El imperialismo informativo

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
22 noviembre, 2016
Editorial: 49
Fecha de publicación original: 10 diciembre, 1996

Fecha de publicación: 10/12/1996. Editorial 49.

(Respuesta a Quim Gil, I)

La corriente silenciosa es la más peligrosa

La lista de discusión del Grup de Periodistes Digitals ha subido de temperatura con la justa reclamación de Quim Gil de que nadie parece interesado en debatir su punto de vista, expuesto en el artículo “Xarxaires enxarxats” que se distribuyó como Comunicat 25 el 12/11/96. A mí me hubiera gustado responderle inmediatamente, pero estaba liado con la serie de artículos sobre Periodismo Digital y, al finalizar los dos congresos que nos ocuparon en Barcelona a finales de noviembre, surgió lo del tricornio digital y me retrasó la respuesta aún más. Pero aquí está. Quiero hacer la salvedad de que, a través de la lista, le he pedido a Quim que aclare unos cuantos conceptos que no entiendo y que, por supuesto, no abordaré aquí para no adelantar respuestas superficiales o basadas en suposiciones mías y no en lo que él ha querido realmente decir.

Por otra parte, quiero recordarle a él y a quienes se toman la molestia de leer estas entregas semanales, que en.red.ando es sobre todo un punto de debate y de reflexión. Muchas de las propuestas avanzadas o cuestionadas por el amigo Gil las he discutido aquí varias veces a lo largo de este año, desde la formación de empresas a la cuestión de la lengua, no digamos ya lo referente a quiénes son (o serán) los periodistas digitales. A principios de año di una conferencia para VallesNet junto con Artur Serra que se titulaba “¿Habrá periodistas en la Sociedad de la Información?”. Este ha sido el tema recurrente de otras intervenciones en Salamanca, Madrid, Valencia, Sevilla, Pamplona, Bilbao, Cádiz y en diferentes puntos de Cataluña y que, finalmente, desembocó en la ponencia del Congreso de Periodistas Catalanes a finales de noviembre. Tanto en lo escrito, como en lo dicho en esa ponencia, están respondidas muchas de las cuestiones más importantes que plantea Quim. Sucede que los debates no siempre comienzan cuando uno le avisa al otro que le va a contestar. No se lo digo a Quim con ningún rintintín, pero las discusiones no fueron inventadas por los “newsgroups”, ni su metodología descubierta en estos foros. Las cosas son más fluidas y hay que saber ver cómo discurre el río para escoger el momento en que, como diría Heráclito, uno mete la mano en la corriente para intentar detener su curso aunque sea durante una fracción de segundo.

De todas maneras, le anuncio a Quim que le voy a contestar algunos de sus puntos de vista en dos entregas (de lo contrario, mi traductora semanal me mataría, quien, además de sufrirme los atrasos, vive conmigo, lo cual no facilita las cosas aunque le pague su trabajo) y, de paso, me voy a evitar el farragoso trabajo de elaborar una lista de referencias a cada uno de los temas con vínculos a los en.red.ando pertinentes.

Quim escribe un largo artículo sobre la profesión periodística e Internet cuyo nudo son una serie de preguntas (uso la grafía <> cuando cito textualmente sus frases):

1.- <¿Podemos convertir a Cataluña en uno de los ejes de la comunicación electrónica mundial?> Quim se refiere, en realidad, a si podemos lanzar alguna iniciativa desde nuestro ámbito territorial o empresarial (y me imagino que cultural o espiritual) capaz de <hacer aflorar ideas insólitas, grandes conceptos revolucionarios> en la Red.

2.- <¿Los Estados Unidos habrán de ser siempre el único punto de referencia de Internet? No parece que haya ninguna clase de predestinación genética y/o histórica. ¿Es ineludible esta supremacía? Como mínimo en Bruselas y Tokio opinan que no>

3.- <¿La tecnología punta y las inversiones multimillonarias son su único motor?> (de las iniciativas en la Red).

4.- <¿Tenemos alguna cosa para explicar al mundo?>

5.- <¿Tenemos o podemos tener grandes áreas geográficas de influencia informativa? Nos conocen y aprecian en la comunidad hispanoparlante, en Europa y en el Mediterráneo>

6.- <¿Disponemos o podemos disponer de los recursos para hacerlo?>

Quim llega a la conclusión de que se puede responder afirmativamente al punto 5 y al 6, para lo cual deduce que entonces lógicamente habría que trabajar en castellano, pero en el camino pone la voluntad encima de la mesa y se olvida de la historia que él mismo cuenta.

