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Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
25 septiembre, 2017
Editorial: 136
Fecha de publicación original: 6 octubre, 1998

Quien hurta la onza, hurta la arroba

Segunda jornada de boicot a Telefónica en pro de la tarifa plana, segunda jornada de disputa de cifras. Esto cada vez se parece más a las manifestaciones en la calle. La policía habitualmente estima en la mitad el número de participantes que ofrecen los organizadores. La diferencia es que, en este caso, esa guerra dialéctica apenas tiene importancia. Lo fundamental estriba en que cada acción de este tipo abona el caldo de cultivo contra la política arbitraria de Telefónica y deja en entredicho muchas de las declaraciones oficiales, «comprensivas» con las demandas de los internautas pero tan vacías de contenido y costosas para nuestros bolsillos como las famosas llamadas no realizadas a Infovía y registradas en las facturas. Lo cierto es que, en apenas un mes, el panorama de Internet en España y, por rápida conmixtión, en el resto de América Latina, ha variado sustancialmente. En el terreno yermo de ayer, hoy hay organizaciones, demandas concretas y una cierta visión sobre cómo desarrollar Internet, aunque apenas estamos al comienzo de este camino.

Hasta ahora, apenas teníamos organizaciones en la Red que representaran fidedignamente los intereses de los usuarios. Las que habían eran muy minoritarias, por lo que reinaba la ira individualizada de quienes sufríamos la política tarifaria de Telefónica. La coordinadora que está emergiendo a raíz del boicot a la compañía tiene suficiente enjundia como para convertirse en una interlocutora válida de una problemática que desborda el mero marco de las tarifas. Esto último es algo que cada vez despunta con mayor claridad. Por una parte, la demanda de la tarifa plana requiere una concreción que, por diversas razones, todavía no tiene, lo cual resta una cierta potencia a nuestro mensaje. Por la otra, es necesario plantear la cuestión de Internet en todas sus dimensiones, lejos de la idea de que esta disputa es entre Telefónica y «los internautas que juegan con Internet desde su casa». Es necesario transmitir la convicción de que en este envite está en juego la forma en qué nuestra sociedad se va a apoderar de Internet y qué va a hacer con ella en cuanto instrumento medular de la Sociedad de la Información. En este contexto, la Tarifa Plana (tp) es la correa de transmisión entre el Acceso Universal (au) y el Correo Electrónico Para Todos (cept), una tripleta que debería convertirse en el objetivo de salida del plan de acción que todos esperamos de la administración.

El planteamiento de la tarifa plana requiere una mayor solidez. Telefónica, ya lo sabemos de sobra, no pierde nunca. No le cuesta nada, por ejemplo, obtener el precio medio pagado por los usuarios en el tramo de datos y ofrecer la cifra resultante como su gran solución. De hecho, no se nos podría acusar de malintencionados si pensáramos que está esperando a ver qué ofrece la competencia a nivel nacional antes de aparecer con una oferta mágica como la citada bajo el brazo. La reciente aprobación en el Congreso de la tarifa plana no dijo nada al respecto y, encima, se la dedicó a los usuarios «domiciliarios», pymes y centros educativos. La inclusión de categorías como éstas sólo sirven para alborotar el gallinero y demuestran que nuestros políticos siguen sin comprender el funcionamiento de Internet.

El Senador Esteban González Pons, en la excelente entrevista publicada por Mikel Amigot en La Brujula.Net (no se la pierdan), asegura que Internet es una cuestión estratégica para el país y supone una transformación histórica, para asegurar a continuación que «el estrato dirigente de España, en el área política, económica, periodística, no es consciente de lo que está sucediendo» ¿Y qué está sucediendo? Pues que la Red se mueve gracias al esfuerzo pecuniario de sus usuarios, a su fenomenal despliegue innovador y a la imaginativa utilización de recursos tecnológicos que penetran en todas las esferas de la sociedad. Esta descarga de adrenalina colectiva ha creado un sector muy amplio dedicado a la gestión de información y conocimiento, donde se combinan las iniciativas individuales, institucionales y empresariales. En este mundo no cabe hacer distinciones entre internautas residentes, o internautas «industriales», simplemente porque la Red no avanza solo por lo que cada uno haga por su parte, sino también por el resultado colectivo de aportar información, iniciativas y actuaciones que quedan a disposición de todos los usuarios.

Por eso es fundamental unir la tarifa plana al acceso universal y el correo electrónico para todos. No tiene sentido innovar e impulsar el desarrollo de la Sociedad de la Información si la sociedad no tiene oportunidades de participar en ella. Por esta razón, cada vez parece más cerril la postura de Telefónica y la resistencia del Gobierno para embarcarse en un debate que contemple estos tres principios como los motores de su política. Ofrecer ordenadores conectados a Internet para todos los colegios o programas espectaculares de esta clase sólo tienen sentido si, al mismo tiempo, se garantiza que todos podrán usarlos. De lo contrario, estamos ofreciendo un menú de mazorcas en una asamblea de desdentados. Como decía Javier Villate en un artículo para Las Noticias en la Red, la acción de los grupos coordinados para el boicot demuestra que «Internet es un asunto público, de interés general y de construcción colectiva.» Ahora hace falta que todos nos lo creamos y pongamos los medios para conseguirlo.

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