, de paso, ha dinamitado la idea de los portales en los que tanto dinero están invirtiendo las operadoras europeas. Esa especie de superkioskos que escupen información como por una manguera, se han quedado desfasados de golpe. Su etiqueta de «portales multi-acceso», a los que se llega a través del ordenador, el teléfono móvil, el fijo, la TV, las multimedia, el WAP, etc., no ha logrado negociar el lenguaje de la información según el formato y la forma de disponerla en cada caso.

En el caso de DoCoMo, la entrada a el i-Mode es a través del portal propio porque siempre está conectado, la comunicación es por paquetes, no por circuitos. El sistema ofrece de todo y sus servicios crecen sin cesar, ya sea que vengan como textos, gráficos, fotos, vídeo, juegos, música, cine, etc. Pero, lo más importante, es que el aparato es lo de menos. De hecho, cualquier chisme electrónico con capacidad de comunicación inalámbrica sirve para conectarse a Internet. De repente, la atmósfera, el ámbito de las ondas de radio, pasa a ser una de las grandes protagonistas de la Sociedad de la Información. El aire es el medio. Y no debemos olvidar que Japón es, a su vez, la gran potencia de la electrónica de consumo. Ese es el respaldo de la Internet móvil: según cálculos de consultoras japonesas, en los próximos tres años llegarán al mercado más de 360 millones de cacharritos capaces de conectarse a la Red por vía inalámbrica. Desde los más evidentes, como walkmans y agendas electrónicas de todo tipo, hasta los más insospechados, como pendientes, gafas, billeteras, sortijas, bolígrafos,etc. Cada uno de ellos recibirá un tipo de información, la más adecuada al formato, en unos casos música, en otros vídeo, en otros texto y en otros todo a la vez.

Así, mientras que NTT-DoCoMo le dictan a la industria de equipamiento qué es lo quiere el usuario, nosotros, en Europa, es la industria de equipamiento la que nos dice lo que debemos utilizar y cómo. Y cuándo, pues hasta que no tengan listos sus aparatos, la Red tendrá que aguardar su despliegue. Dicho de otra manera, Japón va a poner a trabajar a toda su industria de electrónica de consumo para crear los nuevos hábitats de Internet. Y Europa, por su parte, aguardará a que una fracción de su industria, la que fabrica teléfonos móviles, esté lista para ofrecernos la Internet de próxima generación a medida que las operadoras instalan la nueva infraestructura. La diferencia entre ambos modelos es notable y muestra, una vez más, hasta qué punto seguimos pensando en la Red como un equipamiento clásico de telefonía pero con el añadido del correo electrónico.

Este es en gran medida el legado de los grandes monopolios de telecomunicación que vertebraron a esta industria en Europa. Y de su brazo trata de levantar cabeza un sector manufacturero de dispositivos electrónicos, fundamentalmente teléfonos móviles, alentado por el sueño de recuperar el esplendor perdido en las últimas tres décadas. «Es nuestra gran baza, la telefonía móvil» se escucha desde Bruselas a Londres pasando por Maguncia. Pues, señores, no está tan claro. No tendría nada de raro que volvamos a asistir a un nuevo episodio de lo ya vivido en los años 80 y 90: otra invasión japonesa a través de sus diminutos chismes electrónicos, ahora todos ellos capaces de conectarse a Internet, sin perder un ápice de su inveterada ubicuidad y omnipresencia. ¿Estamos fabricando otra batalla perdida por seguir poniendo el carro delante de los bueyes, las operadoras de telecomunicaciones y las corporaciones asociadas delante de los intereses de los usuarios de la Red?

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