No me queda muy claro qué es ser el eje de la comunicación (no me siento parte de una comunidad humana que lo sea o lo haya sido en el terreno en el que estamos hablando; aunque, eso sí, he tragado y manejado mucho cine, TV, literatura y poderosos recursos comunicativos ajenos. Pero mi comunidad, aquella a la pertenezco en el sentido estrecho en que está formulada la primera pregunta, ya sea vista desde la lengua, o desde el territorio geográfico, social o empresarial, no tiene ni ha tenido la experiencia histórica de haber sido nunca eje de la comunicación desde la revolución industrial) y menos la idea de la comunicación electrónica mundial. Ya es una tarea ardua convertir a Cataluña en un eje de su propia comunicación, y el matiz no es menor. No entiendo por qué el acento no está colocado ahí.

Sobre todo cuando Quim asegura que tenemos <una apreciable influencia sobre la comunidad hispanoparlante, somos miembros de la Unión Europea y se nos reconoce un papel neutral en el heterogéneo Mediterráneo>. Menos lo de la UE, lo otro es discutible. Muy discutible. No creo que él haya tenido acceso a estudios serios que lo demuestren (al menos no los menciona). Pero, sobre todo, si Internet lo que nos va a permitir es ejercer esta apreciable influencia en esas comunidades, me sigo preguntando ¿quién la va a ejercer en Cataluña? Me parece que el primer objetivo debe ser establecer la vías de comunicación interactiva en nuestro propio ámbito, crear contenidos entre nosotros, montar las empresas necesarias para llevarlo a cabo, tejer la urdimbre que nos coloque en los umbrales de la sociedad de la información con ciertos objetivos claros que, en principio, y por principio, deberían iluminar este camino: la equidad en el acceso a las redes independientemente de la posición social (“derecho a la interacción”), la generación de una economía controlada por sus propios actores, el diseño de plazas de corretaje donde la demanda y la oferta de productos y servicios se satisfagan mutuamente, la multiplicación de semilleros de comunicación de nuestro propio entramado social a todos los niveles, públicos, privados e individuales, además de un larguísimo etcétera.

Cada uno decidirá si estas intervenciones en la Red las quiere hacer en castellano, catalán, euskera o esperanto con argot del Pirineo. Eso depende de la proyección que le quiera dar a su trabajo y dentro de qué marco lo quiera desarrollar. Si lo que Quim pretende defender es que debemos trabajar en nuestras lenguas y convertirlas en un recurso industrial dentro de Internet, estoy totalmente de acuerdo. Debemos actuar en la Red a partir de nuestras propias peculiaridades, y esa será la visión que daremos al mundo de nuestro mundo. Y si los otros hacen lo mismo, cada vez tendremos una visión más completa y cercana de ese mundo. E interactuaremos a partir de esas visiones. Pero eso no se consigue necesariamente por utilizar un idioma en concreto, sino por lo que se dice en ese idioma. Y aquí parece estar la madre del cordero.

Porque lo que planteas, Quim, es exactamente lo que dices que no es: <Gracias a Internet podemos pensar en el continente americano como una parte básica de la audiencia de nuestros medios, desde la Patagonia hasta las ciudades norteamericanas con altos índices de hispanohablantes. Pero, ojo, no se trata de plantear un imperialismo informativo alternativo al que han intentado de implantar las agencias norteamericanas a lo largo de décadas> <¿Qué podemos ofrecer a la América hispana? Pues una visión del mundo de primera mano, obtenida con redes propias de corresponsales, con profesionalidad y con criterios diferentes en muchos casos a los de los corresponsales norteamericanos. Podemos ofrecer también formación periodística, técnica y empresarial, y una bidireccionalidad en los flujos de información que permita a los ciudadanos de la Unión Europea estar mejor informados de la actualidad hispanoamericana>.

¿Cómo que esto no es imperialismo informativo? ¿Quiénes somos nosotros para decir que nuestra visión del mundo es de primera mano (quiénes son los americanos para decirlo)? ¿De qué visión y de qué mundo hablamos? ¿Estamos defendiendo acaso que Internet se convierta otra vez en el periscopio de grupitos o grupazos de empresas periodísticas que dan la versión buena y correcta de los acontecimientos que nos afectan?. Yo creía que estábamos trabajando en un sistema digital descentralizado, desjerarquizado, en el que los análisis e interpretaciones de lo que en este nuevo medio se convierta en “noticia” remiten a muchos otros lugares, estableciendo un proceso de comunicación participativo que involucra a los propios protagonistas y no un resultado definitivo: si lo hay, entonces tienes razón, ese sería el que llamas <visión de primera mano del mundo>.

Quim, esto no es una frase hecha ni dicha con sorna, pero el mundo en que nos toca vivir es mucho más complejo. Y esto te lo digo poniendo todos los galones que sean necesarios sobre la mesa: son los individuos de una cierta experiencia –que muchos llaman edad– quienes tienen la necesaria e imprescindible visión como para encender el letrero luminoso de alerta ante argumentos de este tipo. Esa experiencia no se adquiere ni leyendo mangas, ni escuchando música metálica, ni con otras zarandajas por el estilo, por más importantes que sean para la vida cotidiana de mucha gente. Procede de otras cosas, porque la vida no empezó con Vinton Cerf, ni con ArpaNet, ni mucho menos con la Web. Perder de vista este detalle lo único que nos depara es una buena explicación de donde salen planteamientos tan lineales y planos.

