El amigo de Woody

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
4 diciembre, 2018
Editorial: 261
Fecha de publicación original: 3 abril, 2001

Hasta los gatos quieren zapatos

Uno de los cambios más espectaculares que propone la sociedad de redes es la deslocalización de la información y el conocimiento para tomar decisiones, para aprender, para organizar el trabajo, para desarrollar proyectos o simplemente para disfrutar del ocio. Antes, ésta era una información confinada entre los muros de las propias organizaciones, quienes siempre se mostraban celosas de protegerlo bajo el manto de un «bien estratégico». Ahora, curiosamente para ellas, cada vez más descubren que una parte sustancial de esa información y conocimiento reside en individuos, colectivos, empresas, u organizaciones que se expresan en redes abiertas, turbulentas y expansivas. Redes abiertas que vehiculan el talento y la inteligencia que les resulta imprescindibles a sus usuarios, pero también a quienes quieran desenvolverse en esos entornos interconectados. Capturar esta información y conocimiento, formar parte de su gestación, procesamiento y distribución, constituirá buena parte de lo que entendemos como Sociedad del Conocimiento. Para conseguirlo necesitamos construir redes forjadas por los intereses específicos de los propios usuarios, única forma de garantizar la producción de información y conocimiento pertinente (véase el Editorial 260 del 27/3/2001: «No hay red como la red propia”). Y su arquitectura debe asegurar un flujo de comunicación que garantice la generación y crecimiento del conocimiento buscado mediante la actividad de todos los participantes en esa red. Este es, a nuestra entender, el punto de partida para crear redes inteligentes. Y en esta tarea estamos involucrados en en.red.ando a través de en.medi@, la tecnología que hemos desarrollado para la gestión de conocimiento en red (GC-Red).

¿Cómo se configura una red de este tipo, sobre todo si entendemos, como entendemos, que el conocimiento no reside por sí mismo en las redes o las bases de datos, sino en las interacciones entre las personas? La pertenencia a una red se define a partir de la actividad que se desarrolle en ella en función de objetivos concretos expresados en un espacio virtual al que acceden los interesados para alcanzarlos. Allí se encuentran quienes ofertan o demandan la información necesaria, o esperan conseguirla a través de las relaciones entre ellos, establecidas estas por afinidades intelectuales, personales, sociales, empresariales u organizativas. Por eso denominamos a en.medi@ como una tecnología de encuentro entre la oferta y la demanda de información y conocimiento, en la que los usuarios actúan, a la vez, como productores y consumidores de esa información y conocimiento. Ahora bien, toda la actividad de los usuarios está soportada por los tres pilares de la arquitectura de en.medi@, que trataremos de reseñar brevemente ahora, pero sobre los que nos extenderemos en las próximas semanas con más detalle: la moderación, la gestión de conocimiento en red y la memoria histórica de la red en cuestión.

Para definir tanto la configuración básica del espacio virtual como el tipo de apoyo que requerirá, es necesaria una investigación previa que establezca el marco preciso de los objetivos a alcanzar (desarrollar un proyecto, organizar el trabajo en el ámbito empresarial, promover un proceso de toma de decisiones, crear una red de formación continua, etc.), las características y el volumen de la población que va a participar, su grado de implicación en los objetivos de la red, etc. Esta información permitirá perfilar los rasgos de la zona de debate, si es abierta o cerrada y en cada caso para quiénes, las funciones que desempeñará el equipo de moderación, el tipo y y número de las zonas de aportación donde se creará el contexto de la actividad en red y donde trabajarán, sobre todo, los gestores de conocimiento en red, etc.

El moderador es el responsable de establecer la metodología de trabajo en la zona de la red donde se encuentran todos los participantes y fijar el ritmo de producción para conseguir una relación óptima entre tiempo disponible/grado de atención. No toca mensajes, no los filtra, ni los modifica. Los aprueba según criterios pactados a través de un proceso de negociación con los participantes. Los moderadores, además de evitar el «spam» o la publicidad no solicitada, también vigilan que las intervenciones de los participantes estén debidamente referenciadas cuando se menciona documentación, bibliografía u otras fuentes de información. De esta manera, la calidad de cada intervención es la mejor garantía de la calidad de todas las intervenciones y, por ende, de la calidad de la información y el conocimiento que circula por el espacio virtual.

