A Lisboa por La Mancha

Luís Ángel Fernández Hermana - @luisangelfh
5 junio, 2018
Editorial: 208
Fecha de publicación original: 28 marzo, 2000

Quien deja camino y toma vereda piensa que adelanta, pero rodea

La cumbre de Lisboa de la Unión Europea ha gravitado, como nunca había sucedido hasta ahora, sobre las tecnologías informacionales. Como si se hubieran cansado de escuchar en todas partes, sobre todo en el Producto Interno Bruto y la balanza de pagos, que EEUU lleva una ventaja sustancial a Europa en el despliegue de las redes con indudables, y quizá inalcanzables, repercusiones económicas, los mandatarios de la UE decidieron apoyar el desarrollo masivo de Internet. Esto es, al menos, lo que dicen los grandes titulares del encuentro. El programa aprobado en la capital portuguesa viene repleto de regalos más propios de unas cuantas Navidades anteriores (por el atraso): el año próximo todas las escuelas europeas tendrán acceso a Internet y, para el 2003, todos los europeos llegarán hasta los servicios públicos por esta vía. Mientras tanto, la semana pasada, los reunidos en la «Jornada sobre Sociedad de la Información y Medios de Comunicación» en Albacete, organizada por el Consejo Económico y Social de Castilla-La Mancha, comprobamos que, como dice su presidente, Antonio Pina Martínez, «una cosa es escuchar que llaman y otra levantarse a abrir la puerta».

El encuentro de Albacete tuvo más trascendencia en los pasillos que en las intervenciones de los ponentes, como suele suceder en estos encuentros. Entre los asistentes había gente de diferentes pueblos y ciudades de Castilla-La Mancha, genuinamente preocupados por el cariz que está tomando la Sociedad de la Información para ellos. La región es de las que menos usan las tecnologías informacionales en España (ya, de por sí, en el furgón de cola europeo), las empresas apenas incursionan en el ciberespacio, los centros públicos no han realizado la impostergable «reconversión cultural» para ocupar los espacios virtuales y, sobre todo, las infraestructuras –léase, sobre todo, Telefónica– no favorecen una estampida popular hacia Internet.

El cuadro es simple: las operadoras de telecomunicación no están interesadas en invertir en banda ancha en poblaciones que no permitan las economías de escalas. Esto, como dijeron varias autoridades de esta región, es la norma en Castilla-La Mancha. Como ya nos contó Cervantes, el territorio es muy grande y las ciudades y pueblos muy pequeños (Albacete, 160.000 habitantes, el único de toda Castilla-La Mancha con operador de cable). Un simple vistazo al mapa permite comprender, en toda su dimensión, el alcance de la «exclusión social» en la era de Internet cuando los criterios neoliberales, precisamente los aprobados en Lisboa, son los que determinan la penetración real de la Sociedad de la Información.

«¿Qué va a pasar con nosotros, nos tendremos que quedar fuera de esta revolución? ¿no tenemos nada que ofrecer ni nada que recibir? ¿debemos aceptar que nuestros ciudadanos se queden marginados de la economía del futuro?». Así interpelaba uno de los empresarios de la región a algunos de los representantes de Telefónica que asistieron a la Jornada.. La respuesta de estos era, invariablemente, la misma, pues es la línea oficial de la empresa: «Nosotros no somos los únicos que tenemos que invertir. También hay otros operadores». Pero ninguno de ellos posee acceso al bucle local, el tramo final que llega al usuario, donde Telefónica sigue ejerciendo un monopolio asfixiante. Y en ese cuello de botella se condensa una gran parte de los problemas que los ministros europeos señalaron en la cumbre portuguesa. Allí no hay banda ancha, el acceso es caro, la tarifa plana es un subterfugio hueco y el usuario, cuando se decide a soslayar estos inconvenientes, se convierte en un navegador maniatado por las limitaciones propias del acceso y los riesgos de una factura indescifrable.

Además de la experiencia ya comentada de Extremadura, algunos pueblos y ciudades menores, pero con un interesante crecimiento demográfico, como ocurre en algunas poblaciones de la provincia de Ciudad Real, comienzan a soñar con los pies en tierra. Las empresas locales de televisión por cable, en alianza con los ayuntamientos, están buscando financiación en la UE, el gobierno central, el gobierno autonómico y la iniciativa privada, para crear consorcios que emprendan la conversión de sus líneas actuales de cable coaxial en fibra óptica hasta la vivienda del usuario.

De esta manera, no sólo podrían suministrar acceso a Internet a pueblos enteros, sino que también se convertirían en los operadores de telefonía, con lo cual pondrían en entredicho la hegemonía de que hasta ahora han disfrutado Telefónica y corporaciones de la misma familia. Como señalaba uno de estos operadores: «Si estos proyectos cuajan, las telefónicas perderán de golpe, de la noche a la mañana, la clientela de pueblos y ciudades enteras». Lo cual abre una serie de interesantes perspectivas sobre el papel de estas empresas en la Sociedad de la Información, cuyo poder y presencia se han basado hasta ahora en una política orientada a mantener y ampliar sus listados de clientes.

Por otra parte, la potencialidad de estas intranets en pueblos y ciudades pequeñas es evidente. Mientras que en diferentes puntos de la geografía del ciberespacio es el comercio electrónico entre empresas («business to business») el que comienza a despegar como abanderado de lo global, en estos otros ámbitos, será el consumidor final quien defina la verdadera naturaleza –y modalidad– del comercio electrónico local. Sus necesidades, como se puede deducir del enfoque de estos proyectos y de lo que manifiestan las poblaciones concernidas, poco tienen que ver con muchas de las brillantes ideas sobre comercio electrónico que proliferan por la Red sin tomar mucho en cuenta cómo ésta se despliega a partir de la participación e intervención de los usuarios. Este es un rasgo definitorio que no existe en ningún otro mercado y que deshace los paternalismos como si fueran azucarillos en medio del chaparrón. Esperemos que la Unión Europea también comprenda este aspecto de las redes, aunque el discurso predominante en Lisboa estaba impregnado de importantes e inquietantes dosis «dirigistas», muy a tono con la dialéctica neoliberal

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