El corresponsal del conocimiento

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
8 noviembre, 2016
Editorial: 46
Fecha de publicación original: 19 noviembre, 1996

Fecha de publicación: 19/11/1996. Editorial 46.

Octavo artículo de una serie dedicada a periodismo digital*

Quien tiempo tiene y tiempo espera, tiempo viene que se arrepienta

Las listas de distribución dedicadas a reflexionar sobre el mundo de la comunicación y los nuevos medios (algunas de las cuales ya han cumplido más de un lustro tanto en Internet como Compuserve) están repletas de dudas existenciales que afloran persistentemente en este profuso debate: ¿cómo será el periodista del futuro? (no en el sentido morfológico, claro), ¿cuál será su cometido en los sistemas digitales de comunicación? ¿qué lugar ocupará en la sociedad de la información? Sin duda, se trata de algunas de las cuestiones más apasionantes que plantea Internet, pues se dirigen al núcleo de este sistema en cuanto medio de comunicación. La red ha transformado –ha puesto de cabeza– el modelo imperante de comunicación consolidado, sobre todo, desde la Segunda Guerra Mundial. Y los primeros tocados por esta convulsión están siendo (y cada vez lo serán más) quienes se dedican al negocio de la comunicación: las empresas periodísticas y los periodistas, tanto los que trabajan en ellas como los que lo hacen por libre o están en el paro. El nuevo modelo les coloca ante el peaje ineludible del “reciclaje digital”. La cuestión estriba en la orientación y los fundamentos de dicho reciclaje.

Internet ha generado, entre otras cosas, dos fenómenos de una importancia crucial que, a la vez, se retroalimentan en un vertiginoso proceso de innovación tecnológica y social. Por una parte, ha ensanchado extraordinariamente el mundo de la comunicación. Por la otra, ha disgregado ese mundo en un colectivo heterogéneo, cuyo rasgo más sobresaliente es la extinción de la frontera entre el comunicador y el receptor al ofrecer a cada uno las condiciones necesarias para convertirse al mismo tiempo en el otro. El resultado es evidente: hay más comunicadores, hay más comunicación y, por tanto, aumenta la necesidad de más comunicación. El nuevo paisaje no es un sereno valle de postal, sino que se asemeja más a un precipicio sin fin al que basta asomar la cabeza para sufrir los típicos síntomas del vértigo de la saturación informativa o el “estrés del conocimiento”. ¿Cómo podemos mantenernos al tanto no ya de lo que ocurre, sino sólo de aquello que nos interesa, cuando sea lo que esto sea cada vez se torna más complejo y poliédrico, más denso y pleno de interacciones?

Si tomamos a la música contemporánea como ejemplo, en la era “pre-red” este universo se reducía, de hecho, a un pequeño segmento geográfico e imaginario del planeta, tan cerrado y completo en sí mismo como para satisfacer el gusto, las ansias informativas y la puesta al día de un mercado de consumidores de contornos bastante definidos. Pero las tecnologías de la información y el fenómeno asociado de mundialización que conllevan han convertido a las fronteras –tanto las geográficas como las de la imaginación– en sustancias elásticas e inabarcables. Hoy, la música es un fenómeno sumamente complejo y cada vez más denso gracias fundamentalmente a la comunicación. Basta un somero recorrido por el planeta de la música en el ciberespacio para que lo que debiera ser un paseo placentero se transforme en una carrera desenfrenada por un espeso entramado sin fondo. La información se fragmenta en todos sus componentes básicos –texto, audio, imágenes fijas o en movimiento– y sus respectivas asociaciones reguladas por el comunicador-internauta. El resultado es una multitud de productos que convierten a la adquisición de conocimiento en un proceso mercurial: inevitablemente se nos escapa por entre los dedos. Si llevamos este análisis al campo de la política, la economía, la ciencia, el deporte, el medio ambiente, el asociacionismo, etc., la sensación de navegar en un océano batido por constantes maremotos informativos es todavía mayor.

Sólo en su balsa digital, el internauta no puede reprimir una patética sensación de náufrago en busca del clavo ardiendo que le rescate del sofoco final por atragantamiento de bits: ¿Dónde estará el archipiélago salvador en el que abundan los ríos no de leche y miel, sino de la información de calidad que le «salve»? ¿Cuál será el recorrido fiable que transforme a la información en conocimiento? Esta serán algunas de las cuestiones que tendrán que resolver tanto quienes acometan la empresa de la comunicación, como los periodistas del futuro (el futuro digital, para entendernos, es hoy).