¿Qué hacen los gestores de conocimiento en red? Básicamente, a partir de lo que está sucediendo en la zona de debate, donde participan los integrantes de la red, los gestores apuntalan esta actividad desde las denominadas zonas de aportación. Si el objetivo de la red, por ejemplo, es desarrollar un proyecto medioambiental, debatir sobre la aplicación de la mecánica cuántica, crear un mercado en una nueva área de conocimiento, o decidir cada uno de los pasos del lanzamiento de un nuevo producto al mercado, los gestores buscan la información y el conocimiento pertinente, ya sea en la Red o fuera de ella, para generar contextos que dinamicen aún más el debate y evitar que este se limite tan sólo al conocimiento o las opiniones de cada uno de los participantes. Los gestores de conocimiento en red, en otras palabras, van confeccionando un umbral colectivo de inteligencia que sustenta toda la actividad de la red… inteligente. Y este umbral se sostiene sobre documentos, investigaciones, reseñas y críticas de obras, experiencias, dictámenes de expertos y consultores, etc. Todo lo cual, incrementa constantemente la base de conocimiento de la red.

Los gestores, por explicarlo de una manera gráfica, son el Woody Allen de la película Annie Hall. Woody se encuentra en la cola para entrar a un cine y cada vez está más histérico con un tipo detrás de él que no para de recitar a Marshall McLuhan. Al final, a punto de reventar, Woody dice algo así: «¡Cómo me gustaría que apareciera McLuhan y le pusiera en su sitio!». Y, de detrás de un cartel, aparece McLuhan en persona quien rectifica cada una de las elucubraciones que estaba vomitando su supuesto discípulo. Woody, gestor del conocimiento ocasional, consiguió al mejor experto del mundo en relación al tema específico que se estaba abordando en aquel momento. Esta es una de las facetas de los gestores de conocimiento en red de en.medi@. Pero no sólo, como veremos en las próximas semanas

Ahora bien, el hecho de que en.medi@ comience a funcionar con una configuración básica no quiere decir que se trate de una red estática, sino todo lo contrario. La participación de los usuarios, sus interacciones, más la actividad del equipo de gestores de conocimiento en red, hace que la base de conocimiento de la red crezca y, con ella, la propia configuración de en.medi@, reforzando de esta manera la consecución de los objetivos fijados en cada caso. La propia actividad genera nuevas necesidades, plantea nuevos interrogantes y esto se traduce en nueva ramificaciones de la red. En algunos casos pueden ser áreas de resultados que se refieren a una parte esencial de toda la actividad que está desarrollando en la red: estadísticas, resúmenes, trabajos monográficos, perfiles personales, informes de tendencias, boletines, etc. En otros, se puede plantear incluso una especie de proceso de «mitosis», de división de la red en otras redes según sea la evolución de los intereses de sus participantes o de los objetivos planteados.

Lo interesante de en.medi@ es que el diseño y desarrollo de redes inteligentes basadas en esta tecnología no requiere que el usuario se instale en su ordenador un nuevo programa, o que aprenda un poco más de informática, ni nada parecido. En realidad lo único que tiene que hacer –aparte de subscribirse a la red de su interés o promover su creación– es seguir haciendo lo mismo de siempre: enviar y recibir correo-e, consultar páginas web, trabajar con buscadores propios de la red en cuestión… y sorprenderse de los resultados. Esta es la extraordinaria oportunidad que ofrece la organización del trabajo en red, que no es una forma añadida de trabajar sobre lo que se hace cada día, sino una forma diferente de hacerlo aprovechando al máximo la potencialidad que ofrece Internet: la participación, la interacción y el crecimiento de la base de conocimiento compartido en redes diseñadas específicamente para tal fin.

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