De todas maneras, voy a entrar en el terreno de la comunicación hecha por el periodismo que tú preconizas para preguntarte: ¿conoces la industria editorial de América Latina? ¿Has conocido personalmente alguna vez a un periodista argentino, brasileño o mexicano? Estamos hablando de países con una larguísima tradición periodística, salpicada de miles de acontecimientos y ejercida a veces en condiciones tales que ni las pesadillas más monstruosas son capaces de concebir. Muchos de estos profesionales han estado acunados por la industria de la comunicación más potente de habla castellana. Sus editoriales, a pesar de las reiteradas crisis, siguen atascando los quioscos con medios de todo tipo. En Argentina, por ejemplo, desde los años 60 hay canales de TV en casi todas las provincias. Si hablamos de periódicos, sólo Clarín tira cada día tantos ejemplares como los cuatro primeros de España juntos. Y aquí somos cuarenta millones y en Argentina 30, pero con una tasa de alfabetización netamente en favor nuestro. Por cierto, ¿por qué crees que ningún periódico de España ha sido capaz de hacer en la Red la mitad siquiera de lo que hizo Clarín desde el primer día? ¿Y encima les vamos a enseñar a ellos cómo se hace periodismo del bueno, del que proporciona visiones de primera mano?

Tu argumento me recuerda una anécdota que me sucedió con un colega argentino cuando yo trabajaba en el servicio latinoamericano de la BBC en Londres. Un día, mientras almorzábamos, este amigo, que pertenecía al departamento de teatro radiado, comenzó a despotricar contra el imperialismo descarado y al mismo tiempo sibilino de la emisora; contra su forma de transmitir a todo el continente la visión británica del mundo, ya fuera a través de informaciones aparentemente objetivas (allí se dice balanceadas) o de productos culturales ajenos a la idiosincrasia de las repúblicas latinoamericanas o de las preferencias y necesidades de sus habitantes (todo cierto). “Yo, por ejemplo,” me dijo, “llevo aquí siete años representando obras de Shakespeare, Christopher Marlowe o Charles Dickens. ¿A quién le interesa en Latinoamérica lo que esta gente dijo hace siglos? Nosotros tenemos otros problemas”. De inmediato se puso a rememorar con nostalgia el trabajo que hacía en el servicio exterior de Radio Nacional de Argentina. “Transmitíamos para todo el mundo árabe. Era fantástico, che. Cada Navidad representábamos el Martín Fierro, una obra bárbara para la radio”. ¡El Martín Fierro, en castellano, para el Golfo Pérsico, desde Buenos Aires! Todo dicho en el mismo trago. Pero claro, como se hacía desde un país menos potente que Gran Bretaña, no era imperialismo. Era confraternización cultural.

Creo que debemos variar nuestro punto de mira, el primero de todos qué va a hacer la gente con Internet. O sea, la cuestión no estriba en dilucidar cómo lo hacemos, con quién lo hacemos y en qué lengua (todo ello muy importante, desde luego, pero no tanto si lo definimos a partir de dudosas idoneidades), sino qué hacemos. Qué contenidos ponemos en la Red, para qué o quiénes, con qué formas de intervención y participación, etc. Me parece que te has dejado llevar demasiado por los aspectos formales: creación de empresa, inversión mínima necesaria, recuperación de jóvenes periodistas parados, sin decir una palabra sobre qué iban a hacer, aparte de dar una visión de las cosas desde esta orilla del Mediterráneo (cosa que se nos supone). El debate debe comenzar a explorar todos los huecos que estamos dejando en el camino por ir tan acelerados a hacerle la competencia a los americanos o a los grandes poderes, que, sin duda, siguen proyectando una larga sombra sobre la Red. Pero, en su terreno, nunca podremos con ellos. En el nuestro, el de permitir que cada uno exprese lo que quiera y como quiera según nuestras necesidades, tenemos por ahora todas las de ganar. Ahora bien, hay que detectar esas necesidades.

Me parece que una de las primeras cosas que todos vamos a tener que aprender del mundo digital que se nos cae encima es a convivir en un entorno donde todo ser conectado recupera el don de la palabra (¿lo tuvo alguna vez?) y lo puede ejercer ante la audiencia que más le interese. Saber escuchar e interactuar a partir de lo que se dice no son dos virtudes para cuyo cultivo yo vea que haya gente especialmente preparada por razón de la edad o de cualquier otra variable biológica, profesional o económica. O mucho me equivoco, o aquí estamos hablando de un tipo de aprendizaje menos gremialista que el que tú planteas y mucho más universal. Que a fin de cuentas, es el que de verdad enriquece a cada persona.

(La interrelación entre las preguntas 2, 3 y 6, en el próximo número de en.red.ando)

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