Aunque sea someramente, vamos a examinar las respuestas que comienzan aparecer en la Red. Esta ni es una enumeración exhaustiva, ni siquiera un análisis de fondo, algo que dejaremos para otra entrega de en.red.ando. Tan sólo quiero ejemplificar en tres puntos el golpe de timón que se está produciendo.

  • El valor de una información, en el marco del cambio de modelo de comunicación, residirá, en principio, no tanto en la presentación al uso de los acontecimientos (que en el metamedio telemático no tendrá mayor sentido que iniciar la búsqueda de su segunda lectura), sino en la capacidad de interpretarlos, analizarlos e integrarlos en un contexto cuanto más rico y diverso mejor. Hacer esto ya es una noticia en estos momentos (en el mundo presencial y en el virtual). Pero la proliferación del periodismo de análisis e interpretación será una de las facetas que de sentido a lo que frecuentemente llamamos “dar contenido en la Red”. La proposición de escenarios nuevos y explicaciones alternativas, la digestión de los eventos para regurgitarlos a partir de la interacción con los protagonistas o los consumidores de la información, será una tarea primordial. Es lo que podríamos llamar como “información digital secundaria”, por oposición a la “información digital primaria”, entendida ésta como la vehiculada por los medios de comunicación “pre-red” –periódicos, radios, televisiones– que al ofrecerlas en el entorno digital se convertirá rápidamente en ruido aunque sólo sea por el factor repetitivo y sólo se la podrá distinguir por los valores anecdóticos de sus emisores. De todo esto se deduce la creciente importancia que adquirirán en la Red los columnistas, pero de un perfil muy diferente respecto al individuo que identificamos con esta etiqueta en el mundo presencial.
  • Anticipar cómo se comportará el internauta en la búsqueda de información y conocimientos será una piedra angular de la comunicación digital. Esto conlleva facilitar todos los aspectos de la navegación como parte del proceso de acopio de información (desde el diseño hasta el tipo de banda de las comunicaciones locales), así como el desarrollo de formas innovadoras de presentarla de manera dinámica. O sea, entre otras cosas será necesario reinventar la web porque, tal y como hoy lo conocemos, no es una herramienta suficiente de anticipación. La solución que por ahora se atisba viene de la mano de la integración de una panoplia de sistemas digitales capaces de manipular y transferir información al «bolsillo» del internauta antes de que éste sepa que existe o se decida a buscarla.
  • La comunicación local, en el contexto del proceso de mundialización, será otra de las piedras angulares del cambio de modelo. No obstante, el enfoque local sólo tendrá sentido dentro del marco de la universalización constante del proceso de acopio y transformación de la información y el conocimiento.

Tan sólo estos tres puntos –que, lógicamente, apenas constituyen la punta del iceberg– permiten apreciar la modificación profunda que comportan de la labor del periodista como la entendemos hoy. Algunas empresas –farmacéuticas, de material deportivo, auditorías, etc., o sea, no estrictamente periodísticas– están creando un puesto de trabajo nuevo cuyo ámbito de actuación es la Red: el “responsable del conocimiento”, la persona encargada de dirigir los procesos de captura, distribución y utilización eficiente de la información dentro de la organización y de orientar sobre su diseminación externa. En esta actividad quizá ya estamos viendo algunos de los rasgos del periodismo digital, un periodismo que, bajo sus nuevo presupuestos, se puede ejercer tanto desde los medios actuales de comunicación en la medida que estos evolucionen hacia verdaderas publicaciones electrónicas, o desde nuevas empresas o colectivos que surjan para satisfacer necesidades específicas en la Red. Se trata, por tanto, de un tipo de periodismo que no está atado a ninguna pretensión corporativa ni a una historia previa. Se fragua en los sistemas digitales y allí encontrará sus fundamentos. En principio, los profesionales de la comunicación disponen de toda la ventaja que les otorga la experiencia en el ejercicio de su oficio. Pero nada indica que esto sea una condición suficiente para desempeñar el papel que la sociedad de la información demandará a los nuevos comunicadores.

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* Resto de artículos dedicados a periodismo digital

1.- En busca del periodista digital
2.- De la dictadura de los técnicos… 
3.- …a la perplejidad de las masas
4.- El nacimiento del “poder suave”
5.- El cartero llama miles de veces
6.- Cómo escaparse del quiosco y no morir en el intento
7.- La universidad flotante
8.- El corresponsal del conocimiento
9.- Periodismo de disco duro

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